jueves, 14 de abril de 2011

80º aniversario de la proclamación de la IIª República

Casa Natal y Museo de Niceto Alcalá-Zamora y Torres, Priego de Córdoba
2009

Hace ochenta años, España entera cantaba con júbilo la proclamación de la IIª República española, un acontencimiento histórico que, llegando por todo lo alto y de forma pacífica, acabó en el fracaso institucional más estrepitoso y sangriento de la historia de España.

Desde entonces y durante décadas, hasta la palabra democracia, derecho al voto o elecciones, eran tabú en España. Ahora, lejos de resultarnos extrañas, nos hemos cansado de esas palabras, de los políticos y del parlamentarismo mediocre que nos abate sin que, no obstante, siga habiendo un tema absolutamente tabú en la política española: la República. La República, sin más, como forma de gobierno. Nombrar la mera hipotética posibilidad de que algún día podamos tener una forma repúblicana de gobierno, cosa de lo más normal en nuestro entorno europeo con países tan prósperos como Alemania o Francia, resulta toda una inconveniencia. Aún cae como una losa el pasado en forma de prejuicios, malos nombres, en definitiva, mala imagen de marca. La República es en España “comunismo”, “caos”, “anarquía”, “ateísmo”, “desorden”. Muchos periodos monárquicos compartieron con la República la inestabilidad institucional, la violencia, la pobreza, el desorden. Sin embargo, la experiencia de la guerra civil, la dictadura y la propaganda posterior han hecho mucha más mella en la República que en la monarquía (y eso aún habiendo tenido de rey a gente como Fernando VII, en serio, piénsalo bien).

Después de todo, el ser humano se guía por emociones e ideas preconcebidas. Si no, ¿qué sentido tiene que se siga heredando la jefatura del Estado? Pues eso, la imagen de marca, las asociaciones de valor. La República encarna en España anti-valores y eso no hay quien lo compre. Aunque si algo distingue particularmente el caso de España es que aún se siguen escuchando y analizando el papel “positivo” jugado por Franco al parar un régimen, como la República, que era “insostenible”. Franco, que no deja de ser (como el movimiento fascista y el nazismo) una reacción de la clase media conservadora frente a la revolución obrera, se distingue de Mussolini y Hitler, en cambio, en su “legitimidad” histórica. Por alguna razón, mucha gente aún en España confiere más o menos tácitamente un cierto reconocimiento a la labor de Franco de “poner orden y dar estabilidad” a España. Querría ver la reacción de esos mismos españoles al escuchar a un alemán o a un italiano decir lo mismo de Hitler o Mussolini. Ambos nacieron para parar el comunismo (argumento que se esgrime para defender a Franco), pero a nadie en su sano juicio se les ocurríría defenderlos como un mal necesario. La diferencia es que Hitler y Mussolini perdieron la guerra y, claro, ya se sabe, la historia la escriben los vencedores.

Y después viene todo lo demás: la República era un satélite de Moscú y se seguirá repitiendo esa cantinela, aunque sea mentira, mientras cuele. Por desgracia, poca gente admitirá que los comunistas sólo deben su progreso en España a la guerra y que la dependencia de Moscú no fue la causa del golpe de Estado sino su efecto (lo contrario de lo que la gente piensa). Y pocos harán un esfuerzo por valorar algunos intentos que políticos sensatos y de talla hicieron en aquella época por mejorar el país y la condición de vida de los españoles.

En cualquier caso, salvadas las distancias históricas, parece que los españoles no somos aún lo suficientemente maduros como para votar la jefatura del Estado. Es como si aún debieramos ser reinados por un señor que va pasando el trono de generación en generación, como si el país fuera una finca y los asuntos de Estado, cosa de familia. Claro que es mucho mejor vivir la ilusión de un cuento de hadas, con príncipes y princesas con final feliz incluídos, a tener la madurez política y la tradición democrática republicana de países como Francia o Estados Unidos, donde el elector es un ciudadano y no un súbdito. Está claro que la forma republicana de gobierno no resolvería nada “per se”, pero demostraría la madurez política del pueblo español si viniera acompañada de reformas políticas de peso. Dudo que vaya a ser el caso y mientras tanto: ¡Feliz día de la República!

¡Viva la Libertad!
¡Viva la República!

2 comentarios:

Rafalillo dijo...

¿Hoy no sales gritando por la calle "España mañana será republicana"? :P

Por cierto, vaya cagadita lo de 'adas'. Si lo viera José Jiménez...

Nos vemos pronto ;)

Pepe Soldado dijo...

Cierto, se me va a acabar olvidando hasta el español. Gracias.

Un saludo.