martes, 30 de marzo de 2010

La burla de la laicidad


Una de las grandes falacias de la transición es la aconfesionalidad del Estado. Como todos recordaban como la iglesia católica se había opuesto furibundamente a perder sus privilegios durante la segunda República, pensaron que lo mejor sería no desairarla de nuevo no fuera ser que empleara todo su poder para volver a desestabilizar la democracia en España y, efectivamente, mientras los políticos apañaban esta Constitución de naturaleza hiperelástica, los hombres del régimen pactaban con la Santa Sede un nuevo concordato que nos sacara de la Edad Media en la que nos había sumido el firmado en 1953. La idea no era mala en términos pragmáticos y la iglesia había evolucionado lo suficiente desde 1931 como para intentar un acuerdo sensato (el Concilio Vaticano II había aprobado, entre otras cosas, la libertad religiosa, la cual había negado hasta entonces).

Sin embargo, este modelo, que se vio consagrado en la Constitución como “Estado aconfesional” con la colaboración con las principales confesiones, no fue más que el pretexto para que la iglesia católica siguiera manteniendo en España su papel predominante y para que, en ciertas cosas, no cambiara nada en España. Es cierto que recuperamos la libertad religiosa perdida y que el parlamento volvió a ser soberano en materia de derecho civil, pero ahí han permanecido los tratos privilegiados en materia económica, fiscal, educativa y militar; ahí perduraron los crucifijos durante demasiado tiempo en edificios públicos; ahí se han seguido viendo las juras de los sucesivos gobiernos no sin el símbolo cristiano.

Esta preponderancia, este privilegio, podría darse sin que hubiera habido concordatos, pero es que, además, la propia idea de que el Estado deba pactar con las principales confesiones religiosas es el mayor símbolo de la vinculación religiosa del Estado, de la sobrelegitimación de las confesiones religiosas. El Estado no debería dar un tratamiento distinto a las confesiones religiosas del que da a las demás asociaciones y, sin embargo, lo hace. No sólo les da ese tratamiento especial sino que lo blinda a través del instrumento de los Tratados internacionales (en el caso de la iglesia católica) y, al hacerlo así, limita su propia soberanía porque es bien sabido por todos que un tratado internacional sólo puede modificarse mediante otro tratado internacional posterior. El constituyente, al fijar este modelo, limita la soberanía de la nación, el poder del parlamento, al mero papel de un ratificador de tratados y lo hace en un asunto que afecta ni más ni menos que a la vinculación del Estado con ese otro Estado extranjero que es el Vaticano.

Este es el gran engaño, la gran burla de la laicidad que se perpetró en la transición. Pero, no nos engañemos, ni el pueblo español ni los políticos españoles estaban dispuestos a ir más lejos, a dotarse de un Estado democrático y de derecho laico que se diera plena soberanía en materias tan importantes como la enseñanza de la religión católica. Pesaba, una vez más, la fuerza de la tradición... El catolicismo como una losa que nos sigue oprimiendo y nos impide ser un país adulto. Desde 1978, la iglesia católica ha seguido teniendo el mismo comportamiento con España que había tenido siempre: ha seguido jugando el papel de tutor moral de este país. Se han arrogado la facultad de decirle al legislador, desde arriba, con una voz más autorizada que el resto, lo que debía hacer y lo han hecho con motivo porque para el Estado español, ésa es una voz más autorizada que, por ejemplo, la de la iglesia evangélica de España.

Pero no vamos a resignarnos. Como decía Thomas Paine, las Constituciones lo son de la generación presente. Por eso, no debemos resignarnos sino reivindicar que queremos vivir en un país libre, con un Estado laico que no privilegie a nadie por ninguna razón ni porque tenga más poder económico ni más poder social ni más poder religioso. La etapa de la renuncia debe acabarse porque el Estado es de todos y no hay falacia más grande que una mayoría, por muy católica que sea, merezca un trato mejor.
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Información adicional:

domingo, 28 de marzo de 2010

Guillermo Fariñas no puede esperar

Fuente: El Mundo

Empeora gravemente la salud del disidente cubano Guillermo Fariñas.
El Mundo. 27 de marzo 2010.

Si quieres enviarle un mensaje al gobierno cubano pidiendo la libertad de los presos políticos, entra en Amnistía Internacional. ¡ACTÚA!

sábado, 27 de marzo de 2010

Orwell y la honestidad


A cuenta de un artículo del New York Times sobre George Orwell, Guillermo Altares hace un breve repaso a la vida, la obra y también el estilo de este autor con el enigma de fondo "¿Por qué Orwell permanece?" en un artículo publicado en El País el 16 de febrero (La honestidad como legado de Orwell). Y es que el gran legado del autor es su honestidad, que lo hace llegar ante el gran público tan trasparente como siempre cercano ya el sesenta aniversario de su muerte.
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Enlaces relacionados:

jueves, 25 de marzo de 2010

El paternalismo del Estado contemporáneo (III)


III. El paternalismo del Estado contemporáneo: la libertad y la responsabilidad.

Después de todo lo expuesto, queda patente como el ámbito de autonomía individual no ha sido ni mucho menos uniforme en todas las épocas. Dicha autonomía, la libertad al cabo, está comprometida en cualquier caso por la convivencia en una sociedad donde coexisten múltiples individuos con intereses divergentes que gozan de voluntad propia. La cuestión política a dilucidar es, por tanto, hasta qué punto se debe respetar esa voluntad, esa libertad del individuo.

Para pasar a analizar esta cuestión, me referiré al concepto de autonomía individual formulado por John Stuart Mill* en su obra Sobre la Libertad (On Liberty, 1859). Según este autor, la libertad de acción del individuo sólo se ve limitada por el respeto que éste debe a los derechos y las libertades de los demás. Esa esfera individual queda pues estrictamente limitada a esa no injerencia en los derechos ajenos y no justifica, por tanto, la intervención ni del Estado ni de la sociedad en el caso en el que el propio individuo decida, en ejercicio de su libertad, limitar o lesionar alguno de sus derechos u optar por una u otra conducta o estilo de vida**. El resultado deseable de este principio básico de convivencia es, no cabe duda, la mayor diversidad posible de estilos de vida, la mayor diversidad de opiniones, de creencias, en definitiva, una sociedad plural en la que cada persona asuma la dirección de su propia vida sin molestar ni ser molestado. Esto queda aún más patente considerando el ensayo en su conjunto. La defensa de la discrepancia como valor; del pluralismo, y de la libertad de opiniones y estilos de vida es una constante en Sobre la Libertad y, probablemente, lo que lo convierte en un referente ineludible del ideal del liberalismo y la democracia. ¿Qué ha podido suceder para que al cabo de siglo y medio estemos dando pequeños retrocesos aparentemente irrelevantes?

