sábado, 29 de enero de 2011

REDES: "Pequeños soles en la Tierra"

En este programa, Eduard Punset entrevista al físico Steven Cowley, que trabaja en la energía nuclear de fusión y nos trae los últimos avances de la que se dice que será la energía del futuro. De todo lo que nos presentan en el programa, lo que más me ha llamado la atención, además de la eficiencia de este tipo de energía, es el aparente poco espacio que necesita. Considerando que eso ahora no es así en los experimentos que se están realizando, me gustaría que hubieran aclarado esto un poco más. En cualquier caso, los plazos que se manejan ahora son de casi tres décadas hasta que pueda comenzar a abastecerse la red eléctrica con enegía de reactores de fusión.

A modo de curiosidad, destaco uno de los datos que dan: con el litio que contiene la batería de un portátil y el agua de media bañera se pueden satisfacer las necesidades energéticas de un europeo medio durante 30 años.

martes, 25 de enero de 2011

Hopeless generation?

A few days ago I read some news saying that the German Chancellor, Angela Merkel, is considering the possibility of offering a job to young unemployed and qualified Spaniards such as engineers. The truth is that the German economy is growing, unemployment rate is decreasing and the industrial sector is having several difficulties to find qualified professionals.

In this situation, my main concern is how is this possible. How is possible that a country like Spain has the most qualified work force ever in its history without any expectation? How is possible that Spain has invested so much in their education without being rewarded? What have we done wrong? What is our problem as a country? It is pretty clear that our industrial sector is completely unable to offer this young and qualified graduates the future they deserve, but it is less clear that other countries such as Germany may offer them this future. The truth is that our graduates may find some difficulties if they want to find a job within the EU. Of course they will not have any legal restriction but they may have some obstacles due to the structural problems of the Spanish education.

First of all, Universities in Spain are mainly focused on theoretical knowledge more than on practical skills and professional experience. Secondly, Spaniards use to be terrible speaking foreign languages. For these reasons, Spanish people is not as prepared as we were supposed to be in order to face the current challenges successfully. I was told that my University is exceptional, that it is appropriate to develop an international career... The truth is that globalisation is not as global as it sounds, that multinational companies are merely a sum of national companies and that this international environment seems to be purely a fictional world created by a few marketing directors. We were supposed to be an European and developed country which is now begging for some positions to its hopeless graduates. What have we done?

The Reader, 22nd January 2011

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I apologise for any mistake as English is my second language. Any correction is welcome.

sábado, 22 de enero de 2011

Europa, pendiente de salvación

Paul Krugman, Premio Nobel de Economía de 2008, ha publicado recientemente un artículo cuya traducción ha salido en El País y que aborda la crisis europea, sus problemas estructurales y sus posibles soluciones. Europa es un modelo, o al menos lo ha sido según Krugman, para el mundo. Pero su proceso de integración ha tenido fallos que se están dejando notar ahora sensiblemente: la ausencia de una fiscalidad común, la ausencia de una estructura federal fuerte que articule esa "solidaridad fiscal", la ausencia, como no, de un auténtico mercado común en términos laborales hacen que Irlanda, es el ejemplo que él coge, no haya podido hacer frente a la crisis igual que Nevada. Esta crisis le recuerda, por desgracia, a la vivida por Argentina al principio de la década pasada y le plantea varios posibles escenarios, ninguno de ellos exento de duros ajustes. Pero lo que no parece tan definitivo, según entiende él, es el euro que, según otros economistas era irreversible por las consecuencias desastrosas que traería la "baja" de algún país miembro.

Del artículo se infiere que el camino más natural a seguir puede ser, al fin y al cabo, el de una mayor unidad, como la de Estados Unidos. La pregunta es: ¿está preparada Europa para una integración fiscal? y ¿qué consecuencias políticas puede tener esto? Los europeos no podemos permitir que la Unión adopte más competencias y merme la soberanía nacional sin tener la seguridad de que las instituciones comunitarias y su funcionamiento se democratizan y se asemejan más a las tradicionales democracias occidentales con los controles y la división de poderes de éstas. No obstante, dudo que este sea aún el momento de abordar una reforma de ese calado y, lo que es peor, que la opinión pública europea, si es que existe, esté preparada para una democracia comunitaria.

