Últimamente estoy asistiendo con estupefacción a una serie de declaraciones, viñetas en periódicos, etc. que alertan de la supuesta tutela a la que está sometida nuestra democracia por parte de los mercados financieros, algo así como “nos están gobernando los mercados financieros” o “no debemos permitir que los mercados financieros ganen a la democracia”.
Todas estas declaraciones, de difícil sino imposible justificación, pasan por alto un pequeño detalle que no debemos olvidar. Lo que está en juego con esta crisis de deuda soberana no es el poder del pueblo, la soberanía nacional o la democracia. Lo único que está en juego es la solvencia de los Estados, su capacidad para colocar deuda en los mercados financieros a un buen tipo de interés. Es así de sencillo. Los Estados son perfectamente soberanos para llevar la política económica que deseen y, si quieren, pueden intentar endeudarse más y más sin freno y aumentar sus déficit... Todo ello, claro está, si hay alguien dispuesto a prestarles el dinero, pero ¡ah amigo! El problema es que cada vez hay menos gente dispuesta a prestarle dinero a ciertos Estados y, si lo están, es a unos tipos de interés que difícilmente serán asumibles por los Estados. Nadie niega la soberanía a los Estados, son los Estados los que, conscientes de su necesidad de financiación en los mercados financieros, quieren seguir siendo solventes a sus ojos. Pero, no nos engañemos, esos tan malvados especuladores que tienen “secuestrado” el Estado del Bienestar no son malintencionados inversores internacionales judeo-masónicos, anglosajones y euroescépticos... Son, en su mayoría, gestores de fondos de inversión y fondos de pensiones que mucha gente de a pie, común y corriente, tiene contratados en su banco de toda la vida. Porque si en este país ya son muchos los que invierten directamente en bolsa, ¡cuántos más son los que tienen un fondo garantizado o un plan de pensiones en su caja de ahorros o banco de siempre!
Luego, ¡basta de hipocresías! Si toda la gente que dice que la democracia está supeditada a los mercados financieros quiere “salvar” la democracia, que cancelen su fondo de inversión o su plan de pensiones y que financien al Estado a un bajo tipo de interés. Aunque ¿sabéis qué? Me temo que todos esos valientes “superdemócratas” no están dispuestos a emplear su dinero en activos financieros con una rentabilidad desacorde al riesgo asumido.
Lo que está en juego aquí no es la democracia, lo que está en juego es el grifo tradicional de financiación de los Estados derrochadores que se han endeudado más y más para dar satisfacción a unas pretensiones desmesuradas de unos votantes a los que no les importa la insostenibilidad del Estado mientras tengan su subvención, su sueldo de funcionario, su pensión o sus ineficientes servicios prestados por el Estado. Lo que está en juego es el modelo de vida de esos fantasmas que son los Estados. Porque el problema de fondo es que si un español ve a su vecino mileurista comprarse un Mercedes o un BMW con un préstamo al consumo, se lo reprochará reservándole palabras tan amables como “fantasma” o “fantasmón”. Pero, si es el Estado el que vive por encima de sus posibilidades, el que gasta más de lo que tiene... ¡Ah, eso es algo muy distinto! Hacienda somos todos.
2 comentarios:
Muy buena tu entrada, ya veo que están sacando los dientes, contra el estado ;)
Un saludo.
Hay discursos completamente falsos, aparentemente democráticos (por eso aún más peligrosos) que, en realidad, subvierten de raíz el Estado democrático de derecho. Éste es uno de ellos y el más abundante en estos días que corren.
Un saludo.
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