Lo cierto es que, como he expuesto, esa visión tan liberal de la sociedad no ha sido la regla sino la excepción: un caro ideal que apenas sí hemos ido poniendo en práctica. En la época de Mill, el enemigo de ese pluralismo, de esa libre determinación de las personas era la visión puritana, religiosa al cabo, de la vida y de la sociedad. Los principios que arrollaban esa libertad o que con mayor frecuencia podían hacerlo estaban vinculados con la moralidad judeo-cristiana. No se trataba de un fenómeno distinto en sus efectos ni seguramente en sus orígenes. Probablemente los individuos estaban mucho más encorsetados por lo que se esperaba de ellos, de su forma de ser, de pensar y de actuar, pero no dejaba de ser a la postre otra forma más de paternalismo, un decir a los demás qué hacer y qué no. La diferencia, probablemente la única, con el paternalismo actual es el ideal que legitima esa intervención.

Antaño era la moral judeo-cristiana, luego la justicia social y el igualitarismo socialista. Ahora ambos ideales siguen jugando cierto papel, especialmente el segundo. Sin embargo, éstos se han ido viendo desplazados cada vez más por otro ideal de corte aparentemente mejor: el ideal del propio bienestar. Lo que se nos impone ahora no es una moral religiosa o una moral de clase, que puede que también, sino un ideal del bienestar, de la seguridad, aparentemente inocuo, que pasa por la protección de nuestros propios actos aun cuando sólo nos perjudiquen a nosotros mismos. ¿Acaso alguien se opondrá a su propio bienestar? Ese tótem es la nueva mina de oro de la restricción. Ahora no sólo se fundan en él las prohibiciones que menciono en la introducción. También las restricciones económicas empiezan a justificarse por ese bienestar más que por la tradicional justicia social. Y, en esta cuestión, es absolutamente indiferente la parte del espectro político a la que miremos. El pretexto de moda para disponer, mandar, prohibir, ordenar y regular es éste. ¡Ha vuelto rejuvenecido desde los tiempos del despotismo ilustrado! Y ahora la mayoría de los políticos lo utilizan para lo que les interesa regular. La izquierda, la derecha, el centro, los de arriba y los de abajo están de acuerdo: cortémosle las alas a Fulanito. ¡Sea por su propio bien!

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A estas alturas, el lector se preguntará cuál es el origen de este ideal como de todos los demás que llevan al paternalismo. Sin duda, un recelo hacia la libertad del otro, no de la propia: el temor a que los demás hagan un uso inadecuado de su libertad por lo que esto pueda afectarnos. Nuestra necesidad de certidumbre nos exige un control cada vez mayor de nuestro entorno físico y social. Queremos conjurar no sólo los desastres naturales sino también los desastres personales. De ahí nuestra inquietud por que los demás actúen como nosotros creemos que deben hacerlo. Es éste seguramente el origen de nuestro afán por juzgar las conductas ajenas y reprobarlas en la mayoría de casos porque sentimos amenazada nuestra propia posición. Por ello, antes la gente podía preocuparse mucho de guardar la moralidad pública de sus allegados para no verse también deshonrada. Los más devotos temían que sus familiares pudieran condenarse al fuego eterno por un adulterio o una blasfemia. Ahora, a los padres les preocupa que sus hijos puedan consumir alcohol, tabaco o drogas, o que no lleven el casco en la moto y antes de ser ellos la figura restrictiva, prefieren que recaiga sobre el Estado el peso de una labor que es indelegable: la educación de los que serán futuros ciudadanos. Y, ¿cuál es el resultado? Nos calmamos porque creemos que los demás están más seguros porque hacen lo que creemos que deben hacer, pero no por ello va a cesar la inseguridad, lo que no obsta que sí se vea mermada la libertad.

¿Cuál es la quiebra de ese ideal? La suplantación de la libertad de los ciudadanos supone finalmente la exención de su propia responsabilidad. Al liberarlo de la tediosa elección de actuar de una u otra forma se le niega también la asunción de las consecuencias de sus propios actos. El ciudadano no actúa finalmente porque crea que una decisión es mejor o peor sino que se le priva de efectuar ese juicio previo, se le da hecho y las consecuencias de la transgresión no se traducen en una responsabilidad para consigo mismo sino en una responsabilidad con el Estado. En definitiva, se traslada la imagen de que aquél que no se pone el casco no es ya responsable de los riesgos que conlleva su conducta sino tan sólo responsable en la medida en que la autoridad pública le descubra y le sancione***.

Esta exención de la responsabilidad, por leve que pueda parecer, no deja de sacar a relucir la idea de que los ciudadanos son irresponsables, incapaces de entender el alcance de sus acciones o de elegir adecuadamente. Se les trata, en definitiva, como a gente libertina, incapacitada para cuidar de sí. Más aún, se les niega la posibilidad de error y, con ello, la posibilidad de progresar, de aprender a raíz de esos errores, de crecer y madurar. Se les niega, al fin, que sean lo suficientemente adultos como para gozar plenamente de su libertad.

Finalmente, esos individuos conformados por esas restricciones configurarán una sociedad adocenada y estatista; incapaz de luchar por aquello que quiere; resignada o encantada bajo el abrigo de la protección pública que acabará reclamando, si es que no lo ha hecho siempre, la protección de las vicisitudes económicas, de la inseguridad del mercado competitivo para el que no está preparada. Ese depender del Estado como de un padre nos acabará convirtiendo en una sociedad incapaz de competir en un mundo que avanza vertiginoso hacia el progreso. Al final, descubriremos que “por nuestro bien” nos habremos quedado atrás para mal nuestro.

