Sé que probablemente esta broma ya la habrán hecho hasta la saciedad, pero, como yo no la he visto, me he permitido hacerla. Ya tengo en este blog una reputación de chistes malos que mantener.
Hace una semana, Zapatero anunció que no será candidato del PSOE en las próximas elecciones, noticia que animará el panorama preelectoral y que dará al PSOE el empuje que necesita ahora que el PP lo da todo por ganado, hasta la lotería.
Al final, parece que, poco a poco, se puede implantar como una tradición sana que ningún presidente repita mandato por tercera vez. En EEUU, comenzó como una tradición y no fue hasta después de Franklin Delano Roosevelt cuando se implantó legalmente. En cualquier caso, la cuestión de fondo no es tanto que no se presente Zapatero sino cómo se va a hacer esa "sucesión", cómo va a elegir el PSOE a su candidato. Porque Aznar tuvo el mérito de decidir no presentarse, pero no se puede decir que su sucesión fuera precisamente ejemplo de nada salvo de nepotismo fragaliano con bigote. El dedazo se impuso y ese saber hacer del PP dejó mal sabor de boca. Aunque claro, dentro del PP no parecía algo que preocupara mientras Rajoy ganara las elecciones y pudieran repartirse el pastel de la victoria.
Tras el episodio de las primarias en la Comunidad de Madrid, interesante caso en el que el candidato rebelde gana a la dirección del partido, podemos ver otras interesantes primarias, que pueden traernos un candidato de lo más inesperado (recuérdese la sorpresa de que el propio Zapatero ganara el Congreso de su partido). Sea lo que fuera, sería bueno que esta tradición y cultura democrática del PSOE, que aún tiene mejoras que implantar, se extendiera al resto de partidos y las primarias, incluso los caucus al estilo americano, se hicieran moneda frecuente en nuestra democracia. Al final es el elector el más interesado en unos candidatos de nivel que tengan algo que ofrecer y hagan interesante el proceso electoral. Hasta ahora, sin embargo, no parecemos estar más que en manos de los cuatro que elaboran las listas a golpe de déspota que premia y castiga incluyendo y excluyendo nombres... Nombres de políticos que luego no tendrán más remedio que ser serviles, falsos y distantes de su cuerpo electoral para deberse a su verdadero amo: el líder del Partido, el Señor de las Listas.
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