Si hay algo cierto en economía, es que las crisis son inevitables y que no hay dos iguales ni, por tanto, dos recetas iguales. Eso nos lleva inevitablemente a la polémica que se generó ya desde el comienzo de esta crisis en 2008 acerca del camino a seguir para volver al crecimiento. Tras años de supuesto dominio del libre mercado y de anárquico funcionamiento de los mercados financieros, los adalides de la intervención pública se llenaban la boca con los remedios del New Deal aderezado con un poco de estímulo keynesiano.
Pero ¿qué nos está enseñando la evolución de esta crisis? Los planes de estímulo de la demanda puramente Keynesianos como los distintos Planes E del gobierno de España, sólo han servido para postergar el problema de los sectores a los que se dirigía y han acabado a la postre por consumir el superávit y llevarnos a una segunda crisis: la de la solvencia crediticia de los Estados. Si después de la caída de Lehman Brother la consigna era emborrachar al mercado de liquidez y mantener o aumentar el gasto público aún con el descenso de la recaudación, es decir, la clásica receta de Keynes: que el Estado sostenga la demanda mediante una actuación anticíclica, ahora la consigna es controlar el déficit y no aumentar mucho el endeudamiento de los Estados. Y es que resulta que Keynes ha tenido un problema de aplicación en este caso. Algunos se habían olvidado de que los Estados también están sujetos a las leyes del mercado y, lo quieran o no, si pretenden mantener su actividad a costa de la emisión de deuda, lo que los acreedores tengan que decir es importante. De modo que, una vez más, aprendemos que creer ilusoriamente que las leyes del mercado pueden cambiar por nuestros deseos altruistas no es sólo una estúpida inutilidad sino una peligrosa actitud capaz de desencadenar crisis como la de Grecia.
Pero ¿qué aprendimos del 29 entonces? Algunas herencias del crash de 1929 han ayudado. La existencia de un sistema de subsidio por desempleo, por ejemplo, ha evitado las horrorosas imágenes de desamparo en el que el sistema dejó a mucha gente por entonces. Tampoco ha sido igual la respuesta a la crisis estrictamente financiera. Ahora no ha habido quiebras en cadena de entidades de crédito. El sistema financiero se ha sostenido por rescates multimillonarios, nacionalizaciones de bancos incluidas. Pero es lógico: no pueden esperar que aceptemos un sistema fiduciario de moneda en el que nuestro dinero se le presta a terceros sin nuestro consentimiento y, además, querer que asumamos las pérdidas que, sin embargo, se “nacionalizan” o “socializan”: lo que no perdemos como clientes de una entidad lo pagamos como contribuyentes. No obstante, en lo que respecta a lo estrictamente económico, la actuación anticíclica del Estado ha quedado más que en entredicho. Viendo el panorama de recortes presupuestarios en toda Europa puede decirse que Keynes está en venta. La pregunta es: ¿bastarán estos recortes? Yo creo que no.
1 comentario:
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