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* John Stuart Mill (1806-1873), pensador y político británico, es uno de los autores más relevantes del pensamiento liberal clásico.
** Nadie puede ser obligado justificadamente a realizar o no realizar determinados actos, porque eso fuera mejor para él, porque le haría feliz, porque, en opinión de los demás, hacerlo sería más acertado o más justo. Éstas son buenas razones para discutir, razonar y persuadirle, pero no para obligarle o causarle algún perjuicio si obra de manera diferente.
Sobre sí mismo, sobre su propio cuerpo y espíritu, el individuo es soberano.
Stuart Mill, John: Sobre la Libertad (On Liberty, 1859), Alianza Editorial, España, 2007, página 68.
*** El supuesto del casco o del cinturón de seguridad es un ejemplo menor que sirve de botón de muestra para revelar una forma de pensamiento que acaba teniendo unas consecuencias funestas. Evidentemente, cada una de las prohibiciones que he citado afecta en un grado distinto a la libertad. Las prohibiciones contra el consumo de alcohol, por ejemplo, están en auge desde que comenzaron en la Comunidad de Madrid y no hacen sino aumentar. Se revela así el potencial de expansión de este paternalismo inicialmente inofensivo.

domingo, 21 de marzo de 2010

Una gamba en el hielo



La NASA descubrió hace unos días la existencia de dos seres vivos a nada más y nada menos que a 200 metros de profundidad de la Antártida, en una grieta y a plena oscuridad. El ser vivo que aparece en esta grabación parece pertenecer a la especie 'Lyssianasid amphipod', que tiene un aspecto parecido al de una gamba. También aparece en esta grabación lo que parece ser un tentáculo de medusa que, de serlo, llegaría a los 30cm de longitud. La NASA hizo este hallazgo en una inmersión de una cámara a la Antártida y sus capas cuando halló el crustáceo.

Estos dos pequeños descubrimientos son muy importantes a la hora de establecer unas condiciones extremas hasta las que se puedan desarrollar vida. Antes de este descubrimiento la NASA no se molestaba en buscar vida extraterrestre en planetas y lunas congeladas, debido al coste económico que esto suponía y porque había plena seguridad de que no se encontraría nada en esas gigantescas capas de hielo, pero gracias a este crustáceo ya hemos avanzado un poquito más en la investigación para encontrar vida fuera de nuestro planeta.

Savater publica sobre el debate de la lidia

El pasado 4 de marzo, Fernando Savater publicó en El País un artículo sobre el debate originado entorno a la prohibición de la lidia. Creo que es de agradecer que alguien ponga un poco de sensatez ante este debate en las que las posiciones son siempre tan enconadas, tan emocionales que nos hacen olvidar aquello de "sobre gustos no hay nada escrito". No está de más que esto se debata, en cualquier caso, como manifestación de una inquietud de parte de la ciudadanía catalana, pero sin olvidar que la postura de la prohibición no debe ser nunca sostenida a la ligera. Más al contrario, siempre me inclinaré al partido de la libertad y prefiero, en todo caso, que siga practicándose el toreo por mucho que me disguste o me deje de gustar si otras personas entienden en su libre determinación que así desean emplear su tiempo y su dinero.

Fernando Savater. El País. 4 de marzo de 2010.

sábado, 20 de marzo de 2010

Evaristo Guerra, su exposición en Málaga y la luz de sus cuadros

(Cartel con el 'Mandarino')

Evaristo Guerra, pintor nacido en Vélez Málaga allá por el año 1942, presenta durante estos días en el Museo Municipal de Málaga (Paseo de Reding) una exposición que podríamos dividirla en las dos etapas fundamentales de su vida. Su pintura, llena de viveza, sentimiento y, sobre todo, llena de luz, se nos presenta ante nosotros con un tono algo influido por el impresionismo.

('Homenaje a Andalucía')

No quiero dedicar esta entrada a hacer una breve nota biográfica, sino a presentar su exposición tal y como él me la transmitió con sus palabras hace unos días (nota biográfica de Evaristo Guerra).Nada más entrar te encuentras con un cuadro fragmentado en varios paneles y que representa un paisaje rústico típicamente andaluz (es el cuadro de la fotografía). Su exposición en su primera parte presenta un Evaristo más temprano, en la que se pueden apreciar rasgos que posteriormente caracterizarían su segunda etapa. De esta etapa me gusta resaltar dos cuadros. Uno de ellos, 'Tarde de lluvia', transmite perfectamente la idea. Una tarde nublada, llena de personas que intentan ir a refugiarse a sus casas. Esta tarde, iluminada por la tenue luz de una farola, resulta preciosa y gratificante para el sentido de la vista. También se puede ver reflejada esa tarde en la película fina de agua que se forma sobre la calle. Una maravilla de cuadro. El segundo cuadro que me gusta destacar de esa etapa suya es 'Bosque de Álamos'. Este cuadro, para mi gusto impresionista, me ha encantado. Realizado con espátula y con una pintura hecha por el propio Evaristo Guerra, este cuadro nos refleja un bosquecito de álamos en otoño.

( a la izquierda 'Playa de Levante')

Su segunda etapa es la más completa y característica del autor. Está llena de cuadros que me encantará describiros y espero que sean un aliciente más para acercaros por Málaga y llegaros a ver esta exposición. En esta etapa me gusta destacar cinco cuadros. El primero es un exquisito collage realizado enteramente con cartulina de colores. El collage es ,en su origen, una descomposición del cuadro 'Dos kilómetros hacia el pueblo', y que refleja el paisaje de un camino. Al fondo, el pueblo y varios kilómetros más al norte se puede divisar una montaña nevada. El collage está dispuesto en distintos paneles separados unos de otros y que otorgan al cuadro un relieve muy conseguido, tanto que pareciera que estuvieras viendo el paisaje en la realidad. El segundo que me gustaría destacar es uno llamado 'El autorretrato en la sombra'. El cuadro consiste en un árbol, que no está dibujado simplemente a varios trazos muy gruesos, sino que está dibujado hoja a hoja. Este árbol tiene una sombra y en esa sombra es donde podemos observar la cabeza de Evaristo Guerra. Con motivo de este cuadro, Damaso Alonso, por entonces presidente de la Real Academia Española, escribió una carta. Una de las pocas cartas realizadas por este personaje. El tercer cuadro que destaco se titula 'Homenaje a Van Gogh'. Tiene mucha viveza y se trata de un paisaje con arbustos y un cielo pintado de azul claro y, a rayas, de azul oscuro. El penúltimo cuadro que cabe destacar es 'Mandarino'. Es el cuadro que aparece en el cartel de la exposición y es eso: un mandarino con algunas mandarinas en el suelo. Y, por último, 'Sueño de María Zambrano'. Es un cuadro que posee un mandarino en el centro. Al fondo, el pueblo lleno de casas blancas, esto último muy típico de Andalucía. Y, al lado del mandarino, una par de gatos blancos observando dicho árbol.

