viernes, 31 de diciembre de 2010

“Die Welle” (2008)

Terminamos el año en Quiero Un Dominio con la película de Dennis Gansel Die Welle (La ola), estrenada en 2008, que plantea una problemática clásica de la ciencia política: la posibilidad de estatuir una dictadura aún en países democráticos y avanzados como los nuestros. Para poner al lector en situación, la cinta alemana se basa en un experimento real llevado a cabo en un instituto californiano por un profesor, Ron Jones, que fue incapaz de contestar por qué la sociedad alemana pudo apoyar el nazismo y, más aún, si eso podía ocurrir en EEUU en ese momento (1967). La pregunta, extensible a otros contextos similares, se plantea en el film en la actual Alemania, donde el protagonista, el profesor de un instituto, lleva a cabo un experimento de características similares al del profesor californiano con resultados igualmente descorazonadores.

Y es que el experimento real en sí y la película nos enfrenta a una realidad del ser humano que puede no gustarnos en absoluto, pero con la que debemos contar: su gregarismo. La necesidad de pertenencia a un grupo, especialmente exacerbada en los adolescentes (sujetos del experimento), junto con la capacidad de atracción que tradicionalmente tiene el papel del líder fuerte en un grupo cohesionado puede llevar a la alienación de los individuos, a la supresión de la individualidad y, finalmente, al trágico sacrificio de los intereses y los derechos individuales en pro de unos intereses colectivos más que cuestionables y que, en cualquier caso, son una horca caudina del grupo sobre el individuo.

Por alguna razón, desde que fuera formulado, creo que por los escolásticos en la Edad Media, el principio del bien común ha sido y seguirá siendo una de las coartadas intelectuales más recurrentes para la inmolación de la libertad humana. En cualquier caso, y esto es probablemente lo que más hay que reseñar de la naturaleza última de este tipo de poder (y yo diría que de todo poder), es la faceta irracional, emocional del ser humano la que juega el papel cohesionador imprescindible. Más allá de cualquier argumento, el triunfo del movimiento denominado “la Ola” y de cualquier otro movimiento político de carácter más o menos autocrático está directamente relacionado con el instinto tribal más primitivo del ser humano que, lejos de ser un llanero solitario que decide asociarse y fundar el cuerpo político para la defensa de sus derechos (teoría política clásica compartida por numerosos autores con distintas variantes) es un ser más bien frágil; necesitado del grupo; arropado y disculpado por la masa inconsciente y ciega, y que encuentra, en última instancia, su más profundo sentido vital en los demás, en el grupo, en la tribu.

Es por ello que cualquier discurso político bien comunicado, especialmente a niveles subconscientes, que apele a lo colectivo tiene tanta fuerza y lo que ha hecho que el motor de reacción de la historia fuera el colectivismo, en sus distintas variantes religiosas y/o políticas, y que ahora parece revestir, bajo la forma del Estado del Bienestar, un aspecto más benigno, pero no potencialmente menos opresivo de las libertades individuales que algunos testarudos heterodoxos se empeñan, nos empeñamos, en defender, frente a la monolítica sociedad del colectivismo. La pluralidad de una sociedad es intrínsecamente buena para el desenvolvimiento de las libertades. Esta clásica lección que ya extrajimos hace tiempo del conocido “Sobre la libertad” milleano está más presente que nunca en esta película. No cabe duda de que la libertad no es fácil ni sale gratis, otra lección que aprendemos en la película, pero antes que caer en la tentación del líder único y fuerte, en el ideal de la planificación, siempre debemos recordar que es mejor equivocarnos por nuestra cuenta que pagar en carne propia los errores ajenos.


Trailer:

lunes, 27 de diciembre de 2010

El asalto final de Hugo Chávez

Toda sociedad en la cual no esté establecida la garantía de los derechos, ni determinada la separación de los poderes, carece de Constitución.

Ya lo ha conseguido, Hugo Chávez es ya, oficialmente, dictador desde el 17 de diciembre, cuando la Asamblea Nacional aprobó una Ley Habilitante por la cual el Presidente de la República Bolivariana tendrá plenos poderes para legislar por decreto-ley en diversos asuntos de carácter muy amplio y que le van a permitir de facto poder prescindir del Parlamento durante 18 meses, el tiempo que queda para las próximas elecciones presidenciales. Venezuela vivía ya, de hecho, en una situación muy comprometida, con un parlamento mayoritariamente oficialista, un poder judicial sometido y un gobierno que domina todas las televisiones y buena parte de la economía nacional, el país había dejado hacía tiempo de ser una democracia burguesa, esa que tanto odia Chávez, para convertirse en un régimen socialista.

En septiembre, las elecciones legislativas venezolanas mostraron al mundo como hay países donde la oposición puede ganar en votos y perder en escaños (¡¿52 % de los votos = 39 % escaños?!). A pesar de ello, Hugo Chávez vio algo mermada su mayoría: ya no podría aprobar leyes orgánicas. Es por ello, que ha tenido tanta urgencia en seguir cercenando la libertad de los venezolanos antes de la apertura de la nueva Asamblea Nacional y ha conseguido, entre otras cosas, aprobar una ley que restringe las libertades en materia de telecomunicaciones y, como no, su ley estrella: la Ley Habilitante. ¿Cuál ha sido la excusa elegida esta vez por el dictador para darse poderes absolutos? ¡Unas inundaciones! Lo que en España se habría quedado en un Real Decreto-ley declarando una zona catastrófica y, posiblemente, en una intervención de la Unidad Militar de Emergencias, es en Venezuela un pretexto suficiente para dar barra libre al gobierno para legislar durante año y medio.

Por otra parte, la historia nos muestra que los dictadores tienen cada vez menos vergüenza: que haga falta una dictadura por unas inundaciones, ¿cómo puede colar eso? Lo que demuestra esto es que Hugo Chávez ha respetado el parlamento en la medida en que era suyo, es decir, que en ningún momento tenía intención de respetar los resultados de las elecciones ni tan siquiera amañadas por su sistema electoral en la medida en que le fueran desfavorables. Ahora es cuando se descubre, si es que alguien aún no lo había hecho ya, el cinismo y la falsedad de este déspota sin escrúpulos que dice pensar en el pueblo mientras le priva de su libertad y lo condena a la miseria.

Y, por si fuera poco, se permite el lujo de dárselas de víctima, de ponerse en el punto de mira y de compartir con su auditorio, al que compadezco, aparentes joyas de una literatura prohibida ¡porque tememos sus ideas! No, Sr. Chávez, no somos nosotros los que tememos sus ideas, es usted el que teme las de los demás y si no, ¿por qué necesita darse poderes absolutos? ¿No será, tal vez, que necesite la fuerza a falta de convicción?




Chávez se hace con el poder absoluto
El País. 26 de diciembre 2010.

sábado, 25 de diciembre de 2010

martes, 21 de diciembre de 2010

REDES: "Magia y neurociencia en red"

En Magia y neurociencia en red, Eduardo Punset aborda de la mano de Susana Martínez-Conde, del Laboratorio de Neurociencia Visual del Instituto Neurológico Barrows (Phoenix, Arizona), la relación entre los trucos de magia y la neurociencia, o cómo engañar a nuestro cerebro aprovechándose de sus mecanismos para fijar la atención.

Redes (13/06/10): Magia y neurociencia en red


sábado, 18 de diciembre de 2010

Madrid


Enclavada en el centro de la península, capital política y económica española, Madrid es una ciudad de paso, pero también una ciudad donde quedarse y eso es lo que la hace particularmente atractiva. Su principal foco de atracción reside en la pluralidad de su sociedad, en Madrid todo el mundo es a la vez un tanto madrileño y un tanto foráneo. Quien no ha vivido hasta su juventud en Asturias, Andalucía, Castilla y León, la Rioja o Extremadura tiene familia, al menos por los padres o los abuelos, fuera de Madrid y algún pretexto para irse de la ciudad en verano y otras ocasiones festivas.