Paul Krugman.
El País. 16 de enero 2011.

martes, 18 de enero de 2011

El partido político como institución

La figura del partido político como grupo político que aglutina unos intereses determinados en orden a la representación en unas instituciones democráticas tiene larga historia. Como prácticamente todo lo que alude al gobierno representativo, sus comienzos son anglosajones. Primero, en Reino Unido y, después, en EEUU. Es, no obstante, en éste último donde el partido político toma desde tiempos más tempranos el carácter de movimiento de masas que es actualmente y ello no se debe tanto a que Gran Bretaña no contara con un buen sistema representativo sino a una cuestión demográfica. EEUU nació como un país de granjeros, pequeños propietarios en su mayoría, y, por tanto, como un país en el que el derecho de voto estaba más extendido (recuérdese que era el tiempo del sufragio censitario).

Si bien el bipartidismo norteaméricano actual data de finales del siglo XIX, ya antes de la Guerra de Secesión contaban los americanos con dos grandes partidos, aunque el Demócrata y el Whig jugaban unos roles diferentes a los de los actuales partidos Demócrata y Republicano. En cualquier caso, la idea anglosajona de partido político se viene desarrollando desde hace, al menos, trescientos años sino más y es, sin duda, el primer tipo de partido político que se conoce. En este sistema, el partido es un conjunto de corrientes entorno a una serie de intereses, poco dogmático, y con una importancia de las individualidades inusitada en los partidos políticos de tipo continental europeo. Aunque, quizás, para entender mejor cómo se conforma el sistema de partidos en EEUU concretamente, caso que conozco mejor, es fundamental hacer un repaso al sistema, al menos en lo que afecta a los partidos. En EEUU, el partido se vio como una herramienta imprescindible para el juego político a partir de la Guerra Revolucionaria. Con la entrada en vigor de la Constitución y el comienzo de mandato del primer Presidente, George Washington, allá por 1789, el quehacer de gobierno exige necesariamente que las divergencias se aglutinen en esos grupos, al comienzo informes e inestables, que acabarán siendo los partidos políticos. Las grandes figuras de la etapa revolucionaria pasan pues a aglutinar distintos sectores entorno a posturas comunes sobre la Unión Federal que se debe construir, sobre el papel del gobierno federal y sobre algunas políticas cohesionadoras concretas. A raíz de esto, los partidos comienzan a reunirse y, cuando toca presentar candidato, son los miembros electos de los partidos los que los eligen por sufragio.

Sin embargo, hay dos peculiaridades norteamericanas importantes. La primera, la elección directa de los cargos, lo que prima mucho las afinidades personales frente a la lealtad de partido. El Presidente se juega directamente su elección así como el miembro de la Cámara de Representantes. No sucede lo mismo, en cambio, con el Senado, cuyos representantes eran elegidos por las legislaturas estatales, lo que originó numerosos problemas amén de un apego a las oligarquías partidarias locales que acabó siendo muy pernicioso. Por ello, los americanos tuvieron a bien promover una enmienda por la cual los Senadores fueran también un cargo de elección directa en el Estado. La segunda peculiaridad importante fue la comprensión del partido como una organización heterodoxa, comprensión que no nace del genial saber de una razón prodigiosa sino de un quehacer práctico en el que ninguna personalidad es capaz de imponerse absolutamente. Para ello, es esencial la primera condición, que haya muchas individualidades con poder, que obtienen directamente de los votos que los han hecho congresistas o senadores por sus Estados. Aún cuando los candidatos a las presidenciales los elegían los cargos electos del Congreso, era imposible que hubiera una preponderancia aplastante en los partidos de un líder o de una corriente, salvando quizás el primigenio influjo del gran general George Washington. No obstante, el cambio de sistema de elección a primarias, propiciado por el partido anti-masón en 1831, primero en adoptarlo, supuso un impulso renovador de la vida política norteamericana. Desde entonces, es la Convención la verdadera poderosa. Es allí donde, muchas veces contra todo pronóstico (sobre todo en el partido demócrata por su difícil sistema de elección), se elige a los candidatos a Presidente y Vicepresidente.