(a la izquierda 'Naranjos y viñedos en tarde anaranjada')

Evaristo Guerra tiene un estilo de pintura único. Sus cuadros están hechos para divisarlos de lejos y así poder observar el color resultante. ¿Por qué?, me diréis algunos. Porque él no pinta un color simple, sino que el color está compuesto de muchos pequeños puntitos de un color más claro que el que hay en el fondo del cuadro. Pero no realiza esos puntitos sobre un fondo oscuro, sino que el fondo es claro y pinta líneas de un color oscuro haciendo pequeños puntitos. Un estilo bastante complicado y difícil de resumir en palabras.

Recomiendo ir a visitar esta exposición que estará en el Museo Municipal de Málaga hasta el día 25 de abril de 2010.

viernes, 19 de marzo de 2010

El mito de la Pepa: la libertad religiosa


La religión de la nación española es y será perpetuamente la católica, apostólica, romana, única verdadera. La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra.

¿Qué español no se ha vanagloriado de la noble tradición constitucional que nos precede y que comienza en Cádiz con la aprobación de la célebre Pepa? Es cierto que todos hemos oído grandes elogios de esa constitución desde nuestros pupitres y que en la calle se la tiene en gran estima. También es verdad que algunos españoles tuvieron que soportar su humillante derogación por un rey que, como un cobarde, mandó perseguir y asesinar a todos los liberales después de haber traicionado a su padre y haberle lloriqueado a Napoleón mientras al sur de los pirineos los españoles morían por miles para lograr expulsar al invasor francés. Sin embargo, no viene mal de vez en cuando poner en su justa medida los cortos logros de nuestra nación en su lucha por la libertad.

Es cierto que la Constitución de 1812 supuso un avance. Para empezar era una constitución y había sido elaborada por unas cortes de nuevo cuño. Por otro lado, consagraba el esfuerzo de una resistencia heroica contra un invasor extranjero de una fuerza militar formidable y representó el primer amago de la nación por liberarse de ciertos yugos, no sólo el extranjero sino también algunos internos como la inquisición, el mayorazgo y el poder de la propia monarquía. Sin embargo, hay un aspecto que languidece especialmente en este primer texto constitucional español: la libertad religiosa. Ésta es literalmente prohibida, como podéis comprobar en la cita del principio, en su artículo 12. No contentos con ello, la prohíben para siempre jamás. Por si acaso. Este es otro defecto típico del constitucionalismo español: decirles a las generaciones futuras cómo deben regirse y solemos hacerlo con rígidos mecanismos de reforma constitucional que han llevado a una inestabilidad inusitada (aunque de esto hablaré en otro momento).

Sin embargo, aunque pueda parecer que ese artículo no desentona demasiado con la época, lo cierto es que llama clamorosamente la atención en el constitucionalismo comparado. Al otro lado del Atlántico, en américa del norte, la jovencísima república de los Estados Unidos de América ya contaba con la garantía de la libertad religiosa en las constituciones de los diferentes Estados desde 1776, es decir, treinta y seis años antes de nuestra insigne constitución. Pero, además, a los americanos les pareció poco que los derechos y las libertades de los ciudadanos estuvieran protegidas sólo en las constituciones estatales de modo que en 1791 entraron en vigor las diez primeras enmiendas constitucionales de los EEUU entre las que estaba la libertad religiosa, como no podía ser de otra manera.

Aunque no todas las miradas debían centrarse en el nuevo continente porque en la vieja Europa también se habían hecho importantes avances que, sin embargo, fueron premeditadamente excluidos de nuestra primera y “gloriosa” constitución. En Francia, la primera Asamblea Nacional acabó con los privilegios de la iglesia católica y aprobó en agosto de 1789 una Declaración de Derechos que consagraba la libertad de los ciudadanos y su derecho a no ser molestados por sus opiniones religiosas. Todo esto, no obstante, no tuvimos posibilidad ni de olerlo en España, donde seguimos bajo la tutela más que espiritual de una iglesia que difícilmente iba a estar dispuesta a hacer concesiones a la libertad.

Así, bajo nuestra gran tradición constitucional, los españolitos tuvieron que esperar a la breve Constitución de 1869 para gozar del mismo derecho que casi un siglo antes ya tenían garantizados los habitantes de Estados Unidos de América.

miércoles, 17 de marzo de 2010

Tonta censura

Para censurar hay que tener un talante ciertamente autoritario, pero, además, se requiere una cierta inteligencia. Parece que esto último no sucede en el caso del PP de la Comunidad Valenciana que lo único que ha conseguido con esta acción inadmisible de censura es dar a conocer de qué pie cojean amén de lograr una difusión de las fotografías que no hubieran soñado sus autores ni en el mejor de los escenarios. Para que no se salgan con la suya, a pesar de que han vuelto a abrir la exposición donde había sido retirada, me hago eco de esas fotografías y sus comentarios, que fueron publicados en El País el 9 de marzo.

martes, 16 de marzo de 2010

Manifiesto contra el gobierno cubano a favor de los presos políticos

Ana Belén, Almodóvar, Víctor Manuel, Fernando Savater y Mario Vargas Llosa, entre otros muchos, han firmado un maniefiesto Yo acuso al gobierno cubano en el que se pide la liberación inmediata e incondicional de todos los presos políticos cubanos, el respeto a los derechos humanos y se hace justicia, entre otros, a Orlando Zapata Tamayo recientemente muerto en una huelga de hambre en su lucha por la libertad y el respeto de los derechos humanos en Cuba. Yo me he unido al manifiesto esta misma mañana y os pido encarecidamente a todos los demócratas que lo hagáis con gusto.

