Los resultados del pasado domingo tienen como resultado una serie de respuestas de los ciudadanos a la situación política europea actual.
Por un lado, el socialismo ha sufrido un importante varapalo. Es una gran noticia para todos los liberales que el mensaje proclamado a los cuatro vientos por los socialistas desde el inicio de la crisis (el capitalismo ha fracasado, es la hora de la intervención) no haya calado. El recuerdo de tantos primos/hermanos/hijos y profesionales de la farándula que viven tan holgadamente de esa 'intervención' no hace posible el engaño. Parece que el electorado conoce bien que la solución a la crisis pasa por reactivar el mercado, no por suplantarlo por el estado. El sistema europeo ya es de por sí un sistema con una importante participación del sector público en la economía. El estado del bienestar ha sido el gran pretexto de la burocracia europea para inflar el presupuesto y esquilmar las ya mermadas arcas de la clase media, que no ha acabado de percibir en prestaciones el resultado de semejante presión fiscal.
Sin embargo, ese descontento no sólo se ha traducido en un fortalecimiento de los partidos conservadores, más liberales en lo económico, sino que ha tenido un claro reflejo en el auge, bastante más generalizado de lo deseable, de la extrema derecha nacionalista. Estos grupúsculos han traído con fuerza un rancio mensaje proteccionista con serios tintes xenófobos que recuerdan el oscuro pasado y la razón última que hizo necesaria la creación de una comunidad europea libre y pacífica. Es el mensaje del descontento, pero espero que la mayoría de esos votantes no sean más que eso: descontentos, porque las 'soluciones' de esos partidos sólo nos llevarían al abismo. El proteccionismo sólo conduce a la ineficiencia económica y restringe el comercio internacional. La xenofobia subvierte los principios más elementales del progreso en el que se ha basado el bienestar de la Europa más próspera de la historia.
Por otro lado, estas elecciones han supuesto un claro revés para los escépticos del cambio climático. Los verdes han salvado bien la cara y me alegro. La crisis de la izquierda socialista no les ha arrastrado. Era lo que debía ser. El ecologismo está y debe estar más vivo que nunca no sólo en los partidos que tienen a éste como seña principal de identidad sino en todos. La naturaleza es un valor a mantener aunque sólo fuera por puro amor propio, aunque algunos a veces olviden que viven en el mismo planeta tierra que se está deteriorando.
Finalmente, el escaño de Sosa Wagner (UPyD) afianza mi fe en el género humano y en este país. Es un hombre bueno y, además, un intelectual de ideas progresistas que sabrá llevar al Parlamento Europeo la voz de la renovación democrática. Su mensaje nos hace falta más que nunca. Entre tanto descrédito de la clase política, Sosa Wagner, un político de los que no quedan, encarna el necesario aire renovador. Con su marcada vocación pública sabrá ser nuestro mejor representante en Europa.
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