Como era de esperar, la polémica en materia religiosa ha vuelto a surgir. Esta vez sobre la publicidad atea en los autobuses madrileños. Rouco Varela afirmaba este domingo que utilizar espacios públicos para, textualmente, hablar mal de los creyentes es un abuso que condiciona injustamente el ejercicio de la libertad religiosa. También añadió que la libertad de expresión ha de ser tutelada. Pero los medios públicos no deberían ser utilizados para socavar derechos fundamentales, tampoco el de los creyentes a no ser heridos y ofendidos en sus convicciones. Sobre estas declaraciones me gustaría puntualizar varias cosas.
Primero, el derecho a la libertad religiosa ampara por igual tanto la tenencia como la no tenencia de creencias religiosas, la agrupación con fines religiosos, la pertenencia a una comunidad religiosa o el abandono de la misma. Hay que decir, por increíble que parezca, que un ateo tiene tanto derecho como cualquier otro ciudadano a ejercer su derecho a la libertad religiosa y que dicho ejercicio incluye también el proselitismo, cosa que vienen haciendo las confesiones religiosas durante milenios y que parece que ahora los ateos no pueden hacer. Sin duda, alguno piensa que los creyentes son ciudadanos de primera clase a la hora de ejercer sus libertades (las primeras, la de pensamiento y opinión, después la libertad religiosa). Segundo, nadie ha hablado mal de los creyentes. La campaña de publicidad dice literalmente Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida. Ni siquiera afirman categóricamente la inexistencia de Dios, como hacen algunos. Sólo se limitan a decir algo que ya sabemos: puede que Dios no exista, es probable. Pues sí. También es probable que exista, por eso es cuestión de creencias y no de ciencia. Sentirse ofendido por una afirmación así dice mucho del nivel de intolerancia religiosa de una persona. Cuarto, la perla sobre la libertad de expresión. Quiere que sea tutelada. Me daría la risa si no hubieran tutelado ya demasiado tiempo nuestra libertad de expresión. Sus límites los determina el parlamento mediante leyes orgánicas y los jueces mediante su aplicación, y, en cualquier caso, nunca el fanatismo religioso de algunos es o debiera ser límite alguno a la libertad de expresión de nadie.
Es evidente que de esta respuesta de Rouco Varela sólo podemos extraer tristes conclusiones. La fundamental, que debates absurdos y anacrónicos como éste son los que demuestran el nivel de regresión moral de nuestra democracia. El día que todos puedan ejercer su libertad sin que nadie se sienta ofendido, nos habremos liberado de muchas ataduras.
5 comentarios:
Tienes toda la razon
Ah no olvides pasarte
por http://megustaloquemegusta.blogspot.com/
Neuronil es Miguel
¿Tú no tienes exámenes? Con la actividad que llevas... Me parecen vergonzosas las palabras de Rouco, y es una pena que una institución tan importante como la Iglesia Católica aún se oponga hoy en día a la libertad de expresión.
Sí, pero hay truco. Tiro de cosas que ya había escrito antes, incluso hace meses, salvo hoy, que he tenido examen, y me he tomado tiempo para criticar esto.
Como dijo la ínclita Magdalena Álvarez: «Si la borrasca cambió de una forma impredecible, no lo pueden predecir. Pero si no lo predicen los que lo tienen que predecir, ¿cómo piensan ustedes que los vamos a predecir quienes estamos esperando la predicción?»
La ventaja de Rouco es que no es como la borrasca: es previsible ¿0 no?.
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