Por la libertad de los presos políticos cubanos

Por la excarcelación inmediata e incondicional de todos los presos políticos en las cárceles cubanas; por el respeto al ejercicio, la promoción y la defensa de los derechos humanos en cualquier parte del mundo; por el decoro y el valor de Orlando Zapata Tamayo, injustamente encarcelado y brutalmente torturado en las prisiones castristas, muerto en huelga de hambre denunciando estos crímenes y la falta de derechos y democracia en su país; por el respeto a la vida de quienes corren el riesgo de morir como él para impedir que el gobierno de Fidel y Raúl Castro continúe eliminando físicamente a sus críticos y opositores pacíficos, condenándolos a penas de hasta 28 años de cárcel por "delitos" de opinión; por el respeto a la integridad física y moral de cada persona; firmamos esta carta, y exhortamos a firmarla a todos los que han elegido defender su libertad y la libertad de los otros.

lunes, 15 de marzo de 2010

El paternalismo del Estado contemporáneo (II)


II. Referencia histórica.

Antes de comenzar a abordar en mayor medida la cuestión principal es necesario valorar en qué punto nos encontramos y de dónde hemos venido. Lo cierto es que el valor de ese ámbito de autonomía del individuo no ha sido siempre el mismo. En la sociedad estamental del Antiguo Régimen no tenía sentido que una persona se planteara qué quería hacer o cómo quería vivir. Estaba sencillamente fuera de lugar. El nacimiento determinaba con casi total seguridad lo que una persona iba a ser y dónde iba a vivir el resto de su vida. Un aristócrata se debía a sus privilegios y a su posición del mismo modo que un artesano o un comerciante se debía a su actividad. El hijo del noble miraría por los títulos de la familia y buscaría un matrimonio de conveniencia con la hija de otro aristócrata o de un burgués acaudalado mientras que el hijo de un artesano o un comerciante comenzaría de aprendiz para seguir los pasos de su padre. La sociedad esperaba algo de ellos y no les estaba permitido que fueran algo distinto de lo que debían ser. Por otro lado, el lugar de nacimiento era determinante en un mundo que no gozaba de las facilidades para viajar que existen hoy en día. La excepción la constituían las colonias. Países como Estados Unidos se forjaron a base de inmigración, pero la mayoría de los europeos no salían de sus comarcas que eran con frecuencia como pequeños países: muchas regiones contaban con su propia lengua; moneda, y sistema de pesos y medidas*.

Por último, el sexo era determinante. Una mujer no tenía más opciones que entregarse a las tareas del hogar, no le estaba permitida una educación igual a la del hombre y todo lo que se saliera de esa función doméstica estaba proscrito. Virginia Wolf en su excelente ensayo Una habitación propia** trata precisamente el problema de la ausencia de obras literarias de mujeres como un problema de ausencia de igualdad entre hombres y mujeres. La mujer, afirma, no tenía un espacio propio, una habitación propia en la que desarrollar su actividad literaria sin contar con que además carecía de una buena formación que se lo permitiera habida cuenta de lo inapropiado que se consideraba aquello en una mujer. Trata a modo de ejemplo el hipotético caso de que William Shakespeare hubiera tenido una hermana de igual capacidad que hubiera podido estudiar sus libros aunque fuera a escondidas y haberse marchado de casa para dedicarse al teatro. La sociedad, el propio gremio de artistas no le hubiera permitido desarrollar una actividad interpretativa y literaria como a su hermano porque ese terreno estaba vedado a la mujer. De modo que concluyo con Virginia Wolf que si bien el hombre ya tenía difícil realizar sus más altas aspiraciones como fue el caso, infrecuente por otra parte, de Shakespeare, más difícil aún, sino imposible, lo era para una mujer.***

Después de analizar cuáles eran los condicionantes sociológicos a esa autonomía individual: estamento, movilidad geográfica y sexo; creo conveniente no pasar por alto el aspecto moral. El papel que en la sociedad del Antiguo Régimen tenía la religión era de una presencia omnímoda. La más elemental libertad de pensamiento era inimaginable para la gente común y todos los elementos de la vida cotidiana estaban condicionados en buena medida por las obligaciones morales y los ritos religiosos. La ilustración fue el punto de inflexión determinante del cambio. No dudo que éste comenzó antes, pero esta corriente filosófica fue el aldabonazo de la superstición y el fanatismo religioso. La ilustración dio paso a un nuevo “orden moral” en el que todo se debía regir por la razón y no por el dogma. Sin embargo, fuera de todo optimismo, sólo una pequeña élite se pudo permitir, no sin riesgo, expresarse con más libertad y determinar su vida conforme a su voluntad****. La mayoría de la población aún vivía en la ignorancia y seguía rigiendo sus destinos coartado por unos condicionamientos sociales y religiosos considerables (sin duda mucho mayores que los actuales).

La ilustración supuso un avance aunque tímido en cuestiones políticas. En ese nuevo orden de cosas, los monarcas debían velar por el bienestar de sus súbditos, eso era lo que dictaba la razón, pero el despotismo continuó. El siglo XVIII fue también, no obstante, el siglo de las revoluciones. La Revolución Americana supuso un gran avance en varios aspectos. Los derechos y las libertades civiles, incluida la religiosa, quedaron garantizadas por las constituciones estatales*****, pero, además, en 1791 entraron en vigor las diez primeras enmiendas constitucionales de los EEUU que también garantizaban esos derechos en toda la Unión. Por otro lado, en agosto de 1789, la Asamblea Nacional francesa aprobó también una Declaración Universal de derechos. Otro aspecto clave fue la eliminación de los estamentos sociales y, con ellos, de los privilegios que gozaba la aristocracia y el alto clero. Con el nacimiento del sistema de gobierno representativo basado en los derechos de los ciudadanos se abría la veda política definitiva sin la cual no hubiéramos logrado aumentar ese ámbito de autonomía individual.

Sin embargo, si bien desde un punto de vista moral y, después, ideológico se inicia una apertura que permite sentar las bases para rebajar los límites que los ciudadanos tenían para regir su propia vida, lo cierto es que aún no se han dado los cambios sociológicos necesarios para llegar a la situación actual. Fue el proceso de la revolución industrial con su consecuente éxodo rural y progresivo aumento de las ciudades lo que hizo posible dar el salto definitivo. Ya en el siglo pasado, el estilo de vida urbano fue el que más facilitó esa independencia y autonomía del individuo. Por otro lado, a la lumbre de las nuevas libertades, el pensamiento evolucionó vertiginoso. Las antiguas verdades inmutables se cuestionaron hasta la saciedad. Nuestras propias motivaciones internas fueron puestas en cuestión. Es la época del relativismo moral y del psicoanálisis. La sociedad se fue volviendo cada vez más permisiva, fue relajando sus exigencias morales, a la par que el dinero constituía el nuevo signo de estatus. El fenómeno de los nuevos ricos confirmó la movilidad social. La mejora en la educación y en los medios de comunicación fueron transformando paulatinamente a la sociedad. Las limitaciones que se daban en el Antiguo Régimen se han ido diluyendo en los últimos doscientos años. Por supuesto, no podemos olvidar los retrocesos temporales que se han vivido a causa de las ideologías totalitarias en el siglo XX, pero la tendencia general no ha sido en ese sentido.

