La economía no ha dejado de estar en la actualidad informativa ni un segundo y ahora que comienza el curso político vuelve con más fuerza el debate sobre la actuación del gobierno al respecto. Por recopilar algunas informaciones recientes, la competitividad de España ha bajado. Estamos en el puesto número 33. Somos un país poco competitivo. Ya lo sabíamos. Lo que sucede es que esa situación se agrava. La economía española se ha venido sustentando sobre la base de un sector servicios con incrementos de productividad prácticamente nulos y muy intensivo en mano de obra poco cualificada. La consecuencia es que cuando había que incrementar la producción de servicios en la fase alcista del ciclo (con una demanda creciente debido a la subida del consumo) había que crear más puestos de trabajo que en otros países ya que, al no subir la productividad, necesitábamos necesariamente más mano de obra para incrementar la producción. Sin embargo, ahora que ha bajado el consumo y la demanda, destruimos más empleos que el resto. Lo normal. Hasta ahora, la falta de competitividad la habíamos resuelto a corto plazo con la devaluación de la peseta. Así nuestros productos eran más baratos en el extranjero, más 'competitivos' y nuestras exportaciones crecían, nuestras importaciones bajaban (aunque no tanto) y nuestra balanza de pagos se equilibraba. Ahora para ser más competitivos debemos, además de destruir más empleo, bajar los precios: el IPC lleva varias bajadas consecutivas. Lo nunca visto en España, pero hasta cierto punto previsible. A esto hay que añadir que importantes economías como la alemana o la francesa han dado síntomas de recuperación en su tasa de crecimiento del PIB mientras que España, aún moderando la caída, marca máximos históricos de descenso.
Ante este panorama, nos enfrentamos a una novedad poco agradable: el gobierno quiere subir los impuestos a las rentas más altas. ¿Cómo traducir esta verborrea del lenguaje socialista al castellano vulgaris? Las 'clases' medias y altas (casi todos) van a pagar más impuestos. Ahora dicen que las rentas del trabajo no se van a ver afectadas (por ejemplo, el sueldo de un directivo), que sólo se van a ver más gravadas las rentas del capital, las -palabras textuales de Zapatero en Cerdeña- PLUSVALÍAS (por ejemplo, el alquiler que cobra un arrendador -de esos que compraron un pisito porque querían ahorrar y los bancos le 'regalaban' el dinero- o los dividendos de unas acciones de telefónica que puede tener cualquiera). Se trata de un aumento de los impuestos que no sólo no garantiza que vaya a aumentar más la fiscalidad de los más ricos sino que tampoco es progresivo -¡con lo que les encanta la progresividad fiscal!. Ante todo este panorama surgen una serie de preguntas. ¿Para qué más impuestos, en qué se van a gastar y en qué los han gastado últimamente? Algunos creen que con incrementar el gasto público ya es suficiente. No necesitan dar más explicaciones. Piensan que si hay más gasto público se está en la buena dirección. Es un completo error.
Una de las macromagnitudes más relevantes es la renta disponible porque nos indica el dinero del que dispondrán los habitantes de un país para gastar o ahorrar en un año. Esta subida de impuestos le va a afectar negativamente y ¿a cambio de qué? Seguramente, nos prometerán, ya lo han hecho, más subsidios de desempleo y más ayudas para el consumo con planes como el 2000E para los coches y las motos. Sin embargo, éste no deja de ser el engaño de siempre: nos cobran un euro con la promesa de devolvérnoslo en servicios públicos o subvenciones y nos devuelven finalmente la mitad si hay suerte. El resto se pierde en ineficiencias burocráticas; en 'dietas' de los políticos, y en subvenciones a diversas asociaciones de amigos del país y personal variopinto de la farándula.
Lo cierto es que no se puede pretender reactivar la economía mediante la reactivación del consumo mientras aumente el desempleo y los impuestos. La alternativa no puede ser que el estado supla con subvenciones los gastos que la economía por sí es incapaz de asumir. Tampoco se puede pretender que aumente la recaudación mientras sigamos con estas tasas de descenso del PIB porque la cuestión no es sólo cuánta ración de tarta se lleva el estado sino el tamaño de la tarta. Si la situación económica mejora, no hará falta una subida de impuestos. La recaudación subirá conforme vuelva a subir el PIB. Sin embargo, si no se afrontan las necesarias reformas, esta recuperación tardará más en llegar ya que el ajuste será mayor. La pregunta es: ¿para cuándo una reforma laboral que aumente la libertad de empresarios y trabajadores?, ¿se plantea el gobierno una reforma del sistema de la seguridad social para bajar el coste del trabajo?, ¿tiene previstas reformas fiscales que beneficien a las empresas?, ¿para cuándo una eliminación de trabas burocráticas que agilice su funcionamiento?, ¿tiene en mente el gobierno consensuar con las comunidades autónomas una reforma urbanística que deje de convertir el suelo en un bien especulativo de los ayuntamientos?, ¿se plantea una reforma educativa que prime la calidad y mejore nuestra competitividad?, ¿va a hacer un esfuerzo en la contención del gasto en lugar de en expandirlo desmesuradamente y sin control?... Me gustaría saber qué contestarían en Moncloa a todo esto porque la única reforma que veo en el horizonte es la famosa ley para cambiar el modelo productivo: nada más cercano al dirigismo económico de Franco, que pensaba peligrosamente que la economía podía definirse en el BOE según un patrón trazado desde el poder. Menos estado y más empresas. Ése es el modelo y a eso deben encaminarse las reformas.
2 comentarios:
Buena entrada, la verdad es que creo que había más libertad económica en la época de Franco que ahora, por lo menos había menos burocracia eso seguro.
Un saludo.
Bueno, la verdad es que la economía del Franquismo pasó de la autarquía más intervencionista a un modelo en el que lo que quedó de intervención fueron los monopolios estatales bajo el INI, que no es nada desdeñable, lo que Hayek consideraría un paso intermedio entre economía planificada y de libre mercado. La verdad es que en eso hemos avanzado mucho, amén de que la UE nos ha obligado a liberalizar bastate, pero, por otro lado, la presión fiscal ha subido mucho, en parte porque hemos construido un estado del bienestar más homologable a los europeos, y también la burocracia. Hay que evitar seguir en la espiral de más impuestos y más subvenciones.
Un saludo.
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