Por contra, frente a este modelo de partido, surge en Europa otra tipología completamente distinta de partido político a la lumbre del movimiento obrero. En este caso, especialmente siguiendo el sistema de la Internacional (una vez fue tomada por Karl Marx) y el modelo de partido bolchevique de Lenin, la estructura de partido político europea, que había funcionado más bien como “grupo de notables” más que como movimiento de masas, se convierte en una organización centralizada y jerarquizada con una dirección que toma las decisiones sin contar con la base y que encarna, por voluntad propia, pero en nombre de la lucha obrera, la vanguardia revolucionaria. Este modelo de partido, esencialmente antitético al tipo anglosajón, es especialmente hábil en sistemas de elección de listas cerradas, donde el control de la dirección del partido es total. Así, los viejos cascarones oligárquicos tradicionales dan paso a partidos que adoptan la forma leninista, ya sea en todo su sentido, ya sea sólo en el organigrama de la organización. El partido Nazi o los diferentes partidos fascistas no son más que la exacerbada manifestación de un fenómeno que, irremediablemente, debía llevar al militarismo interno en algunas organizaciones. Sin embargo, ese modelo, aunque atenuado, es el pilar sobre el que aún se construye la política europea, especialmente en España. Así, una mala cultura política y un sistema electoral deplorable se conjugan en desastrosa armonía para engendrar el peor modelo de partido imaginable: un partido en el que todas las mañanas los “líderes” reciben las directrices de la dirección, y donde el flujo de la información y la opinión está controlado desde y para la dirección. Se da la grave paradoja de que, lógicamente, efectuar los cambios necesarios para converger a un modelo más anglosajón depende exclusivamente de las direcciones de los partidos, que nunca van a estar dispuestas a una reforma que acabaría con su poder cuasi-absoluto.

Esto nos lleva a otra perversión de nuestro modelo. Si en los partidos norteamericanos, la elección de los candidatos se realiza en plena competencia, en los partidos españoles, por poner un caso, la elección de candidato se convierte en una competición de sumisión, perfil plano e incompetencia, en definitiva, un candidato que no suponga, en modo alguno, un aire fresco o un impulso renovador que cambie sustancialmente el stablishment creado por la dirección. Es por ello que nuestro sistema es idóneo para proporcionar políticos mediocres y el norteamericano, apto para proporcionar políticos de la máxima calidad intelectual y humana. No quiero ni imaginarme la magnitud ni la virulencia del movimiento de base que tiene que producirse para que estas oligarquías que son las direcciones de los grandes partidos políticos españoles converjan a un modelo de democracia interna.

sábado, 15 de enero de 2011

Cómo se ve la decadencia


Uno de los mayores síntomas de decadencia que he visto en España recientemente no ha sido Zapatero, el gobierno, la ineptitud de los políticos, la corrupción, el desastre del informe PISA u otros asuntos varios. No. Fue el cierre del canal CNN+ lo que me ha tenido perplejo durante un tiempo. Para mí, para la poca televisión que veía, era uno de los dos canales predilectos: El 12 y el 14 en mi televisión, el canal 24 horas de TVE y CNN+. El resto no existía salvo por alguna tertulia interesante en LD TV que sólo podía ver en Madrid.

Los demás canales emitían la cartilla de ajuste para mí y ahora hay otro más que les pertenece: un canal donde emiten Gran Hermano ¡las 24 horas del día! (perdonad mis palabras, la cartilla de ajuste no se merece esta comparación). Nunca he creído en la televisión. Como todo medio de masas rezuma plebeyismo en forma de mediocridad, ignorancia y bajeza moral e intelectual. No hay nada que me interese de la televisión salvo algunos documentales y algunas series norteamericanas ¡que emiten a deshora, en castellano y, en algunos casos, desordenadamente! Salvo eso, eran las noticias de la 1 y algunas entrevistas y reportajes de CNN+ lo que me movía quizá a encender el aparato. Lo cierto es que casi todo lo que veo lo veo por internet. Nunca le he visto mucho sentido a tener que seguir los imperativos y los gustos de los programadores viendo “lo que echen”.

Pero, en cualquier caso, CNN+ aportaba algo, era un buen activo en la televisión española y se ha ido. Que un canal como ése no sea rentable dice mucho de la audiencia, que la alternativa sea Gran Hermano dice mucho más. Lo único que demuestra esto es que han vuelto a triunfar los bajos fondos, la estopa, el inmundicia, la excrecencia... Todo lo que esa masa informe que es la audiencia tiene por gusto, todo lo que le conmueve, le anima, le persuade o le acompaña ha demostrado ser, una vez más, la programación de peor gusto, lo que sólo deberían querer ver gente sin escrúpulos. ¿Dónde queda la sensibilidad?

