domingo, 21 de junio de 2009

EL SOMETIMIENTO DE LAS MUJERES

John Stuart Mill
Edaf.
251 páginas.

Una de las grandes obras del feminismo clásico es El sometimiento de las mujeres y su autor, John Stuart Mill, es un hombre especialmente sensibilizado con la materia. La gran compañera de su vida, que acabaría siendo su mujer, Harriett Taylor Mill, intelectual socialista y feminista, tuvo un papel relevante en toda su obra y su acción pública.

John Stuart Mill dedicó muchos de sus esfuerzos como intelectual y diputado de la Cámara de los Comunes a acabar con la barbarie de la desigualdad entre el hombre y la mujer de su época. Esta obra fue publicada en 1869. Elevó al parlamento peticiones para aprobar el voto femenino. Todas ellas fueron desechadas, no se libró de la burla de sus compañeros diputados, pero fue ganando apoyos y abrió una brecha en el Reino Unido. Desde ese momento, se había llegado a un punto sin retorno. El debate era inevitable. La obra de John Stuart Mill fue el motor principal de muchos de los movimientos feministas que se iniciaron en Europa en aquellos años. Su libro fue leído por muchas mujeres que luego iniciarían el tortuoso camino de liberación de la opresión, de eliminación de la desigualdad, de lucha por sus derechos.

El libro es, en sí, un ensayo revolucionario. Sólo alguien de su talla intelectual, de su prestigio y de su posición podía permitirse el lujo de publicar algo así. No es sólo un ensayo brillante sino la destrucción de todos los prejuicios en los que se había basado la creencia popular de la inferioridad de las mujeres. La obra recorre todos los ámbitos imaginables. Por supuesto, se refiere a la educación que recibían las mujeres, a los condicionamientos a los que se veían sometidas desde pequeñas para moldear su carácter. Trata la cuestión de la desigualdad jurídica. La mujer inglesa de su tiempo, y no creo que fuera una excepción, no podía tener propiedades y estaba sometida a la autoridad paterna o marital. Tenía el mismo estatuto personal que un menor. No eran consideradas, en definitiva, personas adultas plenas, como sí lo eran los varones. Otro asunto que abarca es el de las ocupaciones de las mujeres. Defiende la libertad que deben tener para elegir cómo desarrollar su propia vida. Por otro lado, el gran tema es el del matrimonio: la otrora institución de sometimiento por antonomasia. Él reivindica la plena igualdad de la mujer y también lo hace en el ámbito de la vida conyugal. Además de criticar la cuestión jurídica y de poner de relieve los absurdos en los que se asentaba el matrimonio, aboga por un proyecto común de convivencia en igualdad.

No obstante, la importancia de esta obra no estriba sólo en el avance que supuso para las mujeres de todo el mundo. John Stuart Mill articula toda su palabra en virtud de nuevos principios, de principios revolucionarios que a la postre implican cambios radicales en todos los ámbitos imaginables y que están presentes en todas sus obras. Dedica especial energía a combatir los prejuicios; a revisar las tradiciones, los lugares comunes; a terminar con la ley del más fuerte, y a ampliar la igualdad, la libertad y la felicidad generales al margen de cualquier otra consideración. Es este sistema de pensamiento el verdadero martillo que libera el intelecto de los múltiples yugos a los que suele acomodarnos el pragmatismo. John Stuart Mill nunca dejó de tener los pies en el suelo. Supo llevar con estrategia de buen político su acción pública, pero no perdió jamás la perspectiva del reto que tenía delante. Sin duda, merece un homenaje de todos los amantes de la libertad.

jueves, 18 de junio de 2009

Injerencia episcopal

El País digital. 18 de junio de 2009

Comentario:

Art. 67.2 de la Constitución: los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo.

