© Miguel Soldado Serrano
Las elecciones municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina como aquél que dice y los partidos ultiman las listas electorales con gran vergüenza ajena para las ciudadanos que, probablemente, acudirán decepcionados a las urnas para participar en un sistema que los utiliza como coartada para subyugar su libertad. Una de esas perversiones más notables reside precisamente en la partitocracia y su funcionamiento. Toda democracia debe asentarse en el poder de los partidos políticos. Esto es algo que, vista toda la experiencia, es innegable. Lo que tampoco se puede negar es que los partidos políticos tengan que funcionar como lo hacen en este país. Y el PP es un gran ejemplo, para mal, de ese funcionamiento.
Quizá el caso más llamativo ha sido el de Asturias, pero no tengo ninguna duda de que habrá más ejemplos. El PP y, especialmente, Mariano Rajoy, ha actuado como sólo ellos saben hacerlo: de tapadillo, dando largas y utilizando finalmente el sistema dedocrático de gobierno. La primera consigna es que no se note, siguiendo el infame dicho español de “los trapos sucios se lavan en casa”, como si elegir candidatos fuera algo que ocultar a la opinión pública. La segunda consigna, una vez que se ha notado un poco, es que no se hable mucho de ello. La mejor técnica en este caso es dilatar el “problema” en el tiempo con declaraciones ambiguas y posturas indefinidas. Todo ello siempre pone de relieve lo que en el fondo no quieren que destaque: si todo el mundo está pendiente de la dirección nacional del partido es porque, al final, se sabe que decidirá el líder nacional caiga quien caiga y aún con las bases en contra, esto es, sólo el vértice supremo de la pirámide tiene el poder, que ejerce arbitrariamente, pero que no lo parezca. La dictadura del dedo se ve así como una benigna dictablanda. Y, al final del todo, el dedazo. Mariano Rajoy acaba con la fingida ambigüedad adoptando una decisión en vísperas de Nochevieja: volvemos a la consigna número uno, es decir, que no se note.
Toda esta forma de actuar sólo denota una cosa: la forma de ser. No seré yo el más forofo de citar los evangelios ni a Jesús de Nazaret, pero ya que ellos dicen aplicarse el cuento: “por sus hechos los conoceréis”. Y esta es la derecha a la que yo conozco o, al menos, el partido que la representa sin decirlo muy alto: la derecha de la autocracia, la de decidir desde arriba, la del aquí se hace lo que yo digo y la que confunde, en definitiva, orden con falta de libertad y, para lo que viene al caso, con la falta de democracia interna. Y no seré yo el mayor fan del socialismo. Ya he reiterado en este blog varias veces que creo que el socialismo como teoría política es una aberración intelectual. Sin embargo, el PSOE, en esto de elegir candidatos, lo hace de otra manera. Es verdad que la mayoría de las veces tienden a comportarse de la misma forma, aunque no deja de ser un partido con el poder más repartido, pero hay momentos en los que nos sorprende. La última fueron las primarias de Madrid que perdió la candidata de la dirección. La penúltima fue el Congreso que ganó Zapatero, contra el aparato felipista.
Sí, son pocos casos en los que la democracia interna se abre paso (y para mí la mejor prueba es que pierda la dirección, no como en UPyD, donde siempre gana). Puede que el PSOE no sea ejemplo para muchas cosas, pero incluso ellos mismos deberían seguir más esos contados casos de democracia interna. Todos los partidos deberían seguirlos. Y, sí, es cierto que la ley electoral no ayuda y que lo que se quiso fomentar fueron los partidos políticos tal y como funcionan ahora. Ya sabemos que los españoles nunca hemos creído en nuestra propia capacidad para ser libres y regirnos democráticamente. Pero ya han pasado muchos años y va siendo hora de que esto cambie. La pregunta es ¿será la derecha española capaz de regirse democráticamente?
La Voz de Galicia. 30 de diciembre 2010.
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