Hay muchas formas de ver la decadencia: se refleja en el pésimo nivel de la clase política que nos gobierna ¡con nuestra aquiescencia! o en los malos resultados en los índices educativos, pero, sobretodo, se percibe por el gusto de una clase y de una época, por su nivel de refinamiento, por el grado de sensibilidad. Pero en España todos estos conceptos son alienígenas: a menudo vas por la calle y la gente no muestra gusto al vestir ni buenos modales ni cuida el lenguaje... En España acampa a sus anchas la chabacanería: eso es el Gran Hermano, ésa es la decadencia.

RTVE. 28 diciembre 2010.

martes, 11 de enero de 2011

Alto el fuego

ETA anuncia un alto el fuego permanente, general y verificable, pero no dice ni que vaya a disolverse ni a devolver las armas ni, en definitiva, a abandonar la amenaza de la fuerza y, además, pone condiciones. Resulta siniestro oir hablar a esta gente de una "solución justa y democrática al conflicto secular vasco", pero es que esa solución tiene una agenda muy marcada según ETA que sigue siendo el "derecho a decidir del pueblo vasco", en definitiva y, como mínimo, un referéndum de autodeterminación. Ante este comunicado sólo cabe una reacción: ni ETA tiene credibilidad para emitir el comunicado que ha emitido hoy ni está en condiciones de exigir ningún "proceso democrático" y menos de solicitar el "levantamiento de las medidas represivas" por los Estados de España y Francia, y el "reconocimiento de Euskal Herria". El único camino a seguir es el de la lucha policial y judicial dentro del Estado de Derecho y me temo que, aunque suene a cliché, algunos tendrán otras tentaciones. Una vez más, ¡negociación en mi nombre, no! Por si acaso.


El País. 10 de enero 2010.

sábado, 8 de enero de 2011

Otro gran ejemplo de democracia interna

© Miguel Soldado Serrano

Las elecciones municipales y autonómicas están a la vuelta de la esquina como aquél que dice y los partidos ultiman las listas electorales con gran vergüenza ajena para las ciudadanos que, probablemente, acudirán decepcionados a las urnas para participar en un sistema que los utiliza como coartada para subyugar su libertad. Una de esas perversiones más notables reside precisamente en la partitocracia y su funcionamiento. Toda democracia debe asentarse en el poder de los partidos políticos. Esto es algo que, vista toda la experiencia, es innegable. Lo que tampoco se puede negar es que los partidos políticos tengan que funcionar como lo hacen en este país. Y el PP es un gran ejemplo, para mal, de ese funcionamiento.

Quizá el caso más llamativo ha sido el de Asturias, pero no tengo ninguna duda de que habrá más ejemplos. El PP y, especialmente, Mariano Rajoy, ha actuado como sólo ellos saben hacerlo: de tapadillo, dando largas y utilizando finalmente el sistema dedocrático de gobierno. La primera consigna es que no se note, siguiendo el infame dicho español de “los trapos sucios se lavan en casa”, como si elegir candidatos fuera algo que ocultar a la opinión pública. La segunda consigna, una vez que se ha notado un poco, es que no se hable mucho de ello. La mejor técnica en este caso es dilatar el “problema” en el tiempo con declaraciones ambiguas y posturas indefinidas. Todo ello siempre pone de relieve lo que en el fondo no quieren que destaque: si todo el mundo está pendiente de la dirección nacional del partido es porque, al final, se sabe que decidirá el líder nacional caiga quien caiga y aún con las bases en contra, esto es, sólo el vértice supremo de la pirámide tiene el poder, que ejerce arbitrariamente, pero que no lo parezca. La dictadura del dedo se ve así como una benigna dictablanda. Y, al final del todo, el dedazo. Mariano Rajoy acaba con la fingida ambigüedad adoptando una decisión en vísperas de Nochevieja: volvemos a la consigna número uno, es decir, que no se note.

Toda esta forma de actuar sólo denota una cosa: la forma de ser. No seré yo el más forofo de citar los evangelios ni a Jesús de Nazaret, pero ya que ellos dicen aplicarse el cuento: “por sus hechos los conoceréis”. Y esta es la derecha a la que yo conozco o, al menos, el partido que la representa sin decirlo muy alto: la derecha de la autocracia, la de decidir desde arriba, la del aquí se hace lo que yo digo y la que confunde, en definitiva, orden con falta de libertad y, para lo que viene al caso, con la falta de democracia interna. Y no seré yo el mayor fan del socialismo. Ya he reiterado en este blog varias veces que creo que el socialismo como teoría política es una aberración intelectual. Sin embargo, el PSOE, en esto de elegir candidatos, lo hace de otra manera. Es verdad que la mayoría de las veces tienden a comportarse de la misma forma, aunque no deja de ser un partido con el poder más repartido, pero hay momentos en los que nos sorprende. La última fueron las primarias de Madrid que perdió la candidata de la dirección. La penúltima fue el Congreso que ganó Zapatero, contra el aparato felipista.