Una de las mayores diferencias entre las cámaras o asambleas del Antiguo Régimen y los actuales parlamentos es el del mandato por el que son elegidos sus miembros. En el Antiguo Régimen, los Estados Generales, por ejemplo, y demás 'asambleas' estamentales europeas se regían por el mandato imperativo. Los diputados no eran representantes sino una especie de 'delegados' o 'mandatarios' de sus electores 'mandantes' y estaban sujetos a lo que éstos les impusieran a la hora de votar en la asamblea. Con la implantación del sistema representativo, eso ha cambiado. Los diputados están sujetos a mandato representativo. Esto implica que representan a toda la nación, no sólo a sus electores, y que son ellos los que toman las decisiones a la hora de votar en el parlamento. Ni que decir tiene que la petición de los obispos es un disparate por el cual ellos entienden que su poder 'moral' sobre las personas y las conciencias de los diputados católicos está por encima del mandato representativo que han recibido de toda la nación, que sobra recordar que es plural y, por tanto, no sólo católica. Animo a sus señorías a votar lo que quieran y a no aceptar la injerencia de esos señores, que para algo ya no hay estamentos privilegiados ni monarcas absolutos. La nación es la soberana.

lunes, 15 de junio de 2009

El fantasma de los camisas negras


Al amparo de la nueva Ley de Seguridad, Italia se dispone para ver su orden público tutelado, además de por la policía, por grupos de ciudadanos. Entre esos grupos, estarán los promovidos por el ultraderechista Movimiento Social Italiano-Derecha Nacional, muy cercano al fascismo. La fiscalía de Milán ya está investigando el caso. No obstante, cabe resaltar que la propia ley de seguridad en lo que respecta a esta medida supone un retroceso del estado de derecho. 'Devolver' a los ciudadanos el deber del control de la seguridad en la calle es acabar con una de las tareas principales por las que se supone que el estado debe existir y es, en buena medida, el regreso a la ley del más fuerte. ¿Cómo pueden estar seguros de que esos grupos de personas van a ejercer la fuerza con profesionalidad y, sobre todo, con el respeto a la ley que es especialmente exigible a una autoridad pública? ¿Con qué legitimidad van unos vecinos a mantener el orden? Sólo el estado democrático de derecho debe hacerse cargo de esa tarea y sólo a él corresponde el legítimo ejercicio de la fuerza. El caso de estos grupos neofascistas sólo pone de relieve el grave error de esta reforma y la deriva populista del gobierno de Silvio Berlusconi, que coquetea, en exceso, con ciertas ideas retrógradas en materia de inmigración y seguridad que rozan de un modo alarmante los infranqueables límites de la xenofobia. Sólo es de esperar que finalmente se le ponga freno a este grupo y que los camisas negras permanezcan sólo como un mal recuerdo del pasado.

lunes, 8 de junio de 2009

Elecciones europeas 2009: valoración de los resultados (SÍ, HABLO DE EUROPA)


Los resultados del pasado domingo tienen como resultado una serie de respuestas de los ciudadanos a la situación política europea actual.

Por un lado, el socialismo ha sufrido un importante varapalo. Es una gran noticia para todos los liberales que el mensaje proclamado a los cuatro vientos por los socialistas desde el inicio de la crisis (el capitalismo ha fracasado, es la hora de la intervención) no haya calado. El recuerdo de tantos primos/hermanos/hijos y profesionales de la farándula que viven tan holgadamente de esa 'intervención' no hace posible el engaño. Parece que el electorado conoce bien que la solución a la crisis pasa por reactivar el mercado, no por suplantarlo por el estado. El sistema europeo ya es de por sí un sistema con una importante participación del sector público en la economía. El estado del bienestar ha sido el gran pretexto de la burocracia europea para inflar el presupuesto y esquilmar las ya mermadas arcas de la clase media, que no ha acabado de percibir en prestaciones el resultado de semejante presión fiscal.

Sin embargo, ese descontento no sólo se ha traducido en un fortalecimiento de los partidos conservadores, más liberales en lo económico, sino que ha tenido un claro reflejo en el auge, bastante más generalizado de lo deseable, de la extrema derecha nacionalista. Estos grupúsculos han traído con fuerza un rancio mensaje proteccionista con serios tintes xenófobos que recuerdan el oscuro pasado y la razón última que hizo necesaria la creación de una comunidad europea libre y pacífica. Es el mensaje del descontento, pero espero que la mayoría de esos votantes no sean más que eso: descontentos, porque las 'soluciones' de esos partidos sólo nos llevarían al abismo. El proteccionismo sólo conduce a la ineficiencia económica y restringe el comercio internacional. La xenofobia subvierte los principios más elementales del progreso en el que se ha basado el bienestar de la Europa más próspera de la historia.