El madrileño tiene fama de chulo: es cierto. Como todo, hay algunos madrileños que responden al estereotipo. Quizás, algunos, si no chulos, pecan de la inocente arrogancia que otorga vivir en la mejor ciudad de España. Pueden permitírselo, más por ignorancia que por prepotencia. En ocasiones les oyes hablar de las deficiencias de otros lugares, pero ¡cómo no se van a quejar! Los que somos de fuera, aun de grandes ciudades, sabemos perfectamente que Madrid tiene una salud pública buena, unos transportes públicos que ya quisieran en el resto de España (y en muchas grandes ciudades del mundo) y, más aún, una oferta cultural al primer nivel de capital europea. El único defecto de Madrid son las “grandes” distancias, que en términos relativos no son tales, y los precios, especialmente de la vivienda, que no es más que la réplica madrileña de un problema nacional de difícil solución.

Pero pasemos a la gente. Madrid es una maqueta a pequeña escala de toda España. Si quieres tener una buena radiografía de ciudades incluso que no conoces, puedes hacerlo porque conocerás de cerca a gente de casi todo el país y ellos te darán una perspectiva mucho más fidedigna que una visita turística tradicional. Toda esa gente trasluce después de todo la idiosincrasia de sus lugares de procedencia. Por lo que respecta a los madrileños, son tremendamente abiertos. A pesar de lo que piensen muchos foráneos, un madrileño es, por lo general, mucho más abierto que cualquier ciudadano equiparable de provincias. La razón es obvia. Por mucho que un madrileño se haya empeñado en vivir cerrado en su burbuja exclusivamente, por mucho que haya huido de todo lo “extraño” a su entorno tradicional, el cosmopolitismo habrá ido a él, para él lo tradicional es el cosmopolitismo puro, especialmente en las generaciones jóvenes que conocen ese Madrid no ya lleno de “provincianos” sino también de todo tipo de ciudadanos del mundo de todas las razas y culturas. Es verdad que a muchos de ellos sólo los verá en el Metro y apenas sí tendrá conocimiento de la menor circunstancia personal, pero tratará con algunos antes o después y, en cualquier caso, su simple vista le será familiar. Por suerte, en la España presente ver a un extranjero ha dejado de ser algo “exótico”.

Aunque, sin duda, lo mejor de Madrid es que no es unívoca sino, más bien, plural y polimorfa. Hay muchos “madriles”, muchos ambientes diferenciados y doy por seguro que cualquiera que vaya allí encontrará su Madrid particular. No se trata sólo de salir de fiesta, lo cual puede hacerse cualquier día de la semana y a casi cualquier hora del día siempre que tengas gente y algo de dinero, sino de todo lo demás: trabajo, estudios. Aquél entorno que busques, lo que sea acorde con tus intereses seguramente estará allí. Pero, no nos engañemos, en Madrid hay de todo y conviven en una singular armonía desde los “anarcas” que “okupan” viviendas vacías hasta la cerrada clase medio-alta del barrio de Salamanca, siempre tan bien vestida, siempre de aspecto distante, pero de trato cordial. Algo que agradeceré siempre de los madrileños es la natural amabilidad con la que puedes tratarles sin que pretendan saberlo todo sobre ti. La afabilidad, que en algunos sitios es fatalmente confundida con la invasión de la intimidad, adquiere en Madrid un nuevo significado.

Por otro lado, la sociedad madrileña no deja de ser generalmente tradicional. Pero, lejos de lo que pueda parecer, un conservador madrileño es, en realidad, más abierto que un “progresista” provinciano. El conservadurismo en Madrid es más bien la pose de quien quiere mostrarse no engañado por la “progresía” que desgobierna otras comunidades autónomas, pero que es, a la postre, más abierto y respetuoso que la media de la población en otros lugares. Seguramente sólo Barcelona podría competir en este sentido con Madrid y es algo que no he tenido el placer de comprobar personalmente. Como comentaba con una familiar y amiga mía, Madrid es una ciudad donde descubrirse. Madrid tiene la virtud de facilitar a la persona el despliegue de todo su potencial para poder así volar hacia sus sueños. ¿Quién no ha vivido en Madrid y no se ha enamorado de ella?

martes, 14 de diciembre de 2010

Discurso de Mario Vargas Llosa por el Nobel

Hace unos días pude disfrutar, no sin cierto retraso, del discurso dado por el Premio Nobel de Literatura de este año, Mario Vargas Llosa, y no quería dejar pasar la oportunidad de compartirlo con vosotros porque es un discurso brillante no exento de momentos muy emotivos.

Esencialmente, se trata de un elogio de la literatura, de la necesidad de la ficción, de la ficción como motor de progreso de la humanidad, pero, también, como arma contra la "insuficiencia" de la vida y, yo diría, contra sus sinsabores. Es un elogio de la democracia y de la libertad, no sin un paseo por el recorrido ideológico y vital del escritor. En su juventud fue marxista –reconoce–, pero luego las desilusiones y algunas buenas influencias intelectuales como Isaiah Berlin o Karl Popper, le hicieron volverse liberal. Pero en definitiva lo más fructífero del discurso reside en la extraordinaria sensibilidad del escritor que destaca la capacidad de la literatura para llegar por igual a todos los seres humanos, su capacidad de traspasar las barreras de los prejuicios, las nacionalidades, las religiones y demás muros que nos separan o que algunos tratan de construir para separarnos.

Para Vargas Llosa la literatura no es un medio de vida. Claro que es su profesión y que disfruta de una posición acomodada por ella, pero para él es ante todo una forma de vivir porque probablemente sin ella, tampoco sin su mujer, no pudiera haber seguido adelante. Y es así como nos lleva a su pérdida del paraíso de la infancia y a la ficción como un refugio. “Mario, tú sólo sirves para escribir” –dice el Nobel citando a su mujer. "¡Menos mal que ha podido dedicarse a ello!" –pensamos los demás con alivio.









sábado, 11 de diciembre de 2010

El antifranquismo en el siglo XXI

Hace unas semanas leí con sorpresa y alegría un par de tweets de mi amigo Israel que decían lo siguiente:

No sé quien es más anafalbeto, el que se cree franquista o el que se cree antifranquista sin haberlo vivido.
Ser antifranquista en el 2010 es como ser anticarlista, esas épocas pasaron, es bueno conocerlas pero no creer que se vive allí.

[1] Todo ello coincidió en plena polémica sobre el Valle de los Caídos, sobre la que yo mismo publiqué y, por la postura que yo sostengo, creo que puedo sentirme identificado entre los analfabetos antifranquistas del 2010. De modo que me alegrará mucho explicar por qué creo que esos dos tweets están en un error (y así de paso mi amigo y yo nos entretenemos un poco). En primer lugar, me resulta curioso como para buena parte de la derecha española no tiene sentido ser antifranquista ahora, pero sí tiene sentido ser antiestalinista, por ejemplo, o sí tiene sentido publicar artículos en Libertad Digital recordando las masacres de Pol Pot y otros déspotas comunistas. Es curioso que tenga sentido ser "antidictaduras comunistas" del pasado, pero sea absurdo ser "antidictaduras conservadoras/militares/eclesiásticas" del pasado. Según uno se oponga a una dictadura u otra se es analfabeto o no y pasar página tiene sentido con unas dictaduras, pero no con otras. ¡Es muy divertido! Parece que el baremo que se aplica tiene algunos fallos.

