domingo, 27 de septiembre de 2009

DERECHOS DEL HOMBRE (1791 y 1792)

Thomas Paine
Alianza Editorial.
367 páginas.

Articulado inicialmente como una respuesta al ataque de Edmund Burke a la Revolución francesa, el autor se propone desmontar los viejos principios que rigen los sistemas de gobierno absolutos para hacer una defensa y una construcción de un sistema completamente nuevo que ya se estaba ensayando en EEUU y en Francia.

Esta obra consta de dos partes. La primera (1791) se centra en desmentir los relatos que incluye Burke en su obra sobre la Revolución, especialmente lo que se refiere a la toma de la Bastilla y a la expedición parisina a Versalles los días siguientes. Asimismo, efectúa Paine una defensa de la Declaración de Derechos y formula la necesidad de que los gobiernos se asienten sobre los pilares de esos derechos y de la soberanía de la nación. La segunda (1792) parte es una apología de los sistemas de gobierno representativo, que para Paine están en marcha en EEUU y Francia. Su ataque a la monarquía como sistema de gobierno es implacable, hasta el punto que le valió una instrucción en Reino Unido. Los absurdos de la monarquía los pone de relieve con una claridad y de forma tan evidente que a uno se le antoja imposible su defensa como forma de gobierno.

Para Thomas Paine, los sistemas de gobierno antiguos son un engaño de los cortesanos que, con el único objetivo de aumentar los impuestos, se embarcan en guerras sin sentido y contraproducentes para las respectivas naciones. Según él, cuando el sistema representativo se haya impuesto en Europa, cosa que considera inevitable, la paz no se verá perturbada, incluso podremos ver una gran república europea.

La cuestión de los impuestos es central en el tema del sistema de gobierno. El autor se esfuerza en proponer cambios en este sentido, que habrán de producirse de forma lógica si cambia el gobierno y desaparece lo que, según su modo de ver, son los superfluos gastos de gobierno generados por las intrincadas cortes absolutistas. Entre sus propuestas se encuentran la de dotar de una pensión a los ancianos en función de dos tramos de edad, la asignación de una cantidad para las madres que hayan dado a luz y lo soliciten (una especie de cheque bebé) e, incluso, para las parejas de recién casados. Propone también la implantación en Londres de unas residencias-factorías donde puedan alojarse y trabajar los pobres el tiempo que lo necesiten hasta encontrar mejor ocupación. Se trata de un ambicioso programa que se basa en: (i) considerable reducción de los gastos corrientes del gobierno que él considera prescindibles (principalmente los relacionados con la defensa), (ii) el incremento de las ayudas sociales y (iii) la reducción de impuestos.

No cabe duda de que Thomas Paine era un adelantado de su tiempo. Posee en toda su forma de pensar, que trasmite sin mayor velo ni misterio, una mentalidad progresista y revolucionaria propia de un siglo XIX bien avanzado. Es una lectura imprescindible para los liberales y, en general, para todos aquellos con un especial interés por conocer los fundamentos últimos de nuestro sistema político y, muy posiblemente, de los fallos en los que ha podido caer por pura imitación de lo que Paine considera males exclusivos del absolutismo.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Coherencia y credibilidad: la crisis de UPyD



Hace apenas dos meses saltó la noticia de la crisis de UPyD a los medios de comunicación a cuenta de la salida de Mikel Buesa y otros tantos más. Desde entonces, la misma curiosidad que me llevó a interesarme por este partido desde su nacimiento me ha llevado a informarme sobre las causas de fondo de esta crisis "orgánica". He consultado varios testimonios, he indagado y buceado en la red para conocer mejor lo que estaba sucediendo y, desgraciadamente, no es nada distinto de lo que haya podido suceder o de lo que pueda ocurrir en el futuro en otros partidos políticos españoles. Todo ello, no obstante, no exculpa ni mucho menos a los responsables políticos de esta crisis sino que acrecienta su responsabilidad considerando cuánto se han llenado la boca con el mensaje de la regeneración democrática.

Tras estas indagaciones, he podido constatar que ha habido a lo largo de la corta, pero intensa vida de esta formación una constante pugna de la dirección con las coordinadoras territoriales para imponer su criterio y a sus personas; que, lejos de favorecer un funcionamiento democrático desde la base, han fomentado, más aún, impuesto un férreo control desde arriba dirigido a centralizar en un mando único toda la actuación y la estructura del partido, y que, en definitiva, el partido ha derivado en un autoritarismo que ha acabado por generar una disidencia, aunque muy moderada, y una represión, que no ha sido sino el último eslabón insalvable de esta dialéctica anti-democrática.