No obstante, es evidente que en la actualidad todos nosotros seguimos estando limitados, condicionados por nuestro entorno. Nuestra realidad se desenvuelve en un contexto social determinado, pero no cabe duda de que la sociedad es hoy en día mucho más plural, abierta y respetuosa que antes. Esto amplía en gran medida nuestro ámbito de autonomía, nuestra capacidad para determinar nuestra vida conforme a nuestra voluntad******. Sin embargo, en este proceso de progresivo avance hacia una mayor libertad, hemos podido contemplar cómo el Estado ha ido cada vez más lejos en su intento de ensanchar su papel frente al individuo.

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* A este respecto, recomiendo el capítulo primero, Francia en vísperas de la Revolución, de La Revolución Francesa, de Jean Pierre Bois, Historia16, Madrid, 1997.
** Wolf, Virginia: Una Habitación propia (A Room of One's Own, 1929), Seix Barral, Barcelona, 2005.
*** Sobre la cuestión política de la desigualdad de la mujer recomiendo el clásico del feminismo El Sometimiento de las Mujeres (The Subjection of Women, 1869), de John Stuart Mill , Edaf, España, 2005.
**** Denis Diderot estuvo encarcelado en Vicennes por una breve obra epistolar en la que cuestionaba la existencia de Dios. Voltaire, por otro lado, pasó por la Bastilla en dos ocasiones, la que más once meses, y estuvo exiliado tres años en Inglaterra. El barón de Holbach publicó multitud de obras propias y ajenas en la clandestinidad para difundir las ideas ilustradas. Los ejemplos son innumerables, lo más habitual era la condena y quema de las obras más polémicas aunque siempre quedaban ejemplares que, además, subían mucho de precio.
***** La más conocida es la Declaración de Derechos de Virginia, aprobada en 1776, pero todos los Estados contaban en sus constituciones, que eran anteriores a la federal, con una ley de derechos. Recomiendo la obra El nacimiento de los Estados Unidos (1763-1816) [The Birth of the United States 1763-1816, 1974], de Isaac Asimov, Alianza Editorial, España, 2008.
****** Sobre esto arroja mucha más luz la siguiente cita de Ortega: Circunstancia y decisión son los dos elementos radicales de que se compone nuestra vida. La circunstancia -las posibilidades- es lo que de nuestra vida nos es dado e impuesto. Ello constituye lo que llamamos el mundo. […] En vez de imponernos una trayectoria, nos impone varias, y, consecuentemente, nos fuerza... a elegir. ¡Sorprendente condición la de nuestra vida! Vivir es sentirse “fatalmente” forzado a ejercitar la libertad, a decidir lo que vamos a ser en este mundo.
Ortega y Gasset, José : La Rebelión de las Masas (1929), Espasa Calpe, España, 2007, páginas 113 y 114.

sábado, 13 de marzo de 2010

Despedida a Miguel Delibes

Siempre he pensado que a menudo he conocido mucho mejor a los escritores que he leído que a mucha gente con la que he tratado incluso personalmente. Hasta ayer por la mañana no lo había sentido. La muerte de Miguel Delibes me ha afectado más de lo que pudiera haber pensado inicialmente. Lo cierto es que cuando me levanté por la mañana y escuché por la radio el final desenlace –ya advertido por lo que había leído en la prensa antes de acostarme– no pude evitar sentirme afligido por su muerte. Me importaba, aún me importa, y por eso quiero despedirle.

Recuerdo perfectamente como hace unos meses, a comienzos del último verano, comencé a leerme la primera novela que le dio la fama, aquella por la que le concedieron el Premio Nadal en 1947. Había mucho de él en esa novela, como suele pasar. Los escritores vierten mucho de lo que son en sus obras, mucho más de lo que sus allegados podrían percibir a simple vista. De modo que puede decirse que, por la magia de la literatura, tuve trato con él durante los días en que trascurrió la lectura de La sombra del ciprés es alargada. Es muy posible que suene a tópico, pero ya nunca he contemplado los cipreses de otra manera. Ahora tienen para mí toda una simbología especial y eso me lo ha dado Delibes. Su novela, más allá de una trama, de un argumento, era una actitud vital, un ser. Y yo pude percibir ese recio carácter castellano, forjado por el duro clima y la áspera austeridad. Su más profunda desafección no era más que una afección exacerbada, paradojas de esta vida. Así lo sentí cuando terminé de leerla. Raras veces te sientes tan unido, tan afecto, a una novela. En buena medida, su primera novela tenía mucho de lo español que llevamos dentro.

Gracias, Miguel Delibes, por esos ratos de lectura tan hondos. Descansa en paz.

El cambio climático y este invierno peculiar


Que el cambio climático es una realidad poca gente lo duda, ahí está la subida en las temperaturas medias anuales del planeta para confirmarlo, y, sin embargo, ¿cómo se casa esto con los fenómenos meteorológicos extremos que estamos viviendo en este invierno tan raro? Precisamente de esto habla el interesante artículo publicado en El Mundo el 15 de febrero, El frío que nos pela, del blog que Antonio Ruiz de Elvira tiene en ese diario.

jueves, 11 de marzo de 2010

Violencia política

El pasado 5 de marzo contemplamos un espectáculo bochornoso más. Rosa Díez acudió a la Universitat Autònoma de Barcelona para pronunciar una conferencia –lo normal tratándose de ella–, pero en esta ocasión tuvo serias dificultades. Un numeroso grupo de estudiantes nacionalistas radicales hicieron todo lo posible para boicotear el acto: no querían que se produjera, querían callar la voz de Rosa Díez y asustar. Por desgracia, lo consiguieron.

En primer lugar se dispusieron a irrumpir en el salón de actos donde se iba a celebrar el acto. El rector se vio obligado a trasladar la ubicación de la celebración de la conferencia que, finalmente, fue pronunciada ante un reducido número de personas en un aula. A la salida, los mismos energúmenos de antes (y los de siempre) la siguieron hasta la salida. No dejaban de gritar improperios y consignas mal trabadas. Rosa Díez tuvo que ser escoltada en todo momento; le arrojaron papeles y piedras; incluso se apostaron alrededor del vehículo de modo que parecía que no iba a conseguir salir de allí. El rector también sufrió directamente este acto de violencia: le arrojaron pintura roja. Todo, en su conjunto, fue un acto lamentable de violencia política, una acción deliberadamente ejecutada para cercenar la libertad de expresión no sólo de una ciudadana sino también de una diputada, de una señora que nos representa a todos, y, por añadidura, la libertad de todos aquéllos que tenían la voluntad de escucharla, de acudir al acto en ejercicio de una libertad política fundamental: el derecho de reunión.