Una vez sentados estos hechos curiosos de la prensa liberal-conservadora, voy a explicar por qué sí tiene sentido ser antifranquista, ser antipolpot, ser antiestalinista, ser antinazi o antifascista en el 2010. Es muy sencillo, ser demócrata nos lleva inevitablemente a considerar una aberración cualquier forma de gobierno basada en la tiranía y no en el Estado de Derecho y el sufragio. Y es que muchos encuentran argumentos para rebajar el nivel de exigencia política en ese sentido. Argumentos como, por ejemplo, “no podemos juzgar con la mentalidad del presente hechos del pasado”. O, del tipo, “es que dadas las circunstancias”. En el fondo, el débil y ecléctico pragmatismo que coquetea con dictadores de tiempos pretéritos no deja de ser una muestra de falta de convicciones democráticas. Porque sí, es muy fácil ser antifranquista ahora y mucho más fácil aún ser antiestalinista ahora que Stalin es un mal recuerdo y sí, probablemente la mayoría seríamos unos cobardes incapaces de enfrentar unos poderes opresivos de esas características. Es algo para lo que, por suerte, no hemos sido probados todavía por las circunstancias. Pero he aquí el sentido de ser antifranquista ahora. Si queremos que eso no se vuelva a repetir, tenemos que dejar sentados firmemente nuestras convicciones democráticas y buena parte de eso consiste en deslegitimar regímenes totalitarios del pasado. Porque sí, fueran las circunstancias que fueran, es mucho más fácil encontrar pretextos para dictaduras también en el presente si sabemos encontrarlos en el pasado. Lo que debemos hacer, por contra, es ver qué argumentos emplearon en el pasado aquellos que permitieron el ascenso de las dictaduras y rebatirlos. Eso, claro está, siempre que consideremos que una dictadura es intrínsecamente un mal y que merece ser combatida sea cuales sean las circunstancias. La cuestión es ¿de verdad creemos que todas las dictaduras son un mal o, por contra, creemos que algunas son o pudieron ser un mal necesario?

[1] He considerado los tweets de Israel como un pretexto para rebatir posturas que considero generalizadas en cierto sector de la derecha española. La postura personal de Israel, más allá de lo que dicen los tweets, podrá aclararla en un comentario.

Israelem. Eclosion Liberal

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Wikileaks


El secreto diplomático y el secreto de Estado es un gran invento por el cual los gobiernos pueden hacer todo tipo de fechorías y artimañas que seguramente la opinión pública desaprobaría, pero que “las circunstancias” mandan. Digamos que es una suerte de coartada intelectual y jurídica para que la acción del Estado quede en una cómoda sombra, oculta a los inocentes ojos de unos ciudadanos que no están preparados para saber toda la verdad por lo aterradora que es. Y no faltará quien diga que el bien común y los intereses nacionales necesitan esa discreción y, por qué no, esa discrecionalidad: “¡qué el Estado haga lo que quiera!” Es la consigna. Entonces llega Wikileaks y filtra cientos de miles de documentos que muestran a plena luz del día los entresijos de la diplomacia norteamericana y, con ella, muchos asuntos domésticos de multitud de países, entre ellos, España.

Algunos, insisto, dirán que esto no se puede consentir y que las filtraciones son un problema para la seguridad y los intereses nacionales. Vendrán con argumentos pragmáticos justificando la opacidad en la actuación del Estado. Sin embargo, todas estas revelaciones son un servicio fundamental y el papel que juega Wikileaks en todo esto es clave. Tan clave como otras tantas filtraciones históricas que han destapado escándalos como el Watergate. Y es que el Estado, a diferencia de un particular, tiene que estar sometido al escrutinio público en su actuación, especialmente en aquellos asuntos que conciernan a la opinión pública por su interés político y, en algunos casos, incluso jurídico.

En este contexto, Wikileaks es uno de esos fenómenos entrañables de este periodo de la era digital que lamento que pronto veremos con nostalgia: esa época en la que Internet era lento, pero aún era libre. Y es que los distintos gobiernos occidentales ya se han puesto manos a la obra en algo que era más que previsible: silenciar a Wikileaks. Y todo ello por una sencilla razón, lo que Wikileaks ofrece es demasiado bueno para saberse. Si alguien pensaba que las democracias occidentales son paraísos de la libertad, se equivoca. Los Estados democráticos toleran las discrepancias políticas y culturales al uso, pero no están dispuestos a permitir que sus actuaciones sean tan transparentes. Después de todo, también la democracia tiene sus tabúes.

El País. 3 de diciembre 2010.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La reforma constitucional


Una de las “maldiciones” de este país es que nunca hemos conseguido reformar una constitución. Siempre hemos hecho una constitución de nueva planta sin respetar los procedimientos de la anterior y las hemos hecho, con carácter general, de forma partidaria, de ahí la inestabilidad que han padecido siempre. Quizás haya dos excepciones notables, dos casos de consenso, la Constitución de la restauración monárquica de 1876 [1] y, poco después de un siglo, la Constitución de la instauración monárquica de 1978.

A pesar de tener siempre ese defecto, nunca nos hemos desanimado para poner rígidos artículos de reforma constitucional. Siempre que hemos hecho una constitución hemos pensado, cuando menos, que iba a durar mucho si no, eternamente. Lo que nunca pensaban los constituyentes era que una constitución rígida es una hipoteca para el futuro político de un país. La tradición anglosajona, más al contrario, se basa en la flexibilidad. En EEUU, por ejemplo, las primeras enmiendas se añadieron nada más aprobada la constitución porque muchos Estados condicionaron su aprobación a la inclusión de una lista de derechos, a pesar de que las constituciones estatales ya los protegían. Desde entonces, añadir enmiendas ha sido algo de lo más natural y aún conservan, salvo algunos cambios, la misma Constitución que elaboraron los padres fundadores. Sobre los ingleses, en fin, su constitución se basa en una serie de costumbres que hacen que el sistema sea mucho más estable que un texto emanado de un constituyente como el español que muchas veces gozaba de un poder precario.

Nuestro principal problema ha sido que el constituyente buscaba hacer política con la constitución, imponer así un programa político y blindarlo, pero una constitución, por contra, debe ser un texto que permita diversos, incluso contradictorios, programas de gobierno. Ése no es el problema de nuestra actual Constitución. De hecho, se ha mostrado tan flexible en su aplicación como parece ser a simple vista y en esa flexibilidad ha residido su estabilidad, salvo en un aspecto: su reforma. Reformar esta Constitución es tan difícil como lo ha sido siempre en España. Los núcleos duros exigen una mayoría parlamentaria amplísima antes y después de aprobada la reforma además de unas elecciones en medio y un referéndum. Siendo realistas, las probabilidades de que esta Constitución se reforme sustancialmente son muy bajas.

La finalidad de tanta rigidez está clara: evitar que las reformas esenciales se elaboren sin consenso, pero esto, que es tan razonable, es absurdo imponérselo al constituyente del futuro porque, en el fondo, como demuestra la historia, ni la más sensata de las constituciones tiene nada que hacer con un constituyente futuro tozudo y partidario. Sin embargo, una forma inevitable de que se deteriore la vida política es tener una constitución irreformable como la nuestra porque, al final, los errores del constituyente son incorregibles salvo, claro está, con una constitución de nuevo cuño.

Pero el lector se preguntará: ¿si puede haber consenso para una constitución nueva por qué, entonces, no va a haber consenso para una reforma de una constitución rígida? El motivo es sencillo. En una constitución rígida, quien tiene el mayor poder negociador es el sector inmovilista que con tan sólo un 34 % de los escaños ya puede bloquear cualquier posibilidad de reforma. Así, bajo la bienintencionada búsqueda de una reforma consensuada se consigue, en la práctica, que no haya reforma alguna. Por contra, en un nuevo proceso constituyente, quien tiene menor poder negociador es precisamente el sector inmovilista ya que, si se opone a todo, puede acabar desapareciendo como fuerza política en el nuevo régimen si éste funciona. De forma que, paradójicamente, la mejor forma de que haya consenso es que no haya obligación legal alguna de que este consenso exista. Y así sucedió en la transición. Todos tenían muchas esperanzas de que el nuevo régimen durase, de que fuera estable, nadie tenía obligación legal de pactar, pero todos buscaron el consenso porque no querían dar la impresión a la sociedad española de que se quedaban al margen. Todos, claro, salvo Alianza Popular y el PNV. De hecho, AP pagó muy cara esa deslealtad hacia las nuevas instituciones democráticas y no fue hasta 1996 cuando lograron ganar unas elecciones después de haber hecho un completo cambio de cara, de haber absorbido a la UCD y de haberle cambiado el nombre al partido. Fraga seguía mandando en la sombra, pero él ya nunca llegaría a la Moncloa.

