miércoles, 27 de julio de 2011

El radicalismo nunca es gratis

Sorprende ver las reacciones después del doble atentado de Noruega. Los esfuerzos de cierta prensa por hacer parecer el ataque y al atacante como algo aislado, fruto de una mente perturbada (sin duda), el hincapié de otra parte de la prensa por dar la señal de alarma ante el creciente extremismo en ciertas filas de la derecha y la vuelta, una vez más, de la otra prensa a quitarle hierro al asunto de la extrema derecha e incluso a la insinuación de que la izquierda quiere emplear este atentado para alimentar el miedo contra la derecha de cara a las elecciones ¡en España! (leído un tweet de David Gistau: “No puedo creer que estén intentando convertir la masacre noruega en otro 11M con el que dar un vuelco psicológico a las expectativas electorales”).

Sin duda, algo vuelve a estar mal en la sociedad española cuando se plantean este tipo de debates. Y, desde luego, algo de complejo de fascista hay ciertos sectores para que algunos piensen que las llamadas de atención sobre la extrema derecha tengan segundas intenciones contra la derecha democrática. O yo soy muy inocente o, personalmente, cuando critico cualquier extremismo o la dictadura de cualquier signo no busco criticar o perjudicar a la derecha o izquierda democrática que se supone, para algunos, en el mismo lado de los extremistas. Es cierto que hay veces que se dan coqueteos. Los hay socialdemócratas con episodios de esquizofrenia en los que tienen palabras tiernas y amables hacia Cuba o Venezuela. También los hay conservadores especialmente cándidos cuando hablan del franquismo.

Me parece ridículo, en cambio, en este caso, que alguno pueda pensar que alertar del auge del nacionalismo xenófobo y racista en Europa se haga con fines electorales. Nada más lejos de la realidad. Por suerte, el PP está lejos de postulados como los del Frente Nacional francés, el BNP británico, el Partido de los Auténticos finlandeses o el Partido del Progreso noruego. No hay mucho de lo que preocuparse en ese sentido en España.

Estamos hablando de un discurso xenófobo y racista que se está abriendo camino en el resto de Europa a través de partidos que tienen opciones incluso de definir políticas de gobierno como la Liga Norte italiana. Ése es el peligro y los patrocinadores intelectuales de aquéllos deben ser el objetivo de nuestro discurso. No es la ideología conservadora lo que se discute aquí sino ese ultranacionalismo intrínsecamente agresivo y excluyente que siempre puede convertirse en coartada intelectual para la violencia desde el Estado o desde el terrorismo, en cualquier caso con nefastas consecuencias. Por eso hay que recuperar el discurso del respeto; de la integración; de la aceptación y la convivencia en la diversidad, y combatir el discurso de esos aguafiestas intelectuales, reyes de la filosofía glandular, del “yo llamo a las cosas por su nombre” aunque sean ofensivas o se digan con cargas peyorativas, de aquellos campeones de la incorrección política que creen que la diversidad es un blanco moreno y un rubio, que confunden cursilería con empatía y que carecen de toda sensibilidad, de toda capacidad de integración. Basta ya de fascismo, basta ya de allanar el camino a estos disparates, basta ya de darle alas intelectuales a ciertos discursos, basta ya de darle coartadas a monstruos como Breivik, basta ya de incendiar el ambiente. Basta ya.

sábado, 16 de julio de 2011

Los mercados financieros y los 27 enanitos

Veintisiete enanos (algunos de ellos muy enanos) luchando contra un único y coordinado mercado financiero internacional es una imagen aproximada de lo que está pasando en las últimas semanas. La posible suspensión de pagos de EEUU por motivos legales sólo amenaza con arrojar más madera a los ya atacados de pánico mercados de deuda pública. Pero ¿qué es lo que está pasando, qué son estos mercados y a qué se dedican, por qué de repente la gente los odia tanto?

Los mercados financieros no son más que plataformas digitales desde las que los brokers pueden comprar y vender distintos títulos en nombre de los inversores, que pueden ser institucionales o particulares. De forma incluso más flexible y eficiente que un mercado de abastos, los brokers compran y venden acciones, títulos de deuda o derivados entre otros con precios que fluctúan constantemente siguiendo patrones claros de oferta y demanda detrás de los cuales muchas veces hay (aparte de sesudos análisis con los que muchos se ganan la vida) meros estados de ánimo generados por noticias, rumores u opiniones de analistas en los medios. Para que algunos les pongan cara a los inversores que alimentan esos mercados, detrás hay muchos gestores de fondos de inversión, fondos de pensiones y hedge funds que se alimentan del dinero de muchos pequeños inversores particulares, gente de la calle que tiene un modesto plan de pensiones contratado con su caja o banco de toda la vida. Es cierto que también están las grandes fortunas, pero que nadie se deje engañar, los grandes inversores de deuda pública son numerosos bancos europeos en los que todos tenemos depositado nuestro dinero. Así que aunque más de uno de los que protestan por ahí no lo sepan, puede que ellos también sean parte de ese mercado que especula contra la deuda pública de los periféricos.

