Lev Tólstoi
Cátedra. Letras Universales.
992 páginas.
Cuando uno se plantea escribir sobre un libro como éste, no sabe por dónde empezar. Probablemente quepa decir sin posibilidad de error que es una de las pocas novelas perfectas que han visto la luz. La verdad es que todas y cada una de sus casi mil páginas son una obra maestra de la literatura universal. El estilo de Tólstoi es sobrio, poco recargado, diría que ligero, pero al mismo tiempo complejo. No es el estilo diseccionador de Stendhal ni la alambicada prosa de Clarín.
La trama se mueve entre las vidas de tres personajes o parejas, casi diría (incluso un trío). Por orden de aparición: Daria Alexándrovna (Dolli) y su marido Stepán Arkadich (Stiva); Anna Karérina, Alexiéi Alexándrovich (su marido) y Vronski (adivina quién), y Katerina Alexándrovna (Kiti), hermana de Dolli, y Dmitrich Lievin (cito de memoria, puede haber errores en la trascripción). La historia de todos estos personajes trascurre en los más diversos ambientes de la Rusia incluso de la Europa de finales del siglo XIX y parecen ser muy buen reflejo de ese tiempo (y de esos lugares). Fundamentalmente se ambienta en Moscú, Peterburgo (parece que así se llamaba entonces) y la finca de Lievin (no sé muy bien dónde, pero en la Rusia rural). A lo largo de la historia aparecerán otras ubicaciones (un balneario situado en un país centroeuropeo, Italia...).
Las vidas de estos personajes están ligadas a la de otros muchos hasta el punto de que el autor parece presentarle a uno mismo la propia sociedad, principalmente Peterburguesa. El ambiente suele ser el de la aristocracia (a veces el de la burguesía adinerada). El ritmo de vida es, por supuesto, el propio de la nobleza. Todos los protagonistas viven en grandes casas con servicio; con una institutriz y una niñera para los hijos; coches de caballos, y demás lujos. El autor nos va llevando por la vida de Anna o Lievin principalmente, pero no de manera exclusiva. De hecho, me atrevería a decir que Lievin no es tanto un personaje secundario como uno tan principal e importante como Anna que se ha visto ensombrecido por la aureola femenina de Karérina en el título. Casi me atrevería a decir que Lievin es el propio Tolstoi, pero no adelantaré acontecimientos.
El libro empieza con la aventura amorosa de Stepán Arkádich con la institutriz de su hijo. Dolli está a punto de provocar la ruptura de su matrimonio con Stiva, pero aguanta alentada por las palabras de Anna, que la visita cuando conoce su situación. En esto, Vronski, joven militar y aristócrata, parece flirtear con Kiti. Es entonces cuando Lievin le pide matrimonio y ella le rechaza en la expectativa de casarse con Vronski. Sin embargo, éste no sólo no pide su mano sino que en un baile, galantea a Anna con atrevimiento. El resto del libro tratará la historia del amor que no podía ser entre Kiti y Lievin, y la historia del adulterio de Anna con Vronski.
Ciertamente los dos son personajes antagónicos. Lievin es un modesto y angustioso terrateniente. Su fe en Dios se ha desvanecido, pero precisamente por eso se siente solo y huérfano en un mundo que le resulta incompresible, incluso cruel. Temeroso de la muerte, ve irse a su hermano tras una existencia triste. Su soledad frente a la inmensidad del mundo es casi precursora del existencialismo literario venidero (aunque existencialista es más el personaje y no el estilo del autor). No revelaré cómo termina su historia.
Anna, sin embargo, es aparentemente mucho más superficial aunque su vida es la lucha de una mujer que está atada por las cadenas de una sociedad arcaica. Ella sólo ansía vivir con su amante y su hijo Seriozha, lo cual parece imposible. La consecuencia de su pública aventura con Vronski es la terrible disyuntiva entre un matrimonio que es y fue sin amor, donde sí puede estar con su hijo, o la prófuga existencia del amor con un hombre soltero. La posibilidad del divorcio es una mera virtualidad jurídica, impensable en un matrimonio de la aristocracia. La presión social es irresistible. Pocos quedan que la apoyen. El testimonio de su vida, aparentemente egoísta, incluso frívola, es el primer paso de una generación de mujeres que quieren decidir sobre sus propias vidas, que buscan libertad.