En la actualidad, hay varios aspectos importantes sobre los que abordar una reforma constitucional. En primer lugar, la reforma de la corona, un tema intocable ya que muchos temen que se abra la veda de la República, esa bestia negra de muchos, que aún piensan que el fracaso de la democracia en los años treinta se debió a la forma de gobierno republicana y no a la ineptitud de una clase política inoperante, a la situación de grave crisis internacional, a unas minorías políticas radicalizadas y a unos militares cainitas. En segundo lugar, la reforma del sistema territorial para adoptar una forma federal cooperativa que frenaría en seco a los nacionalistas, pero que tanto teme otro sector importante de la política española que ve en la forma federal la desmembración de España. En tercer lugar, la reforma del sistema electoral que, aunque puede hacerse a través de ley orgánica debería ir acompañada de un cambio en la estructura del poder legislativo para convertir el Senado en una cámara de representación de los gobiernos estatales con potestad legislativa única y exclusivamente en aquellos aspectos de competencia compartida. Finalmente, la reforma del sistema judicial, otra reforma que puede hacerse por ley orgánica, pero cuyos elementos esenciales deberían tener rango constitucional, por ejemplo, el nombramiento de los magistrados del Tribunal Constitucional o la formación y las facultades del CGPJ. Todo ello para hacer el sistema más transparente y democrático.

Sin embargo, todas estas reformas que propongo y que creo que son necesarias son un tema tabú. En la coyuntura actual, nadie está dispuesto a emprender una reforma de ese calado. En primer lugar, porque nadie tiene la capacidad para impulsar el proceso habida cuenta de las restricciones que impone el proceso agravado de reforma. En segundo lugar, ni siquiera hay consenso sobre cómo debe ser el Estado en el marco de la actual constitución ¿cómo va a haber consenso para aprobar una estructura federal? Y, en fin, sobre los demás aspectos, tocan tantos intereses del “status quo” que es prácticamente imposible que se plantee si quiera su reforma. Pero el problema de fondo es que no hay una opinión pública mayoritariamente volcada en una reforma de estas características. En este tipo de situaciones, los que ganan son los pragmáticos: ¿a quién le interesa tocar el edificio si más o menos se tiene en pie y funciona? El problema vendrá cuando los problemas se hayan enquistado de tal forma que sea imposible abordar su solución sin un cambio de régimen y, en ese sentido, hay varios aspectos que pueden deteriorar mucho la vida pública, principalmente, la cuestión electoral y el sistema territorial. ¿Cuándo será el pueblo español lo suficientemente maduro como para afrontar estos temas sin complejos ni castellanismos absurdos?

[1] Fe de erratas: la Constitución de la restauración monárquica no se promulgó en 1874, que es cuando se alumbra el nuevo régimen sino en 1876.

sábado, 4 de diciembre de 2010

DESAYUNO EN TIFFANY'S


Truman Capote
Anagrama. Colección compactos.
97 páginas.

A menudo se ha dicho que esta breve novela es suficiente para consagrar a un autor, aunque Truman Capote no sólo destacó por ella. Desayuno en Tiffany's es la historia de una joven, Holly Golihgtly, contada desde la perspectiva de un vecino suyo, escritor de poco éxito y amante platónico. El estilo, lleno de vivacidad, nos trasporta a la provisionalidad y a la precariedad del devenir de la protagonista que, de vida desconocida y aparentemente heterodoxa, se deja seducir por la noche neoyorkina y el dinero fácil de un capo de la mafia al que visita semanalmente en la cárcel. La independencia, pero también la fragilidad se palpan en una existencia, la de Holly, que, construida sobre el exilio de un pasado difícil, parece no tener un futuro claro, sin que el desenlace parezca sorprendente. El desayuno en Tiffany's no es más que el anhelo de una vida de glamour que, si fue, no tuvo nada de glamurosa y que, en cualquier caso, ya nunca será. Después de todo, aquello no era más que un espejismo, el vano deseo de quien no sabe qué rumbo dar a su vida.

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lunes, 29 de noviembre de 2010

CiUPyDanos


Por más que Antonio Robles y, especialmente Rosa Díez, se hayan empeñado en recalcar que UPyD no es lo mismo que Ciudadanos como coartada a su negativa a pactar una concurrencia conjunta a las elecciones, el electorado catalán ha elegido, creo que adecuadamente, por revalidar a Ciudadanos en el Parlament. Y es que, aunque probablemente mucha gente no lo supiera, el partido de Rosa Díez, porque es su partido y no el de nadie más, necesitaba un varapalo electoral. Desconozco si el motivo de ese varapalo es la crisis interna de UPyD, incluyendo los serios problemas que tuvieron en Catalunya, o si es simplemente desafección hacia una marca nueva que tanto se parece a una ya conocida Ciudadanos.

En cualquier caso, sea lo que sea, a lo mejor sí va a resultar que UPyD y Ciudadanos sí van a ser distintos. Y no me refiero a las pequeñas diferencias de programa o ideario sino a la forma de hacer. Si hay una cosa clara después de la purga magenta que organizó Rosa Díez, es que ella no está dispuesta a que nadie más discrepe en UPyD. Poco a poco ha conseguido centralizar un movimiento de bases y convertir a la Dirección en la infalible e inquisidora voz de la regeneración democrática (¡qué paradoja!). Es algo muy jacobino y parece que de eso era de lo que se trataba después de todo.

Ciudadanos, por contra, ha superado una crisis interna y ha vuelto a enfrentarse a las urnas, parece ser, con democracia interna y, finalmente, con éxito. Dejadme que desconfíe de lo primero, de la democracia interna en Ciudadanos, porque en esto soy ya bastante escéptico. Pero, dejando esto a otro lado, sí hay un gesto que honra a Albert Rivera frente a Rosa Díez: su sincera voluntad de pactar esa concurrencia conjunta, su firme creencia, puesta sobre la mesa, de que hace falta un tercer partido bisagra nacional en España y su voluntad de llegar a un acuerdo en ese sentido. Si el pacto no llegó, es por la negativa personal de Rosa Díez. La negociación estaba abortada desde el primer momento y el acuerdo era imposible porque, en una formación conjunta, las perspectivas de que Rosa Díez siguiera mandando con mano de hierro eran prácticamente imposibles, como mínimo, se habría visto obligada a consensuar con los hombres fuertes de Ciudadanos y eso, oculto bajo el eufemismo de que ella quiere la “misma voz en toda España”, era lo que no quería.

Así que después de las elecciones catalanas, los españoles tendremos que conformarnos con dos partidos nacionales bisagras, uno en Madrid y otro en Barcelona. Y aquí es cuando el PP y el PSOE saltan de alegría porque UPyD y Ciudadanos son, por separado, un pequeño estorbo, juntos serían una molestia en condiciones. Ahora, gracias a que Rosa Díez no quiso sumar fuerzas para no perder poder autocrático, los españoles estaremos abocados a lo de siempre: o una derecha cavernícola que se calla antes de las elecciones para parecer moderna o una izquierda derrochadora que aún puede llevarnos a la catástrofe con un hipotético rescate de España. Pase lo que pase, la opción de hacer fuerza con ese tercer partido ha pasado. ¿Y todo por qué? Por la terquedad hispana y, como diría José Mota, por el ansia viva.