Estos disidentes son un grupo de afiliados, entre ellos, algunos importantes fundadores del partido, de aquéllos que dieron su voto y su confianza a Rosa Díez para ser su portavoz. Entre sus reivindicaciones primigenias se hallaba una enmienda al reglamento del primer Congreso de UPyD, que se celebrará en noviembre. La dirección del partido había presentado un reglamento en el que la futura dirección se elegiría “por el voto individual, directo y secreto de la totalidad de los afiliados incluidos en el censo del Congreso mediante listas completas, cerradas y bloqueadas y de acuerdo al sistema de voto mayoritario”. Se trataba en definitiva de que Rosa Díez pudiera presentarse nuevamente a la portavocía del partido eligiendo, además, a todos los miembros del Consejo de Dirección, siendo éste el único órgano decisorio del partido e, impidiendo así, que cualquier tipo de oposición interna tuviera cabida en el órgano que toma prácticamente todas las decisiones (luego refrendadas de forma plebiscitaria -entiéndase en su acepción negativa- por el Consejo Político).

Así las cosas y después de todo lo sucedido en las coordinadoras territoriales, algunos de estos afiliados no estaban por la labor de andar aplaudiendo el proceso de “leninización” (permítaseme este palabro) de un partido que habían creado para hacer política de otra manera, entre lo que ellos creían que se incluía la democracia interna. Expusieron sus pretensiones en el Consejo Político, presentaron la enmienda, se la rechazaron... Y, después de todo esto, el vocero de Rosa Díez, Gorriarán, publicó un artículo desvelando las falacias de la enmienda sin tan siquiera explicar su contenido. Así las cosas, los aún no disidentes quisieron contestar: escribieron un artículo, pero les negaron su publicación en la web oficial del partido y por ello abrieron un blog, el ya conocido por algunos estanoeslawebdeupyd.blogspot.com. Hasta aquí, todo parece tener un cariz civilizado, democrático (salvo por la monopolización de la página web, que es, después de todo, un gesto muy feo). La dirección y una mínima oposición interna estaban haciendo política, estaban dialogando. Sin embargo, todo este proceso, que debe ser tan natural, de debate interno de cara a un Congreso que es crucial estalló. Al poco de abrir el blog, se inició una auténtica purga interna. La dirección estaba dispuesta a hacer uso de los instrumentos, siempre excepcionales, de las sanciones para acallar a varios afiliados. Les enviaron una carta dándoles 48 horas para cerrar el blog y, como no lo hicieron, abrieron un expediente a 14 afiliados con suspensión de militancia incluida y sin previa audiencia.

Lo que había sucedido en las coordinadoras ya había dado unas serias indicaciones acerca del viraje del partido hacia el autoritarismo. Algunos podrían entenderlo, incluso justificarlo, no es lógico que un partido que se dice con un discurso nacional unívoco se atomice y acabe lleno de federaciones como el PSOE. Admítase sin salvar las formas que se tuvieron. Sin embargo, ha sido todo el debate en torno a la enmienda del reglamento del Congreso y la posterior represión desatada lo que ha desvelado finalmente la mano de hierro que protegía el suave guante de seda. A partir de ahora, que nadie se llame a engaño. UPyD no ha cambiado un ápice su discurso. Siguen defendiendo los mismos principios, las mismas reformas que nos devolvieron la ilusión hace dos años, pero, para mí personalmente, la purga magenta ha desvelado un problema que es EL PROBLEMA de la democracia española: que todos se llenan la boca con sus adjetivos mientras fomentan el más vil servilismo interno. Lo grave de este caso particular es que nos habían prometido una regeneración de la democracia, nos habían dicho que iban a hacer política de otra manera y, precisamente por ello, han traicionado mucho más nuestras esperanzas de lo que podía hacerlo José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy Brey. La incoherencia que han mostrado en este caso, insisto, levísimo de oposición ha consumido fulminantemente su credibilidad, que, a mi modo de ver, es imprescindible en un político.

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Curioso oir lo que decía Rosa Díez en 2007 sobre la regeneración democrática de los partidos políticos: prestad atención a lo que dice de la dirección de los partidos y a los derechos de los afiliados. ¡Qué grandes paradojas!

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Los Haikus de Losantos

Una noche de agosto topé con un programa de Libertad Digital sobre libros que estaban emitiendo en redifusión y en el que le hicieron una entrevista a Federico Jiménez Losantos sobre su nuevo libro de Haikus. Me pareció sumamente interesante porque, además de descubrirnos su desconocida faceta poética, fue todo un espectáculo de erudición literaria. La encontraréis a partir del minuto 26.



