Hay un doble acierto en denominar al movimiento español 15M. El primero viene de no llamarlo mayo del 2011 en comparación con el mayo del 68 francés. Las diferencias son tan grandes, que cualquier comparación sería odiosa. El segundo acierto guarda íntima relación con el 14M. Esa fecha fue el nacimiento en España de una legislatura de crispación y hastío político que enrareció la atmósfera democrática hasta acabar, con la crisis económica, en el afloramiento de una indignación como nunca se había imaginado. Después del 14M viene el 15M y esa debe ser la fecha de la esperanza por un cambio político estructural que refunde y regenere nuestra democracia y aparte los hedores que hemos venido aguantando.
La cuestión ahora es qué pasará después de la jornada electoral de hoy, qué repercusión tendrán los resultados y cuáles pueden ser los riesgos en que puede incurrir el movimiento si se significa demasiado con un rama política concreta. Algunos sectores de la derecha se ponen nerviosos ya con el movimiento, parece que incluso más que el propio gobierno. Nos les gusta el asambleísmo y menos si hay rastas y perroflautas en ellos. Parece que les da miedo enfrentar algunas de las ideas que se están oyendo estos días en las plazas de España: nacionalización de la banca, expropiación de viviendas vacias... Algo es evidente, ni hay que asustarse por una discusión abierta de ideas y propuestas ni un movimiento que haga proposiciones claramente contrarias a los principios de libertad económica tendrá éxito. La gente ya no es idiota. Saben que el socialismo autoritario es una estafa política más, al tiempo que mucha gente desconfía también de la socialdemocracia y de los neoliberales, ambos expertos en aplicar el liberalismo para perjudicar a las clases medias y el socialismo para proteger a las élites (principio de privatización de los beneficios y socialización de las pérdidas).
El movimiento no debería, en cambio, centrarse en la reforma económica en este momento porque eso generará controversia, disensión y terminará por arruinarlo todo. Sabemos cual es la columna vertebral del 15M, lo que unirá a la mayoría y hará presión para una reforma profunda: el hastío con la clase política, el cambio de la ley electoral y el estrecho control de los políticos, especialmente de sus gastos a cargo del erario público. Todo lo demás tiene sentido que se discuta, pero no recogerá el consenso suficiente para presionar a favor del cambio. El movimiento 15M debería continuar hasta que se inicie un proceso para aplicar estos cambios políticos estructurales y ése debe ser su único objetivo. Si al menos conseguimos regenerar la democracia, habremos allanado mucho el camino para reformas de otro carácter que ya se discutirán en su día y que, en cualquier caso (como el del sector bancario), se escapan del alcance español.
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