17 de septiembre de 2009.

sábado, 27 de noviembre de 2010

“El comunismo es bueno en la teoría, pero no puede aplicarse”


Uno de los lugares comunes más frecuentes en la “teoría política” popular es que el comunismo es bueno en la teoría, pero que no puede aplicarse. Así, mucha gente, dormida en la autocomplacencia, cree haber matado las utopías para siempre. Nada más lejos de la realidad, el comunismo es probablemente una de las mayores aberraciones intelectuales producidas por la especie humana. De hecho, como propuesta política, ni siquiera es original, pues, ya el sistema de gobierno platónico era esencialmente lo mismo que la propuesta marxista. Pero, ahondemos en la cuestión.

Esa proposición puede referirse a la última fase de la dialéctica marxista, a la sociedad sin clases, que es propiamente el comunismo en la teoría. Pues bien, algunos han visto aquí una bella exposición teórica imposible de realizar. Pero ¿cómo puede ser la uniforme sociedad sin clases marxista algo deseable ni siquiera utópico? Aquellos que ven belleza en la muerte de la pluralidad, en la más horripilante uniformidad, deberían revisar su concepto de belleza. La sociedad sin clases marxista es intrínsecamente una negación de lo que el ser humano es en tanto espontáneo, impredecible, emprendedor, derrochador o prudente, en tanto que desigual en definitiva. Pretender una sociedad sin clases (no olvidemos que las clases no dejan de ser una simplificación marxista muy gruesa) es pretender la muerte misma de lo humano: la conversión de éste en una suerte de máquina homogéneamente programada porque ¿cómo podemos pretender que, aún haciendo tabla rasa, no reaparezcan las diferencias económicas por los diferentes temperamentos? Eso suponiendo que en el esquema marxista de sociedad sin clases vuelva a tener alguna posibilidad la iniciativa individual y el libre asociacionismo.

Otro “pequeño” aspecto que muchos pasan por alto cuando hacen esa afirmación nada baladí que me sirve de título es la forma en que esa sociedad comunista es alcanzada. Según Karl Marx, el capitalismo ha creado unas clases sociales: la capitalista y la proletaria, junto con un sistema de explotación de una sobre otra, sistema que sólo revierte por una revolución obrera que haga que la clase explotada sea ahora la capitalista, que dejaría en teoría de existir, pasando a reintegrarse finalmente en la clase obrera porque, en la fase intermedia de la revolución, todos serán obreros del Estado socialista en lo que se conoce como dictadura del proletariado. La teoría marxista se complementa a la perfección con los postulados de Vladimir Ilich Lenin en “El Estado y la Revolución” donde sostiene el papel predominante que debe ejercer el Partido en la dirección del proceso revolucionario y en el posterior asentamiento “transitorio” del poder del Estado socialista. De modo que para llegar a esa sociedad sin clases tan “bella” es preciso pasar por un proceso, generalmente cruento, de revolución y, ¿todo para qué? Para que el Partido tome el poder y convierta el antiguo Estado burgués en una dictadura socialista en la que ya no existan distintos patrones en libre concurrencia en el mercado sino un único patrón que, además, contará con el poder coercitivo de un Estado sin las garantías jurídicas propias del Estado liberal. En definitiva, acaba con muchos pequeños “monstruos” (los patrones capitalistas) para crear un gran monstruo estatal, también capitalista, y en el que los oprimidos proletarios pasen a ser todos los antaño ciudadanos. Lógicamente, ni para Karl Marx ni para Lenin el Estado socialista supone ningún problema porque ellos eran precisamente los que esperaban liderar ese Estado (Lenin lo consiguió). Pero no deja de ser evidente que la propuesta marxista de un Estado totalitario socialista no deja de ser descabellada. Para ellos, todo eso se legitima por la necesidad de un liderazgo intelectual que conduzca adecuadamente a la clase obrera porque, ya se sabe, la arrogancia de estos “sabios” se atribuye la paternalista facultad de decirle a los demás lo que tienen y no tienen que hacer. ¿Cómo puede una persona razonable pensar que darle un poder absoluto a alguien es una buena solución para cualquier problema? Pues ésa es la propuesta marxista y la de todos los partidos comunistas desde entonces.

Esto, lógicamente, también llamó poderosamente la atención de pensadores libertarios como Mijail Bakunin o Benjamin Tucker. El primero, cuando fue expulsado de la Primera Internacional por Karl Marx, le acusó, con razón, de querer erigirse en un dictador mundial. El segundo, en un excelente artículo “Socialismo de Estado y anarquismo: en qué se parecen y en qué difieren” expone claramente las perversiones del modelo marxista. Con esto quiero poner de relieve que incluso desde la izquierda obrera y revolucionaria ha habido quienes han tenido muy claro desde el principio que la solución a la opresión que es, esencialmente, el Estado, no puede ser un Estado absoluto como el de los marxistas. Todas estas perversiones prácticas del socialismo real no eran más que las consecuencias lógicas de una teoría política fea y peligrosa. Porque, sólo un ingenuo angelote barroco pensaría que puede constituirse un poder absoluto sin provocar absolutos abusos de poder.

martes, 23 de noviembre de 2010

El Valle de los Caídos y las coartadas históricas

Los que nos recuerdan que ese monumento al oprobio está ahí

Siempre que llega el 20 de noviembre, cuatro desnortados nos recuerdan que España tiene aún una herida que restañar. Y ¿por qué nos lo recuerdan? Porque hacen patente como hemos ido dejando que todos los 20N se humille a las víctimas de la guerra civil y del franquismo en un monumento, el Valle de los Caídos, erigido por el dictador, con presos republicanos para honrar su memoria y supuestamente también la de todos los caídos, incluso la de aquellos que jamás habrían consentido ser enterrados allí, como muchos republicanos.

La cuestión es ¿cómo conseguir que un lugar como ése cambie su simbolismo? ¿Cómo evitar que el Valle de los Caídos siga siendo un agravio para los españoles y nuestra democracia? El primer paso dado por el gobierno no está mal. Consiste en prohibir que se exhiban símbolos franquistas allí. Los que quieran honrar a Franco el 20N que lo hagan en otro sitio. Sin embargo, no habremos resuelto el problema hasta que Franco y José Antonio, como mínimo, dejen de yacer allí. Y tampoco sería mala idea convertir el templo un un museo como el del Holocausto, en el que se recuerden los horrores de la guerra y de la represión posterior. Es lo que han hecho muchos países con dictaduras en su pasado. Países, quizás, más valientes que nosotros, no avergonzados en plantarle cara a los fantasmas del pasado, no acomplejados en reconocer que toda dictadura es un error y que la suya también lo fue.


Franco y Hitler

Sin embargo, aquí se plantean muchos problemas. Para empezar, el mantenimiento del templo corre a cargo del Patrimonio Nacional, el propio templo fue construido por el Estado y, sin embargo, no es del Estado. Una solución sería expropiarlo y convertirlo en un museo nacional. Pero, claro, los católicos, arropados por todos los “think tanks” y los medios “liberales” van a clamar al cielo indignados diciendo que es un ataque inaceptable a la libertad religiosa, como si les hubiera importado, por ejemplo, la libertad de los presos republicanos que construyeron ese despropósito, esa vergüenza nacional. Van a decir, claro, que no se puede gastar tanto dinero en tiempos de crisis en cosas “tan poco importantes para la gente de a pie”. Perfecto, que se ejecute la medida dentro de unos años, cuando entremos en un crecimiento sensato otra vez. Pero, en cualquier caso, se harán las víctimas. ¡Pobrecitos! Su derecho a conservar un monumento al oprobio, que es un derecho humano como todo el mundo sabe, se vería conculcado.


