Hace apenas dos meses saltó la noticia de la crisis de UPyD a los medios de comunicación a cuenta de la salida de Mikel Buesa y otros tantos más. Desde entonces, la misma curiosidad que me llevó a interesarme por este partido desde su nacimiento me ha llevado a informarme sobre las causas de fondo de esta crisis "orgánica". He consultado varios testimonios, he indagado y buceado en la red para conocer mejor lo que estaba sucediendo y, desgraciadamente, no es nada distinto de lo que haya podido suceder o de lo que pueda ocurrir en el futuro en otros partidos políticos españoles. Todo ello, no obstante, no exculpa ni mucho menos a los responsables políticos de esta crisis sino que acrecienta su responsabilidad considerando cuánto se han llenado la boca con el mensaje de la regeneración democrática.
Tras estas indagaciones, he podido constatar que ha habido a lo largo de la corta, pero intensa vida de esta formación una constante pugna de la dirección con las coordinadoras territoriales para imponer su criterio y a sus personas; que, lejos de favorecer un funcionamiento democrático desde la base, han fomentado, más aún, impuesto un férreo control desde arriba dirigido a centralizar en un mando único toda la actuación y la estructura del partido, y que, en definitiva, el partido ha derivado en un autoritarismo que ha acabado por generar una disidencia, aunque muy moderada, y una represión, que no ha sido sino el último eslabón insalvable de esta dialéctica anti-democrática.
Estos disidentes son un grupo de afiliados, entre ellos, algunos importantes fundadores del partido, de aquéllos que dieron su voto y su confianza a Rosa Díez para ser su portavoz. Entre sus reivindicaciones primigenias se hallaba una enmienda al reglamento del primer Congreso de UPyD, que se celebrará en noviembre. La dirección del partido había presentado un reglamento en el que la futura dirección se elegiría “por el voto individual, directo y secreto de la totalidad de los afiliados incluidos en el censo del Congreso mediante listas completas, cerradas y bloqueadas y de acuerdo al sistema de voto mayoritario”. Se trataba en definitiva de que Rosa Díez pudiera presentarse nuevamente a la portavocía del partido eligiendo, además, a todos los miembros del Consejo de Dirección, siendo éste el único órgano decisorio del partido e, impidiendo así, que cualquier tipo de oposición interna tuviera cabida en el órgano que toma prácticamente todas las decisiones (luego refrendadas de forma plebiscitaria -entiéndase en su acepción negativa- por el Consejo Político).
Así las cosas y después de todo lo sucedido en las coordinadoras territoriales, algunos de estos afiliados no estaban por la labor de andar aplaudiendo el proceso de “leninización” (permítaseme este palabro) de un partido que habían creado para hacer política de otra manera, entre lo que ellos creían que se incluía la democracia interna. Expusieron sus pretensiones en el Consejo Político, presentaron la enmienda, se la rechazaron... Y, después de todo esto, el vocero de Rosa Díez, Gorriarán, publicó un artículo desvelando las falacias de la enmienda sin tan siquiera explicar su contenido. Así las cosas, los aún no disidentes quisieron contestar: escribieron un artículo, pero les negaron su publicación en la web oficial del partido y por ello abrieron un blog, el ya conocido por algunos estanoeslawebdeupyd.blogspot.com. Hasta aquí, todo parece tener un cariz civilizado, democrático (salvo por la monopolización de la página web, que es, después de todo, un gesto muy feo). La dirección y una mínima oposición interna estaban haciendo política, estaban dialogando. Sin embargo, todo este proceso, que debe ser tan natural, de debate interno de cara a un Congreso que es crucial estalló. Al poco de abrir el blog, se inició una auténtica purga interna. La dirección estaba dispuesta a hacer uso de los instrumentos, siempre excepcionales, de las sanciones para acallar a varios afiliados. Les enviaron una carta dándoles 48 horas para cerrar el blog y, como no lo hicieron, abrieron un expediente a 14 afiliados con suspensión de militancia incluida y sin previa audiencia.
Lo que había sucedido en las coordinadoras ya había dado unas serias indicaciones acerca del viraje del partido hacia el autoritarismo. Algunos podrían entenderlo, incluso justificarlo, no es lógico que un partido que se dice con un discurso nacional unívoco se atomice y acabe lleno de federaciones como el PSOE. Admítase sin salvar las formas que se tuvieron. Sin embargo, ha sido todo el debate en torno a la enmienda del reglamento del Congreso y la posterior represión desatada lo que ha desvelado finalmente la mano de hierro que protegía el suave guante de seda. A partir de ahora, que nadie se llame a engaño. UPyD no ha cambiado un ápice su discurso. Siguen defendiendo los mismos principios, las mismas reformas que nos devolvieron la ilusión hace dos años, pero, para mí personalmente, la purga magenta ha desvelado un problema que es EL PROBLEMA de la democracia española: que todos se llenan la boca con sus adjetivos mientras fomentan el más vil servilismo interno. Lo grave de este caso particular es que nos habían prometido una regeneración de la democracia, nos habían dicho que iban a hacer política de otra manera y, precisamente por ello, han traicionado mucho más nuestras esperanzas de lo que podía hacerlo José Luis Rodríguez Zapatero o Mariano Rajoy Brey. La incoherencia que han mostrado en este caso, insisto, levísimo de oposición ha consumido fulminantemente su credibilidad, que, a mi modo de ver, es imprescindible en un político.
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Curioso oir lo que decía Rosa Díez en 2007 sobre la regeneración democrática de los partidos políticos: prestad atención a lo que dice de la dirección de los partidos y a los derechos de los afiliados. ¡Qué grandes paradojas!
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