Sí, son pocos casos en los que la democracia interna se abre paso (y para mí la mejor prueba es que pierda la dirección, no como en UPyD, donde siempre gana). Puede que el PSOE no sea ejemplo para muchas cosas, pero incluso ellos mismos deberían seguir más esos contados casos de democracia interna. Todos los partidos deberían seguirlos. Y, sí, es cierto que la ley electoral no ayuda y que lo que se quiso fomentar fueron los partidos políticos tal y como funcionan ahora. Ya sabemos que los españoles nunca hemos creído en nuestra propia capacidad para ser libres y regirnos democráticamente. Pero ya han pasado muchos años y va siendo hora de que esto cambie. La pregunta es ¿será la derecha española capaz de regirse democráticamente?

La Voz de Galicia. 30 de diciembre 2010.

miércoles, 5 de enero de 2011

Cómo sacar de quicio la prohibición de fumar

A algunos se les ve el plumero y la prohibición de fumar en lugares públicos cerrados y en algunos espacios abiertos les parece una vergüenza, una intrusión inadmisible del Estado en la vida de los ciudadanos, una vuelta de la Santa Inquisición... Habría que ver qué dirían si la ley se hubiera aprobado bajo un gobierno popular (por cierto, toda la derecha española ha votado a favor de la norma).

Es cierto que la ley contiene algunos excesos desde una perspectiva liberal. Por ejemplo, que no se permita ni siquiera conservar las zonas habilitadas para fumar cuando la obra ya se había hecho no tiene demasiado sentido, como tampoco lo tiene quitar los espacios para fumadores en los aeropuertos, teniendo en cuenta que muchos viajeros tienen que enfrentar horas de avión sin poder fumar a lo que ahora deberán sumar las dos horas que se suelen echar en los aeropuertos. Esto, por ejemplo, parece un ataque gratuito contra la libertad del fumador. Ahora bien, dicho esto, la ley está plenamente justificada. Ningún fumador tiene derecho a perjudicar el derecho a la salud de ninguna persona y, si antes se hacía, estaba mal hecho, era un ejercicio perverso e injustificado de la libertad individual. Igual que yo no tengo derecho a ponerle aguardiente en el café al señor de al lado, yo tampoco tenía por qué fumarme medio cigarrillo de cada fumador activo que tuviera cerca. Eso era un atropello en toda regla. Nuestra salud ahora va a estar más protegida que nunca, al nivel de los primeros países europeos en la materia y esto no va a impedir que los fumadores sigan fumando todo lo que quieran, su libertad está intacta, pero que no nos molesten.

Lo draconiano de la solución de no permitir zonas de fumadores tiene, no obstante, cierto sentido en términos de eficacia de la norma. En un país de pandereta como éste, en el que según qué políticos (por no hablar ya de algunos empresarios) buscan todos los resquicios posibles para poder vulnerar la norma, tiene mucho sentido una solución de todo o nada, de o sí o no. La flexibilidad de la anterior ley dejaba mucho que desear en términos de protección de nuestro derecho a la salud. Ni puede pedirse a la gente que se discrimine entre fumadores y no fumadores (por desgracia lo no fumadores hemos sido siempre los tontos flexibles que nos hemos tenido que aguantar yendo a bares de fumadores) ni puede darse la mano a los hosteleros porque entonces más de uno habilita zonas de fumadores de la señorita pepis, sin extracción ni separación de ambientes adecuada.

El país del “tú, dame hueco que, habiendo hueco, yo ya si eso ya...” tal vez necesite una norma así de draconiana para hacer respetar nuestros derechos. Insisto: ningún argumento paternalista de protección de la salud del fumador en contra de su propia libertad puede justificar esta ley. Esta prohibición se justifica simple y llanamente por la protección del derecho a la salud de terceros frente al abuso de la libertad que reiteradamente ejercían muchos fumadores. Y, para que quede claro que aún queda por avanzar en la buena dirección, aprovecho para pedir la derogación de todas las normas administrativas que prohíben el consumo de marihuana o de alcohol en la calle así como de las normas, también penales, que restringen su comercio total o parcialmente. No seré yo quien apoye un Estado paternalista. Eso sí, el que fume, que no me moleste.