Franco y el Cardenal Segura

El problema de fondo y esto ya lo he dejado por escrito en un comentario en el blog de Israel, es que, por alguna misteriosa razón, buena parte de la derecha española aún tiene la necesidad de justificar el franquismo porque aún lo considera un mal menor. A nadie se le ocurriría decir que Hitler o Mussolini fueron un mal menor porque libraron a sus respectivos países del comunismo y, sin embargo, esa idea sí funciona en buena parte de la derecha española. La idea de la “inevitabilidad” del franquismo es todavía un hecho en la cabeza de muchos. Y, en el fondo, lo que subyace es una identificación con el esquema de valores del dictador que torna en una especial indulgencia la actitud de algunos conservadores hacia sus desmanes. Va a resultar después de todo, que el franquismo no está tan en el pasado como a algunos que “quieren pasar página” les gustaría, pero no porque los de la memoria histórica estén tratando de hacer justicia sino porque aún hay más de uno que no tiene problemas en buscar disculpas a ese periodo ominoso.

El País. 20 de noviembre 2010

sábado, 20 de noviembre de 2010

Invictus (2009)

I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

La película estrenada por Clint Eastwood el año pasado y protagonizada por Morgan Freeman y Matt Damon nos traslada a la Sudáfrica de los años noventa, a un país dividido por los rencores sociales, con unos blancos temerosos del nuevo poder negro y con unos negros que buscan restañar las viejas heridas creando unas nuevas. En este contexto tan difícil, Morgan Freeman (como Nelson Mandela) sabe conducir hábilmente la afición por el rugby de los blancos con el mundial de 1995 en el que son anfitriones. Lo que antes era símbolo de división, de opresión, de humillación de una raza sobre otra, se convierte en el símbolo de un país que ha conseguido perdonar y mirar al futuro. Con la inestimable ayuda del capitán del equipo, Matt Damon (como François Pienaar) y de un excelente mundial, Sudáfrica, antes al borde de la autodestrucción, grita unida en el júbilo por la victoria en un deporte que ya es de todos. Para esta generación de jóvenes para los que Nelson Mandela era ya un político sudafricano retirado, premio Nobel de la Paz, descubrir esta figura a través de esta película es redescubrir el poder de la compasión y del perdón por encima del odio, la venganza y la violencia: una forma de hacer política cuando la política es verdaderamente necesaria, cuando se trata de salvar a un país de la guerra civil y reconstruirlo sobre su reconciliación. Puede que por ello a veces sufra la justicia, pero ¿qué mejor justicia que dejar un país reconciliado para el futuro?


martes, 16 de noviembre de 2010

Las ideologías en el siglo XXI

A estas alturas de siglo, las ideologías pintan bastante poco por una sencilla razón: hay una ideología hegemónica, a saber, la democrática. Entorno a la defensa del sistema de gobierno democrático están, eso sí, diversas corrientes ideológicas integradas: la socialdemocracia, el conservadurismo y el liberalismo con toda su heterodoxia. No obstante la hegemonía del movimiento democrático, no está de más recordar que hay divergencias dentro de esa forma de pensamiento, de ahí que sea democrático en el sentido moderno del término. Tampoco está de más recordar que las tradicionales divisiones entre izquierda y derecha están más que superadas. Por ello, para este análisis he considerado apropiado elaborar un gráfico que recoja las distintas ideologías en función del efecto que dos variables tienen en la libertad individual.
Las dos variables seleccionadas son “estatismo” y “moralismo”.

Figura 1

Así, un mayor estatismo implica un menor grado de libertad individual y del mismo modo sucede con el moralismo. No obstante, antes conviene aclarar a qué me refiero exactamente por “estatismo” y “moralismo” porque, sin duda, el moralismo es otro tipo de estatismo. La variable “estatismo” que manejo en el gráfico alude al tamaño del Estado deseable para la ideología, eso incluye la intervención pública en la economía, pero no sólo en la economía. También puede aludir a las funciones de seguridad que postula la ideología (o a su ausencia) y al militarismo. Por contra, el moralismo alude no ya al tamaño del Estado sino al nivel de legislación de carácter moralizante de éste, lo que es bien distinto. Se puede prohibir, por ejemplo, el tráfico de bebidas alcohólicas en un país con un Estado pequeño como los EEUU de los años de la ley seca, lo que aconseja un análisis separado de ambas variables. Por contra, también puede haber un cierto nivel de moralismo en una ideología que, como el anarcocolectivismo, propugna la extinción del Estado. Así, propongo superar los viejos conceptos de izquierda y derecha por un nuevo concepto que integre a éstos y los combine con la altura. Puede sonar absurdo, pero es más interesante hablar de izquierda alta, media o baja, y de derecha alta, media o baja.

Pasaré, pues, a un análisis más detallado de cada ideología y su ubicación. Empezaré por las más restrictivas de todas: el comunismo y el fascismo. A este respecto, conviene recordar que no he considerado la supuesta bondad o maldad de los fundamentos de una ideología sino el efecto que sus postulados tiene para la libertad individual [1]. Así, tanto fascismo como comunismo están a un nivel exorbitante de restricción de la libertad desde ambos puntos de vista. El fascismo, por ejemplo, propugna un Estado menos intervencionista económicamente, pero con un mercado altamente planificado y, generalmente, con una economía dirigida de guerra porque el fascismo, por su militarismo, suele llevar inevitablemente a la guerra. Esto hace que sea una ideología tan estatista como la comunista a pesar de su relativa mayor manga ancha económica. Por otro lado, el fascismo es altamente moralizante porque supedita la vida de los individuos al bien del Estado (a nivel étnico, de fomento de la natalidad, de belicismo). Las consecuencias son muy perversas como se ha podido ver en la Alemania del III Reich o en la Italia de Mussolinni. El comunismo, por contra, de un menor militarismo, suele centrar su opresión sobre el mercado, que está más intervenido generalmente que en un régimen fascista. A la larga, el comunismo es probable que lleve igualmente al imperialismo. Sucedió con la URSS y es una tendencia natural en este tipo de regímenes. Finalmente, según el cuadro, tanto fascismo como comunismo son una ideología de “derecha alta”.

Una vez analizadas las ideologías totalitarias, analizaré las democráticas. En primer lugar, la socialdemocracia propugna un Estado fuertemente intervencionista en lo económico para hacer frente a unos servicios esenciales prestados por empresas públicas u organismos de titularidad estatal. Sostiene, pues, a diferencia del liberalismo, la necesidad de que los bienes de producción de los servicios esenciales sean de titularidad estatal. Por otro lado, la socialdemocracia suele promover medidas menos “moralizantes” que los conservadores, además de haber contribuido a desarmar el “Estado puritano” de la postguerra mundial. No obstante, los liberal-progresistas propugnan desarmar aún en mayor medida parte de la legislación puritana que aún se encuentra en las sociedades occidentales y que eluden problemas tan importantes como la prostitución o la droga. Así, la socialdemocracia es una ideología de “izquierda medio-alta”.

En segundo lugar, el conservadurismo tiende a conservar, como su nombre indica, los desarmes del “Estado puritano” promovidos por la socialdemocracia, pero, cuando éstos se proponen, siempre se oponen. Cuando hay avances, intentan detenerlos por todos los medios, sin embargo, cuando éstos se han asentado, los sostienen. Por ello, el conservadurismo tiene un tinte moralizante mayor. Acerca de su estatismo, suelen sostener posturas más cercanas al liberalismo, pero sin tocar las joyas de la corona del Estado del Bienestar. De este modo, el conservadurismo se configura como una ideología de “centro medio”.

En tercer lugar, he dividido el liberalismo en dos corrientes: progresista (izquierda medio-baja) y conservadora (centro medio-bajo). Baste decir que ambas sostienen políticas económicas liberalizadoras que empequeñezcan al Estado sin perjuicio de la garantía de los servicios esenciales que pueden prestarse en régimen de libre mercado con subvenciones directas a las familias de rentas más bajas (función de subsidiariedad del Estado). Los liberales progresistas, además de querer “desarmar” el Estado del Bienestar, buscan avanzar más en el desarme del “Estado puritano”. Ese deshacer, en cualquier caso, es el rasgo esencial del liberalismo: ampliar el ámbito de autonomía individual frente al poder coercitivo del Estado. El liberalismo conservador, en contradicción con este principio, sostiene posturas moralizantes similares al conservadurismo.