Dicho esto, la situación a la que estábamos acostumbrados hasta hace un par de años era que la deuda soberana era el activo financiero considerado más seguro y que cotizaba, por tanto, con la menor rentabilidad. Durante décadas, los Estados se han acostumbrado a acudir al mercado para conseguir dinero a veces a corto y otras a largo plazo, pero, en cualquier caso, han desarrollado la costumbre, que viene ya de largo, de pagar sus gastos con dinero prestado porque el que ingresan en impuestos no es suficiente, especialmente en coyunturas de crisis económica. Países como España, a diferencia de Alemania, han disparado su gasto público mientras las cosas iban bien minimizando el ahorro y se han encontrado, sin embargo, con una importante necesidad de financiación cuando la crisis ha llegado. Así las cosas, esos mercados tan odiosos han estado pagando esos servicios públicos que disfrutamos y de los que los europeos estamos tan orgullosos (supongo), pero eso tiene un precio. Como todo el mundo, los Estados también tienen que devolver lo que deben más tipos de interés y la crisis económica con el consiguiente estancamiento del crecimiento y subida del déficit, sumado a niveles de endeudamiento ya altos de por sí (salvo en el caso de España) ha provocado que el miedo a la insolvencia, es decir, el temor de que los Estados no puedan devolver el dinero. Esto ha provocado la subida de la rentabilidad exigida a los bonos de deuda pública, lo que ha hecho más difícil a los Estados conseguir dinero en los mercados y, por ello, pagar las deudas.

En este contexto, nadie debería extrañarse de que las tensiones en los mercados generen recortes del gasto público. No se puede querer a los mercados cuando te financian barato y odiarlos cuando te suben la rentabilidad porque ese dinero es, en cualquier caso, de los inversores, no de los Estados que lo toman prestado y porque es lógico que los inversores, entre ellos, muchos ciudadanos de a pie con planes de pensiones y fondos de inversión, presten más caro si suben los temores a una suspensión de pagos. Es cierto que parece sospechoso que sea justo ahora cuando todas las dudas sobre la solvencia de estos países estén aflorando, pero eso sólo quiere decir una cosa: no es que los mercados estén financiando ahora caro a los Estados es, más bien, lo contrario: han Estado financiando muy barato a los Estados. Muchos se han dado cuenta ahora de que con escaso crecimiento y alto endeudamiento los fundamentales no están bien, es algo que no se veía antes, mientras se crecía a buen ritmo, pero era algo que estaba implícito en la burbuja y la crisis que alimentaba. Lo que pone en evidencia todo esto es que hay que redefinir el modelo de crecimiento económico (hasta ahora basado en burbujas provocadas por una expansión crediticia desmedida alimentada desde los bancos centrales) e ir hacia una cultura fiscal nueva en la que los Estados sean más eficaces en el control y la reducción del gasto. Se puede y se debe mantener la protección social, pero no como se ha venido haciendo hasta ahora. Hay que redefinir las prioridades en el gasto público, buscar una mayor eficiencia y evitar, ante todo, déficits como los que hemos visto. Todo esto parece ser por ahora, sin embargo, un imposible. Hay demasiados intereses en juego y pocos dispuestos a adoptar medidas duras en el corto plazo, pero que ayuden, a la larga, a preservar el modelo europeo. Entre esos pocos parecen encontrarse, me temo, los veintisiete enanos descoordinados.

sábado, 9 de julio de 2011

¿A quién votar?