Es evidente que esta entrada es una condena de esta acción, una denuncia de la violencia política, del fascismo que tiene tomadas determinadas facultades de este país (ya le ocurrió lo mismo en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid aunque tuvieron menos éxito), pero es también una manifestación de aflicción por esta parte de la comunidad universitaria envenenada por el totalitarismo, por esos fascistas engañados que creen en la superioridad de una causa sobre las personas. La universidad ha sido siempre un espacio de refugio político incluso en los tiempos más adversos y es por ello que, quizás, con el robo de este espacio público a la democracia es cómo más daño nos hacen.

Y, después de todos estos episodios, yo me pregunto ¿en qué van a quedar estas acciones? ¿Es gratis en este país ir a actos públicos y reventarlos, impedir que la gente exprese sus ideas con libertad? ¿Dónde está el ministerio público, el juez instructor, la policía, la propia universidad si no es investigando a los responsables para emprender acciones legales? ¿Van a quedar impunes? Si cada vez que pasa algo así vamos a quedarnos sin hacer nada, estamos haciendo más que nadie para legalizar el fascismo. Si pensamos que nada nos va ni nos viene por que una diputada tenga que salir escoltada de una universidad mientras le arrojan papeles y piedras, es que no merecemos la democracia porque ésta no sólo está en las leyes o en la Constitución sino que hunde sus raíces en el espíritu de respeto de los ciudadanos. Si nosotros mismos perdemos el respeto por nuestra democracia, sólo nos queda la esclavitud.

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martes, 9 de marzo de 2010

La construcción de una dictadura: Venezuela (V)

El mes pasado, el gobierno venezolano puso en marcha una serie de medidas de emergencia como los cortes de luz y la aprobación de normas que penalizan un consumo "excesivo" de energía eléctrica y, en menor medida, premian el ahorro energético. Todas estas medidas se han adoptado como consecuencia de la mayor crisis energética que ha padecido nunca el país y se enmarca, según el gobierno bolivariano, en un contexto de sequía generalizada y de patrones capitalistas de consumo (¿de que me suena a mí lo de la sequía, esa pertinaz sequía?). Lo cierto es que el sector eléctrico afronta diez años de desinversiones que han agravado los problemas que la meteorología ha podido generar de por sí en la producción de energía hidroeléctrica (la mayor del país).

El País. 10 febrero 2010.

La Razón. 10 febrero 2010.

El primer vídeo que incluyo, además de mostrar una depuradísima técnica de genuflexión de un periodista formado en la escuela propagandística de Lenin, muestra cómo Chávez anuncia la rectificación de la medida de cortes de luz en Caracas debido al caos que ha originado. Anteriormente, a modo de curiosidad, habla de otra serie de medidas para fomentar las exportaciones en un país que cada vez más es incapaz de producir lo más básico para sí mismo. Es increíble lo delirante que puede llegar a ser el ideal de autosuficiencia del socialismo.

El segundo vídeo muestra una cazerolada por los cortes de luz en Mérida. Dada la frecuencia y la prolongación de éstos es comprensible la exasperación de los ciudadanos.

[Tras un mes de publicaciones semanales sobre Venezuela, he decidido reducir la periodicidad de esta sección, que pasará a ser mensual]




domingo, 7 de marzo de 2010

La necesidad de la rentabilidad de los bienes de capital

Sobre aquel interesante debate originado en www.eclosionliberal.es, surgió también una polémica sobre el papel de los bienes de capital y del capitalista en el proceso de producción. Me dispongo a publicar uno de mis comentarios sobre este asunto:

Anónimo, creo que partes de dos errores básicos desde un punto de vista de la ciencia económica.


Segundo: pensar que los bienes de capital no deben tener una rentabilidad.

Afirmas lo siguiente: "En ningun caso alguien debería cobrar a otra persona o personas por usar un bien de su propiedad, porque estaría robando a esa persona". Esto no tiene ninguna lógica económica. Ya lo aclaré en otro comentario pretérito, pero lo reitero ahora. Los bienes de capital tienen un coste de adquisición, un coste de mantenimiento y un coste de sustitución. Todos esos costes hay que ir agregándolos al producto junto con el coste salarial y otros, y, al final, mediante un margen, al empresario le debe quedar un beneficio para rentabilizar esos bienes de capital y la actividad empresarial en su conjunto porque de lo contrario no asumiría el riesgo que supone invertir en esos bienes de capital y en la empresa en su conjunto. Negar ese posible beneficio (ya que nada de esto es seguro "a priori") supone afirmar que el riesgo del empresario es cero. Porque hay una premisa completamente cierta en economía: nada es gratis. Todo tiene un coste, hasta no hacer nada: el coste de oportunidad (lo que pierdes al quedarte sin hacer nada). Si una persona decide invertir en algo (lo que tú calificas de "lotería"), está decidiendo invertir en eso y no en otra cosa. Ese activo en el que decide invertir, puede generarle pérdidas o ganacias y él no lo sabe porque el futuro es incierto y el precio que ese activo tendrá en el mercado en el futuro es desconocido. Esta incertidumbre es la que se traduce en el riesgo de la inversión que se mide en probabilidades. Si una inversión tiene un alto riesgo, el inversor puede obtener una alta rentabilidad si las cosas van bien, pero, como vayan mal, las pérdidas serán también mayores. Pedirle a un empresario que arriesgue su dinero sin esperar una rentabilidad en función del riesgo que asuma es otro ejemplo más de voluntarismo. Es vivir fuera de la realidad. Es, de hecho, pedir que se le expropie al empresario la posible rentabilidad futura de la operación (recuerdo que nada es gratuito).