Para terminar, sólo queda un tercer bloque ideológico por analizar: las corrientes libertarias, que son muchas más, pero que he agrupado en dos, a saber, el anarcoindividualismo (izquierda baja) y el anarcocolectivismo (centro bajo). Ambos buscan la extinción del Estado, se sitúan, por consiguiente, en lo más bajo del cuadro. Sin embargo, frente al máximo laissez faire del anarcoindividualismo, el anarcocolectivismo propone un tipo de intervención que, si bien no puede llamarse propiamente estatista, es, en cierto sentido, moralizante. Desde un punto de vista meramente económico, ese intervencionismo se muestra en forma de colectivizaciones y en la ulterior autogestión obrera. Como es sabido, sin protección de la propiedad privada no puede haber libertad plena en su sentido negativo (ausencia de injerencia), al menos no en la medida en que la expropiación en sí es ya una injerencia que alcanza su grado máximo en el comunismo y en el anarcocolectivismo (por la ausencia de garantías legales e indemnización). Si el primero expropia para el Estado (nacionalización), el segundo expropia para los trabajadores de la fábrica en cuestión (colectivización). La otra cuestión en la que el anarcocolectivismo se muestra especialmente perjudicial para la libertad es el de la “libertad de conciencia”. Su particular belicosidad hacia la religión no deja de tener, aunque en un sentido opuesto al conservador, un efecto moralizante patente.

De esta forma, las ideologías pueden dividirse en tres bloques: el totalitario, de “derecha alta”; el democrático, de “centro-izquierda media”; y el libertario, de “centro-izquierda baja”. Con esto, las viejas simplificaciones alcanzan un sentido mucho más pleno, eso sí, desde un punto de vista de la libertad individual.

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[1] Sobre los fundamentos teóricos de ambas ideologías, que no he tenido en consideración a la hora de elaborar el gráfico, adelanto que son igualmente perversos para la libertad individual contra la opinión general de que “el comunismo es muy bonito en la teoría, pero no funciona en la práctica”. Acerca de esta cuestión publicaré otro artículo.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Visita de Ratzinger a España

La visita de Benedicto XVI a España no nos ha gustado a muchos, no porque no pueda ir a España, puede hacerlo cuando quiera, sino por los mimos y atenciones de las autoridades y por los gastos que comporta para el erario público. Y, no, la excusa que muchos procatólicos emplean: “es que el Papa es un jefe de Estado extranjero y, como tal, merece esas atenciones” no cuela. No nos lo creemos. Ningún jefe de Estado va de visita a un país extranjero y le dice lo que tiene que hacer con su legislación interna. Así que si Benedicto XVI quiere tener las atenciones de un jefe de Estado, que vaya de visita y no a meterse en asuntos de política interna que tienen que discutir, en su caso, nuestros políticos y no los teócratas de una potencia extranjera.

En cualquier caso, la excusa es aún más ridícula teniendo en cuenta que no se trataba de una visita oficial. Benedicto XVI ha ido a España a conciencia con la intención de perpetrar una injerencia en temas domésticos y, encima, los reyes y demás autoridades, incluyendo a algunos socialistas, le miman. Por eso quiero que mis representantes sepan que me avergüenzan y me abochornan. Que ese señor, representante de una de las pocas dictaduras de Europa, vaya a mi país y le traten con tanta cortesía... Prefiero con creces el sutil cinismo y la fina distancia con que lo recibieron en el Reino Unido hace un par de meses. Al menos, alabo que hubiera poca asistencia por parte del público y protestas en Barcelona. Eso dignifica a esa ciudad.

Sin embargo, para colmo, el gobierno suspende la tramitación de la Ley de Libertad Religiosa y unos padres de Almendralejo consiguen, por fin, que el colegio público al que van sus hijos sea condenado a retirar los símbolos católicos. Ambas noticias son indignantes. La primera, porque pone en evidencia lo de siempre: que en España el PSOE, o cualquiera que quiera la libertad religiosa por más que le pese a la iglesia, tiene que pedir perdón por ser un progre "quema-iglesias". La segunda, porque a estas alturas de película parece mentira que España sea una democracia si la educación pública sigue tomada por las tradiciones católicas. Que unos padres tengan que lidiar la que han lidiado para tan pequeña, pero simbólica conquista es bochornoso. ¿Dónde queda el Estado de Derecho? ¿No es suficiente pedir el cumplimiento de la norma a la Administración? Se ve que no.

En cualquier caso, me alegra haber leído el artículo de Fernando Savater “¿Hasta cuándo?”, publicado en El País el martes. Por lo menos, queda alguien sensato capaz de sostener su voz contra la masa “genuflexa” que alaba al ex gran inquisidor como un intelectual. Os dejo algunos extractos que me parecen esclarecedores:

¿Acaso aún no han aprendido que la Iglesia es insaciable y se toma todas las concesiones sin agradecimiento por lo que se le da y con aire ofendido por lo que aún se le niega?
El Papa denuncia el terrible laicismo de España no solo a pesar de que recibe en su viaje la pleitesía exagerada de todas las autoridades civiles, no solo pese al financiamiento y privilegios fiscales de la Iglesia, no solo a pesar de que se mantiene el concordato de origen franquista que impone la presencia clerical en la educación y hasta en el ejército, sino por los terribles agravios y la "persecución" que sufre por parte de un Parlamento que legisla sobre el aborto o sobre el matrimonio homosexual sin obedecer al clero y que hasta pretende sustentar una asignatura de educación cívica que no cuenta con el níhil óbstat episcopal.
[Ratzinger] Destaca precisamente en teología, una de las ciencias más útiles y con mayor futuro, la única que inventa su objeto mientras dogmatiza sobre él. Por eso puede establecer con especial autoridad la relación entre verdad y libertad. Porque la verdad no es una función que se alcanza a través de la razón que observa, experimenta y deduce, sino la revelación que llega por la boca del que habla desde la infalibilidad. ¡Abajo el relativismo, escuchemos al Absoluto! Y la libertad, claro, es la de obedecer no a humanos vulgares y a las leyes por ellos consensuadas, sino a quienes representan e interpretan el poder de lo sobrehumano...
El Vaticano es una especie de Arabia Saudí pero decorada por Miguel Ángel y Rafael, lo cual es una gran mejoría estética, aunque en cambio representa poco avance político.

Espero que, al menos, esto les haga reflexionar a algunos "progresistas".


El Papa descansa ya en Roma tras su visita a España


martes, 9 de noviembre de 2010

La construcción de una dictadura: Venezuela (XIII)


Las expropiaciones se han disparado en Venezuela este año y es que el presidente Hugo Chávez está dando un impulso importante a su proceso "revolucionario". Muchas de estas expropiaciones se han llevado a cabo de facto y sin respetar la normativa venezolana. La situación de los ciudadanos es de tal indefensión en ese sentido que cuesta creer que aún haya gente que dé crédito a la calidad democrática de ese país.
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El Mundo. 20 de septiembre 2010.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Benjamin Tucker. Socialismo de Estado y anarquismo: en qué coinciden y en qué difieren


Estados Unidos tiene una importante tradición anarquista, especialmente de la que ha sido denominada anarcoindividualismo o anarquismo filosófico y que cuenta en el anarcocapitalismo (Rothbard principalmente) una de sus tendencias contemporáneas de mayor importancia. La mayor parte de esa tradición se fraguó en el siglo XIX con pensadores como Spooner, Thoreau, Godwin, Spencer o Stirner. Benjamin Tucker puede contarse entre ellos como un seguidor de la corriente iniciada por Pierre-Joseph Proudhon en Francia conocida como mutualismo y que basa sus premisas en la teoría del valor trabajo.