Las elecciones del año que viene, si no antes, son todo un rompecabezas para el elector. Desde mi punto de vista, los problemas a la hora de tomar una decisión reflexionada sobre el voto son los siguientes:

El PSOE ha hundido España. La reacción del gobierno frente a la crisis fue tardía, lenta y errónea. Desde el “"hay una ligera desaceleración” del 2008" al tardío y “sugerido” recorte del déficit (siempre insuficiente) pasando por los primeros planes de estímulo Keynesianos (devastadores para el déficit), el PSOE volverá a pasar a la historia de España por haber salido del poder con un país con los índices macroeconómicos destrozados y el ánimo de la gente por los suelos, por ahora un record Guinness de la democracia. El PSOE, por tanto, no parece una opción ni siquiera para los socialdemócratas, que no comparten las políticas recientes del gobierno. Desde mi perspectiva, aunque comparta algunos aspectos de su ideario progresista y el deseo de evitar una vuelta del PP al gobierno, el PSOE no parece una opción sensata.

Como he dejado caer poco sutilmente arriba, el PP tampoco es una opción para mí. No me apetece volver a los tiempos en los que las autoridades españolas les hacían reverencias al Papa ni a los tiempos de gobiernos copados por ministros del OPUS DEI y Legionarios de Cristo, para eso voto Familia y Vida, que por lo menos no tiene opciones. Ese PP no es el tipo de partido conservador al que yo me plantearía votar. Si hubiera alguno laico, probablemente sería una opción, pero para votar a un partido democristiano... Además, aunque es evidente que hay que castigar al gobierno, no creo que el PP sea un cambio, si acaso una alternancia de lo mismo: distintas caras, distintas maneras, otro pelo de la dehesa… A lo mejor han cambiado, pero como tengan el mismo arrojo que Aznar haciendo reformas laborales, no creo que lleguen muy lejos…. Con un poco de suerte, otros (el BCE) resolverán esta crisis creando otra burbuja y ellos se pondrán la medalla (ojo, no estoy diciendo que la forma de salir de la crisis sea esa, eso sería otro disparate).

La tercera opción sería votar a IU, aunque esto ni me lo he planteado. Lo único que comparto con ellos es el republicanismo, pero sé que nunca nos pondríamos de acuerdo en una constitución. A mí me va más el modelo alemán y ellos coquetean con la “democracia” bolivariana y el régimen castrista. Yo a gente que apoya a dictadores, no la voto (esto casi podría aplicarse a la defensa velada del franquismo entre algunas filas populares).

Volviendo a la parte seria, ahí sigue UPyD. Yo fui uno de los algo más de 300.000 ciudadanos que les votó en 2008. Repetí en las europeas, pero luego se destapó lo de Mikel Buesa y otros escándalos que me han llevado a distanciarme de las formas de hacer política interna de su líder Rosa Díez. En ese sentido, UPyD ofrece tanta democracia interna como los partidos tradicionales (o menos). Sin embargo, aparte del PACMA, los Verdes y Ciudadanos [1], me voy quedando sin opciones. UPyD no ofrece una regeneración de la democracia interna en los partidos políticos (al menos a juzgar por los expedientes de expulsión color rosa que han volado), pero si puede ser un importante factor de renovación política. Tan tozuda como conservando el control de su partido, Rosa Díez mantendrá un discurso coherente sobre lo que ellos llaman regeneración democrática que incluye, entre otras, una reforma de la ley electoral que viene siendo imprescindible. Aunque, evidentemente, hay muchas medidas concretas con las que no estaría del todo de acuerdo, en líneas generales UPyD es una fuerza política progresista, laica y federalista que podría representarme con relativo acierto sin dejar de ser un voto táctico.

Y ese es el último punto de mi análisis, en el 2004 UPyD era un voto idealista, lo que los pragmáticos suelen llamar un voto a la basura (está visto que no después del imparable ascenso de la formación). Ahora, ante el panorama de que el PSOE se desplome, UPyD puede concentrar, aparte del descontento del barrio de Salamanca (que ya sabemos que sólo vota a UPyD para castigar a Gallardón), el descontento del votante de izquierdas (como ya se ha visto en la Comunidad de Madrid). Lejos de “un voto a la basura” un voto para UPyD puede ser una buena forma de castigar al PSOE sin tener que votar democristiano, una oportunidad para que el PSOE se descalabre y pase la penosa experiencia de compartir importancia política con su antigua compañera. Para todos aquellos que queremos castigar al PSOE y, al mismo tiempo, dejar una oposición capaz de frenar las ansias involucionistas de la derecha que viene, UPyD es, pasando por alto sus problemas internos, la opción menos mala, lo que la convierte en satisfactoria en una ética de mínimos. La gran pregunta es, ¿me dejo de tactismos y voy a por el voto en blanco?… Se admiten apuestas.