Por otro lado, estas elecciones han supuesto un claro revés para los escépticos del cambio climático. Los verdes han salvado bien la cara y me alegro. La crisis de la izquierda socialista no les ha arrastrado. Era lo que debía ser. El ecologismo está y debe estar más vivo que nunca no sólo en los partidos que tienen a éste como seña principal de identidad sino en todos. La naturaleza es un valor a mantener aunque sólo fuera por puro amor propio, aunque algunos a veces olviden que viven en el mismo planeta tierra que se está deteriorando.

Finalmente, el escaño de Sosa Wagner (UPyD) afianza mi fe en el género humano y en este país. Es un hombre bueno y, además, un intelectual de ideas progresistas que sabrá llevar al Parlamento Europeo la voz de la renovación democrática. Su mensaje nos hace falta más que nunca. Entre tanto descrédito de la clase política, Sosa Wagner, un político de los que no quedan, encarna el necesario aire renovador. Con su marcada vocación pública sabrá ser nuestro mejor representante en Europa.

martes, 2 de junio de 2009

Lo que Korda no fotografió

Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo, escribió hace algún tiempo sobre las bondades del régimen castrista en general y sobre la persona del propio Fidel en particular. Decía que no fue por hechizo de Mandinga ni por milagro de Dios que esa nueva patria que había surgido a finales de los cincuenta pudo sobrevivir a diez presidentes de los Estados Unidos, que tenían puesta la servilleta para almorzarla con cuchillo y tenedor. Decía también que, a pesar de todos los pesares, a pesar de las agresiones de afuera y de las arbitrariedades de adentro, esa isla sufrida pero porfiadamente alegre había generado la sociedad latinoamericana menos injusta.

Y tenía razón Galeano con todo ello. Es cierto que una nación como Cuba, en muchas ocasiones, no ha podido ser lo que ha deseado, sino lo que le han dejado. Y también es cierto que, cuando uno camina por la Habana Vieja, los viandantes se muestran, si uno se pone a pensar en sus estrecheces, incluso demasiado afables y amistosos para lo que deberían. Lo que quizá no tuvo en cuenta el uruguayo es que esa sociedad del día a día continúa, pese a los avances lógicos de la apertura, camino de ahogarse en su propio conformismo.

Uno no puede dejar de estremecerse viendo la famosa instantánea que Alberto Korda, el fotógrafo más ilustre del régimen, tomó a Ernesto Guevara cuando éste contemplaba el cortejo fúnebre de los caídos en el sabotaje del barco Le Coubre por parte de la CIA, el 5 de marzo de 1960. Se dice que, en esa foto, el Ché lleva la multitud en los ojos. Desgraciadamente, ese pueblo combativo capaz de vivir en la selva y de echarse a los manglares a cambio de un pedazo de libertad hace mucho tiempo que sólo se puede ver en las viejas fotos que ilustran los libros. Mucho me temo que, hoy en día, si el propio Korda saliese a la calle con su vieja cámara Leica en una mano y su lente de 90 milímetros en la otra, no podría inmortalizar nada demasiado trascendente, más allá del folklore y las miserias de un pueblo que, espiritualmente, es una sombra de lo que fue. Podría fotografiar la belleza de alguna bella mulata o el sosiego de una partida de dominó en la que no existe otro anhelo que pasar una tarde tras la cual vendrá otra, y después otra, y después otra igual.

El pueblo cubano está cansado. El pueblo cubano está hastiado. El pueblo cubano habla de Fidel como en España se habla de Franco. Pero nadie mueve un dedo porque su hijo o su nieto no conozcan la rutina que devora actualmente sus existencias, quizá esperando la muerte del patriarca, quizá esperando que alguien vuelva a desembarcar en Playa Girón salvándoles de los que fueron sus salvadores. Y créanme cuando les digo que Alberto Korda jamás fotografió una Cuba de esta guisa.