El texto que traigo hoy se refiere a las diferencias entre el socialismo autoritario, lo que conocemos simplemente como socialismo o comunismo, y el anarquismo. Supone una interesante aproximación a los postulados de la corriente mutualista, que hunde sus raíces en ciertos postulados de Adam Smith, y deja bien claras las diferencias entre los postulados libertarios de esta postura auspiciada por Proudhon, Warren o Tucker y las posiciones autoritarias de Karl Marx.

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martes, 2 de noviembre de 2010

EL CONTRATO SOCIAL


Jean-Jacques Rousseau
Busma.
175 páginas.

Éste es uno de los grandes clásicos de la ciencia política y todo un reto para el lector, que deberá emplearse a fondo frase por frase y que, aún así, no acabará de sacar conclusiones contundentes. No es que Rousseau sea un autor incomprensible o inabarcable sino que ni él mismo consideraba posible entender por completo este breve ensayo suyo. La obra se estructura en cuatro libros. De ellos, los que considero más interesantes (y más acertados) son los dos primeros.

El primero de todos, aquél en el que plantea la diferencia entre el estado de naturaleza y el estado civil, es una afirmación de la convencionalidad de las sociedades humanas, donde la libertad natural, expuesta a los abusos que en el estado de naturaleza puede ejercer el más fuerte, es sustituída por la libertad civil. La sociedad está compuesta por ciudadanos con derechos y libertades civiles, no ya naturales, que serán al mismo tiempo soberanos y súbditos. Soberanos en tanto que sólo corresponde al cuerpo político (a la voluntad general) establecer deberes para los integrantes de ese mismo cuerpo político, ahora como súbditos de las propias leyes que han aprobado. Será en el segundo libro cuando se haga una afirmación rotunda de la ley como expresión de la voluntad general y del cuerpo político como legislador, que sólo debe encargarse de los asuntos generales, de aprobar leyes y no de aprobarlas, cuestión que alejaría al cuerpo político de la voluntad general para centrarlo en asuntos particulares. En su tercer libro, trata el gobierno y sus formas, con diversas afirmaciones más que cuestionables. Aunque su mayor aportación es la de dejar claro que esta función, la de gobernar, no se ejerce más que por mera delegación o mandato de los soberanos, los ciudadanos, que pueden cambiar el gobierno cuando quieran (esto le acarreará serias dificultades a Rousseau). El último libro, el cuarto, es más un cajón de sastre, un epílogo, sin olvidar la importancia de alguno de sus temas en el conjunto de la obra, a saber, el capítulo sobre la religión civil.

Es evidente que las repercusiones de una obra como ésta fueron importantes y aún hoy es interesante su lectura, para el mejor conocimiento de algunos acontecimientos históricos y para la mayor comprensión de los valores y principios que sustentan nuestro sistema democrático.

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sábado, 30 de octubre de 2010

El "Tea Party": mucho de partido, poco de festivo.

Hay una especie de ley natural en política que puede resumirse en lo siguiente:

- Cuando la izquierda llega al poder, la derecha dice que la nación y la libertad está amenazada.
- Cuando la derecha llega al poder, la izquierda dice que el Estado del Bienestar está amenazado.

Todos sabemos que nada de eso pasa. Ni la derecha deja de ser socialista ni la izquierda deja de ser patriótica. Pero es una especie de ecuación que "equilibra", por no decir tensa, la vida pública. Y, así, cuando Zapatero llegó al poder, muchos conservadores, hablaban de destrucción de la nación española, discutida y discutible, etc. Ahora le toca el turno a la derecha norteamericana y, especialmente, a un pequeño grupúsculo alimentado por la FOX que se ha dado en llamar el "Tea Party", como si fueran una especie de genuinos representantes de los amotinados del Té en Boston antes de la Guerra Revolucionaria. Venga, por favor, todos sabemos que el "Tea Party" habría apoyado a los británicos. ¡No veis que son los conservadores! Un señor como el honorable Thomas Paine, clave en la Revolución con su manifiesto “Common Sense”, hubiera sido calificado como un lunático y, sin duda, como un socialista, si ese término hubiera existido, por aquellos que ahora se dan en llamar “Tea Party”. Porque Tomas Paine apoyaba ciertas medidas de protección social en una época en la que el socialismo ni existía como ideología (claro que las expuso en su mayoría después de la Revolución Americana, quizás por ese lado se hubieran salvado los del "Tea Party"). Así que, en fin, una vez dicho esto. El “Tea Party” es, digamos, uno más de estos grupos conservadores con tres monos y dos sillas en la cabeza. Por un lado, tienen ideas relativamente sensatas sobre el papel del Estado, son firmes defensores de la libertad de empresa y creen que el Estado no está para crear empleo sino para proteger nuestros derechos que no han sido reconocidos por el Estado sino que nos son inherentes en tanto personas. Hasta ahí bien, no voy a entrar en la justificación religiosa de su iusnaturalismo, pero la divinidad es perfectamente prescindible en esa postura y tampoco voy a entrar en el grado de intervención estatal deseable porque parece que hay ciertos derechos como el de la salud que ellos no ven tan fundamental. Sin embargo, por otro lado, tienen ideas curiosas sobre la prohibición de la discriminación racial en negocios privados, sobre la homosexualidad, sobre el aborto o sobre la teoría de la evolución de las especies de Darwin. Digamos que, en general, no son muy amigos de la ciencia y que, en algo, le dan un aire a los puritanos que poblaron ese país hace más de dos siglos.

El martes próximo, se celebran elecciones legislativas en EEUU y el "Tea Party" presenta sus candidaturas. Ramón Lobo, autor del blog En aguas internacionales de El País, hace una interesante selección de vídeos (Tea Party, ¿solo o con mala leche?), incluyendo discursos y entrevistas de algunos de los candidatos. Algunas declaraciones son verdaderamente escalofriantes. Yo confío en que poca gente se crea la bola que están vendiendo, eso de que son los adalides de la libertad porque, nada más lejos de la realidad, son los abanderados de la represión, de una represión mucho más sinuosa y oculta que la estatal, la represión puritana. Sí, la nueva Seguridad Social de Obama será una "amenza" para todos aquellos enfermos que no puedan permitirse el tratamiento y que ahora estarán cubiertos por el "maligno" gobierno federal, pero esta gente, el “Tea Party” es una amenaza para todos aquellos que no comparten su tradicional estilo de vida.

En cualquier caso, los terceros partidos en EEUU siempre han sido movimientos efímeros a la sombra de un bipartidismo mucho más estable aunque tampoco exento de cambios. Sin embargo, eso no quita que sean partidos con cierta relevancia, especialmente si se trata de unas elecciones legislativas como las del martes. Veremos hasta qué punto el "Tea Party" canaliza el malestar de los WASP contra el primer presidente negro de EEUU.


El País. 27 de octubre 2010.

El Mundo. 22 de octubre 2010.

El País. 6 de febrero 2010.





Increíble la habilidad de Sarah Palin para eludir la primera y muy incómoda pregunta de la periodista.


El discurso de Marco Rubio es brillante, muy emotivo, cargado de dramáticas historias personales y, también, con sentido del humor, pero no he podido evitar estremecerme cuando dijo que a los terroristas que quedaran con vida los capturarían, sacarían la información útil de ellos y los llevarían a la justicia ante un Tribunal Militar en Guantánamo, todo ello entre las risas y la ovación final de un auditorio entregado a la causa de la seguridad nacional caiga quien caiga. Que cada cual entienda lo que quiera por "sacar la información útil", se ve que estos señores defienden los derechos individuales según las acusaciones que se formulen contra alguien. Curiosa concepción universalita de los derechos humanos.