...
[1] Para votar a Ciudadanos, que también ha tenido problemas internos, voto a UPyD. El PACMA y los Verdes era para poner un poco de relleno. Otros partidos híperminoritarios que podría haber mencionado son el PA, Ciudadanos en Blanco, AES, Partido de la Libertad Individual...

martes, 5 de julio de 2011

Determinismo biológico, no; socioeconómico, sí

La comunidad educativa ha reaccionado con uñas y dientes ante un informe de la CEOE que apunta a recientes estudios que vinculan la herencia genética como uno de los factores que influyen en los resultados escolares incluso ligeramente por encima de los factores socioeconómicos. Muchos, en buena parte con mucha razón, han puesto el grito en el cielo apuntando que algo así roza el fascismo.

Efectivamente, teorías que abrazan en mayor o menor medida y con más o menos estadísticas no concluyentes cualquier tipo de determinismo biológico tienen mucho de fascista, pero hay algo aún más preocupante en las reacciones que se han apresurado a apuntar, con toda naturalidad, que el informe de la CEOE yerra porque el principal factor es el nivel socioeconómico y cultural. O sea, que a estos señores les parece muy mal el determinismo biológico, por nazi, y, en cambio, no les alarma nada en absoluto el determinismo social, ése que pone en evidencia que el sistema ha fracasado en su última pretensión: poner a disposición de todos los niños la igualdad de oportunidades para que, independientemente de sus condicionantes familiares y sociales, tengan un entorno escolar que les permita avanzar en la escala social conforme a su esfuerzo y sus capacidades.

Se me ocurren diversas razones por las que muchos no parecen incomodarse con el determinismo socioeconómico-cultural. La primera es que ellos forman parte de ese sistema que es incapaz de resolver ni tan siquiera parcialmente ese determinismo. Los cambios que harían falta serían de tal magnitud y acabarían con tantos privilegios, especialmente del profesorado, que sería difícil imaginar a muchos docentes inclinando la balanza hacia un sistema más equitativo, que al mismo tiempo exigiría mucho más esfuerzo de su parte (y también de parte de los alumnos). En cualquier caso, resulta triste ver como la gente se acostumbra a todo, incluso a que, como antaño, sea casi imposible salir del estamento social de cuna. Pero lo que más llama la atención es que muchos de los acomodaticios se consideren progresistas. Después de esta reacción tan masiva como acrítica, como dicen en Catalunya, hay que hacérselo mirar.


Charo Nogueira, El País, 4 de julio de 2011

sábado, 2 de julio de 2011

HOMENAJE A CATALUÑA (HOMENAGE TO CATALONIA, 1938)

George Orwell
Editorial Virus.
275 páginas.

George Orwell conoció España muy bien, para lo cual le bastaron tan sólo seis meses durante la guerra civil. Llegó en diciembre de 1937 a una Barcelona aún dominada por los anarquistas y el POUM [1] para ejercer de periodista, pero sus convicciones le llevaron a alistarse en las milicias, en la división 29. Homenaje a Cataluña es el relato sincero de sus vivencias durante su estancia en España, no sólo de sus tres meses como miliciano sino también de sus avatares en la capital catalana, de los sucesos de mayo del 37, de su regreso al frente de Aragón, de su convalecencia tras la herida de bala que sufrió en la garganta y, finalmente, de su periplo para huir de un país que estaba viviendo una de las peores purgas imaginables.

Durante su intensa estancia tuvo tiempo para percatarse de muchas cosas, no sólo del carácter de los españoles, de los que habla muy bien, sino también de las rencillas políticas en la retaguardia republicana, de las que nos habla en los dos apéndices que siguen al libro. Y es que, además de brindarnos un testimonio excepcional de las condiciones de lucha de las milicias y de la situación en Cataluña y el frente de Aragón, nos sumerge en el relato final de la obra en unos acontecimientos que han pasado desapercibidos para muchos y, nos permite ver, desde una perspectiva más amplia, otro enfoque de la guerra española, a menudo tan simplificada.

Las conclusiones son, sin duda, interesantísimas; el estilo, fluido, pero es la honestidad del testigo presencial lo que más nos transmite, especialmente su sinceridad para advertirnos de su parcialidad y sus posibles errores, pese a lo cual, se nos semeja un relato sumamente verosímil. Quizás contenga errores accidentales o la visión parcial de quien busca transmitir lo que vio directamente. Aunque, más allá de todo eso, son sus análisis lo que marca la diferencia.
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[1] Partido Obrero de Unificación Marxista, partido marxista heterodoxo, ajeno a la Internacional y al Stalinismo.