viernes, 11 de septiembre de 2009

El nuevo modelo productivo: una economía del expolio y las subvenciones

La economía no ha dejado de estar en la actualidad informativa ni un segundo y ahora que comienza el curso político vuelve con más fuerza el debate sobre la actuación del gobierno al respecto. Por recopilar algunas informaciones recientes, la competitividad de España ha bajado. Estamos en el puesto número 33. Somos un país poco competitivo. Ya lo sabíamos. Lo que sucede es que esa situación se agrava. La economía española se ha venido sustentando sobre la base de un sector servicios con incrementos de productividad prácticamente nulos y muy intensivo en mano de obra poco cualificada. La consecuencia es que cuando había que incrementar la producción de servicios en la fase alcista del ciclo (con una demanda creciente debido a la subida del consumo) había que crear más puestos de trabajo que en otros países ya que, al no subir la productividad, necesitábamos necesariamente más mano de obra para incrementar la producción. Sin embargo, ahora que ha bajado el consumo y la demanda, destruimos más empleos que el resto. Lo normal. Hasta ahora, la falta de competitividad la habíamos resuelto a corto plazo con la devaluación de la peseta. Así nuestros productos eran más baratos en el extranjero, más 'competitivos' y nuestras exportaciones crecían, nuestras importaciones bajaban (aunque no tanto) y nuestra balanza de pagos se equilibraba. Ahora para ser más competitivos debemos, además de destruir más empleo, bajar los precios: el IPC lleva varias bajadas consecutivas. Lo nunca visto en España, pero hasta cierto punto previsible. A esto hay que añadir que importantes economías como la alemana o la francesa han dado síntomas de recuperación en su tasa de crecimiento del PIB mientras que España, aún moderando la caída, marca máximos históricos de descenso.

Ante este panorama, nos enfrentamos a una novedad poco agradable: el gobierno quiere subir los impuestos a las rentas más altas. ¿Cómo traducir esta verborrea del lenguaje socialista al castellano vulgaris? Las 'clases' medias y altas (casi todos) van a pagar más impuestos. Ahora dicen que las rentas del trabajo no se van a ver afectadas (por ejemplo, el sueldo de un directivo), que sólo se van a ver más gravadas las rentas del capital, las -palabras textuales de Zapatero en Cerdeña- PLUSVALÍAS (por ejemplo, el alquiler que cobra un arrendador -de esos que compraron un pisito porque querían ahorrar y los bancos le 'regalaban' el dinero- o los dividendos de unas acciones de telefónica que puede tener cualquiera). Se trata de un aumento de los impuestos que no sólo no garantiza que vaya a aumentar más la fiscalidad de los más ricos sino que tampoco es progresivo -¡con lo que les encanta la progresividad fiscal!. Ante todo este panorama surgen una serie de preguntas. ¿Para qué más impuestos, en qué se van a gastar y en qué los han gastado últimamente? Algunos creen que con incrementar el gasto público ya es suficiente. No necesitan dar más explicaciones. Piensan que si hay más gasto público se está en la buena dirección. Es un completo error.

Una de las macromagnitudes más relevantes es la renta disponible porque nos indica el dinero del que dispondrán los habitantes de un país para gastar o ahorrar en un año. Esta subida de impuestos le va a afectar negativamente y ¿a cambio de qué? Seguramente, nos prometerán, ya lo han hecho, más subsidios de desempleo y más ayudas para el consumo con planes como el 2000E para los coches y las motos. Sin embargo, éste no deja de ser el engaño de siempre: nos cobran un euro con la promesa de devolvérnoslo en servicios públicos o subvenciones y nos devuelven finalmente la mitad si hay suerte. El resto se pierde en ineficiencias burocráticas; en 'dietas' de los políticos, y en subvenciones a diversas asociaciones de amigos del país y personal variopinto de la farándula.

Lo cierto es que no se puede pretender reactivar la economía mediante la reactivación del consumo mientras aumente el desempleo y los impuestos. La alternativa no puede ser que el estado supla con subvenciones los gastos que la economía por sí es incapaz de asumir. Tampoco se puede pretender que aumente la recaudación mientras sigamos con estas tasas de descenso del PIB porque la cuestión no es sólo cuánta ración de tarta se lleva el estado sino el tamaño de la tarta. Si la situación económica mejora, no hará falta una subida de impuestos. La recaudación subirá conforme vuelva a subir el PIB. Sin embargo, si no se afrontan las necesarias reformas, esta recuperación tardará más en llegar ya que el ajuste será mayor. La pregunta es: ¿para cuándo una reforma laboral que aumente la libertad de empresarios y trabajadores?, ¿se plantea el gobierno una reforma del sistema de la seguridad social para bajar el coste del trabajo?, ¿tiene previstas reformas fiscales que beneficien a las empresas?, ¿para cuándo una eliminación de trabas burocráticas que agilice su funcionamiento?, ¿tiene en mente el gobierno consensuar con las comunidades autónomas una reforma urbanística que deje de convertir el suelo en un bien especulativo de los ayuntamientos?, ¿se plantea una reforma educativa que prime la calidad y mejore nuestra competitividad?, ¿va a hacer un esfuerzo en la contención del gasto en lugar de en expandirlo desmesuradamente y sin control?... Me gustaría saber qué contestarían en Moncloa a todo esto porque la única reforma que veo en el horizonte es la famosa ley para cambiar el modelo productivo: nada más cercano al dirigismo económico de Franco, que pensaba peligrosamente que la economía podía definirse en el BOE según un patrón trazado desde el poder. Menos estado y más empresas. Ése es el modelo y a eso deben encaminarse las reformas.

viernes, 4 de septiembre de 2009

miércoles, 2 de septiembre de 2009

70 aniversario del inicio de la IIª Guerra Mundial


El fin de semana, elpais.com publicó un reportaje de Julián Casanova sobre el inicio de la IIª Guerra Mundial con motivo del 70 aniversario, que se cumplió ayer.