Quiero Un Dominio. 22 de diciembre 2009.

lunes, 3 de enero de 2011

"THE CONCIENCE OF A LIBERAL"

Paul Krugman
Penguin, 2007.
296 páginas.


Voy a darle la bienvenida al 2011 con una obra política con un sentido muy económico. Como punto preliminar haré una aclaración sobre el título: la palabra inglesa “liberal” no alude a su “false friend” castellano "liberal", más al contrario, sería un equivalente a lo que en España se conocería como socialdemócrata o socialista. Y es que el libro de Paul Krugman es sobretodo una declaración de principios socialdemócratas en unos EEUU que considera profundamente desiguales.

La obra parte de una serie de premisas que hunden sus raíces en un análisis histórico-económico del país. La “Gilded Age”, periodo marcado por una gran desigualdad, fue superada por la crisis de los años 30 y el “New Deal”, que llevó a EEUU a lo que Paul Krugman llama “Great Compression”: todo un periodo en el que las políticas de Franklin Delano Roosevelt y su herencia tienen un efecto de reducción significativa de la desigualdad entre los americanos y que convierte a EEUU en un país de clase media. Tras analizar los logros del “New Deal” y de la “Great Compression”, Krugman nos lleva a un análisis de la creciente desigualdad del país, desigualdad que proviene de la ruptura de esas políticas socialdemócratas desde la década de los 70 y, especialmente, desde Reagan en los 80. Krugman, realiza todo un análisis del porqué de la ruptura de esas políticas y nos lleva a un viaje desolador por la historia del movimiento conservador y la toma del Partido Republicano por éste.

Krugman plantea inicialmente un dilema interesante: ¿cómo es posible que una serie de políticas que benefician a la mayoría de la población y que tienen per se en las encuestas un apoyo mayoritario sean rechazadas en las urnas? La respuesta es clara: el movimiento conservador, a través del partido Republicano, utilizó desde los 70 el voto racista para desmantelar la estructura del Estado del Bienestar. Y es que el partido republicano nunca fue fuerte en el sur. Sin embargo, los demócratas, que habían contado hasta los sesenta con un apoyo sureño importante, no sólo por cuestiones históricas sino porque el "New Deal" benefició especialmente a éste, comenzaron a perder su hegemonía en cuanto se convirtió no sólo en el partido del “New Deal” sino en el abanderado de los derechos civiles, por ejemplo, de los negros. Entre las agitaciones por los derechos civiles y las insinuaciones de que los negros abusaban de las ayudas del Estado, los republicanos lograron socavar los estables cimientos del Estado del Bienestar americano.

Paul Krugman nos ilustra con numerosos datos y citas de las consecuencias de este viraje político especialmente en el sur. La “Great Compression” tornó a su fin conforme el movimiento conservador fue ejecutando sus políticas y, aunque la economía crecía, el nivel de vida de los americanos no mejoraba sustancialmente. Esto, que no era tan evidente hasta no hace mucho, se hizo patente en la última década donde los datos reflejan que la mejora de la economía hasta el 2007 no había sido percibida por la mayoría de los norteamericanos.

Y he aquí donde cobra su sentido el libro de Krugman. EEUU necesita un nuevo "New Deal", “a new New Deal”, que devuelva a los EEUU la clase media que ha perdido. Y el gran eje de ese retorno a una “Great Compression” es, como no, la reforma sanitaria. Este asunto es analizado en detalle por el autor, que muestra en la comparativa con otros países lo sangrante del caso norteamericano: un sistema que deja sin protección a millones de personas, que deja con mala protección a otras tantas y que arruina a muchos y que es, encima, mucho más caro que sistemas de protección universal como los que tienen el resto de países desarrollados del mundo, especialmente Canadá, Francia o Reino Unido (países elegidos para la comparativa). El sistema sanitario norteamericano no funciona, deja por sentado Krugman. Urge una reforma y de su éxito depende el futuro avance del movimiento progresista en EEUU que fomente políticas de mayor cohesión social. Lo que Krugman no previó probablemente antes de escribir el libro es que tan sólo un año después iba a desatarse la peor crisis de la historia desde los años 30. ¿Será éste el momento más apropiado para que EEUU vuelva a fortalecer su Estado del Bienestar o es ya demasiado tarde?