De modo que, concluyo, no se puede pedir a la gente que actúe contra la racionalidad económica, que no busque una ganancia. Todos queremos lo mejor para nosotros según nuestras prioridades y, a partir de ahí, todos estamos legitimados para buscar la consecución de esos intereses legítimos en un libre mercado en el que otras personas estén dispuestas a cooperar (comprar o vender algo que nos interese). Todo lo demás, es totalitarismo, querer que las cosas valgan lo que nosotros queremos, que la gente tenga las prioridades que nosotros queremos que tengan o los intereses que nosotros decidimos que son los apropiados. ¡Que cada cual decida lo que quiera! Si una persona no está contenta con su trabajo que se haga autónomo y monte su propia empresa. Ya verá como se vive más despreocupado siendo asalariado...

viernes, 5 de marzo de 2010

Solidaridad con la disidencia cubana

Guillermo Fariñas, disidente cubano en huelga de hambre*

Tras la reciente muerte de Zapata, varios disidentes más se han puesto en huelga de hambre y la sensación de unidad entre la disidencia cubana se ha reforzado. Y, sin embargo, ¿dónde están los gestos duros contra el gobierno cubano? Me avergüenza como español, como ciudadano europeo, oír las condenas de perfil bajo de nuestros gobiernos e instituciones, escuchar a Moratinos decir que mantendrá un diálogo exigente con Cuba sobre derechos humanos y sandeces varias.

El gobierno cubano es una asociación de asesinos y ladrones; de usurpadores de la soberanía nacional del pueblo cubano, y de sus derechos y sus libertades más elementales. Es un gobierno que sólo merece el banquillo de un tribunal y la cárcel, las rejas de una prisión de máxima seguridad. ¿A qué viene tanta condescendencia, tanta componenda? ¿Acaso es que esos crímenes, de ser perpetrados por gobiernos comunistas, tienen menos importancia? ¿Qué pasa con toda la gente que hay en las cárceles en Cuba por delitos de opinión, de conciencia? ¿Van a callar mientras respaldan el acercamiento a los asesinos de ese Estado opresor? ¿Dónde están las convicciones democráticas de estos socialdemócratas a los que tanto les gusta llenarse la boca con la palabra libertad?

La situación de Cuba no es tolerable y nosotros tampoco debemos permitir que quede la sensación de que no nos importa Cuba, de que nos resulta lejano todo lo que sucede allí. Los cubanos y la disidencia cubana deben saber que no está sola, que tiene el amplio apoyo de la opinión pública de nuestros países. El régimen cubano está muerto. Caerá.

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Noticias relacionadas:
La muerte valiente de Zapata. El País. 28/02/2010

* Fuente: El País.

miércoles, 3 de marzo de 2010

La construcción de una dictadura: Venezuela (IV)

La última novedad alarmante proveniente de Venezuela se dio el pasado día 25 de febrero en el que supimos que Venezuela abandonaba la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Esta comisión es un organismo internacional de carácter regional dedicada a la protección de los derechos humanos en el continente americano y que permite, entre otras cosas, que aquellos ciudadanos que consideren que han sufrido una vulneración de sus derechos humanos puedan demandar al Estado miembro que los haya vulnerado. Este organismo, el equivalente al Consejo de Europa, del que depende el famoso Tribunal Europeo de Derechos Humanos, es el mecanismo más eficaz de protección que el derecho internacional de los Derechos Humanos pone al servicio de los ciudadanos americanos (de los países de la OEA). La noticia de que Hugo Chávez quiera abandonar la Corte Interamericana de Derechos Humanos pone de manifiesto la voluntad deliberada del gobierno de Venezuela de vulnerar los Derechos Humanos sin control ni responsabilidad, sin responder ante nadie y ante nada. Una vez que el Estado democrático de derecho está quedando en nada, su último obstáculo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, ya no será nunca más un impedimento para los abusos de ese nuevo caudillo y tirano que es Hugo Chávez.

lunes, 1 de marzo de 2010

El Estado y la Revolución

Vladimir Ilich Lenin
Miguel Castellote, Editor
158 páginas.

Escrito como un ataque a los que considera oportunistas, traidores de la causa de Karl Marx y del socialismo, Vladimir Ilich Lenin se apresura a recordar en este breve ensayo la doctrina marxista del Estado.

Los socialdemócratas sostienen la posibilidad de hacer la revolución desde el Estado capitalista burgués a través de reformas. Esta es la razón principal por la que Lenin los considera desertores de la causa. Por contra, les recuerda que el Estado capitalista burgués no es sino un instrumento de represión de la clase obrera por los capitalistas y que no hará, por consiguiente, más que perpetuar esa lucha. Defiende, en consonancia con las doctrinas de Marx, que el Estado burgués es incompatible, por tanto, con el triunfo del socialismo y que la revolución pasa ineludiblemente por la toma violenta del poder y la sustitución del antiguo aparato represor que es el Estado burgués para su conversión en un Estado socialista, en la dictadura del proletariado, donde todos sean asalariados del Estado y la institución de la propiedad privada haya sido extinguida.

Este proceso, claro está, deberá concluir con la extinción del Estado que, a diferencia de lo que sostienen los anarquistas, no vendrá de la noche a la mañana sino que se producirá tras el progresivo avance de la revolución por la dictadura del proletariado, lo que hará finalmente innecesaria la figura de un Estado socialista una vez vencidas las resistencias de los capitalistas. Para entonces, la sociedad sin clases habrá llegado en lo que se conoce con el nombre de comunismo.

El libro, de una gran calidad dogmática, estilo sobrio y sencillo de seguir, supuesto que pueda entenderse el comunismo, no deja sino entrever el horror de una forma de pensamiento y de una prosa que no conduce sino a la aniquilación de la libertad humana. La ligereza con la que parece disponerse en apenas un centenar y medio de páginas de toda la sociedad y de su organización democrática resulta apabullante. Frente al liberalismo, la democracia, incluso la socialdemocracia, el ideario socialista de Lenin, que no se aleja en esto de Marx, dispone una revolución violenta en la que una élite selecta, el Partido, dirija por la fuerza los designios de un pueblo subyugado por un nuevo Estado que, lejos de empequeñecerse, ensancha sus poderes hasta lo imposible, quebrando los límites a la más pura arbitrariedad vencidos tan sólo un siglo antes.

La visión simplista del análisis historiográfico, sociológico y político del marxismo extermina toda visión humana de la vida social para erigirse en un nuevo gran arquitecto del mundo que dispone, como si de un ingeniero se tratara, la disposición de cada una de las piezas de la fábrica que es la sociedad. Eso es el ser humano para el socialismo: un instrumento, una pieza más de la revolución y del Estado. Por último, cabe preguntarse si Lenin creía realmente en la hipotética extinción del Estado o si era tan solo la incongruente guinda del pastel: esa mentira que les hiciera convencerse de que su lucha era la del ser humano libre.
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