El pasado 4 de julio, día de la independencia, supimos que Mikel Buesa dejaba la joven formación política Unión Progreso y Democracia (UPyD). Las razones: (i) el coordinador del partido en Madrid está implantando un control férreo y (ii) ante sus quejas, Rosa Díez dijo no estar dispuesta a dar una batalla orgánica. Parece que a UPyD le aqueja el mismo mal que a toda la partitocracia española. Es curioso como la Constitución española y la Ley Orgánica de Partidos se empeñan en recalcar que los partidos políticos españoles deben tener un funcionamiento democrático.
Nada más lejos de la realidad, lo cierto es que todos los partidos siguen una estructura cuasi-castrense/leninista sobre la base de un líder supremo, infalible e incontestable, llamado presidente, secretario general o coordinador general y de unos aduladores comités/politburós. La toma de decisiones se efectúa arriba. A las bases sólo les queda obedecer. Esto ha sido así sin excepción. Para botón de muestra, las sanciones internas que imponen para mantener la disciplina de voto y otros medidas represivas varias: el chantaje de la formación de las listas, las designaciones a dedo para cargos internos y externos... El partido es un gran aparato de colocación al que hay que estar servilmente sumiso y agradecido por las graciosas concesiones del líder local, regional y nacional. La novedad que aportaban partidos como Ciudadanos o UPyD era su voluntad de cambiar esto.
Desde entonces, he estado expectante con UPyD. Les he dado mi apoyo y he hablado bien de ellos siempre esperando reaccionar a tiempo en cuanto hubiese una deriva indeseable, un indicio de la corrupción del poder que se puede apreciar en otros partidos. Uno de los mayores handicap de UPyD, al tiempo que su gran activo, era y es su líder nacional, Rosa Díez. Es una mujer fuerte, carismática, que sabe comunicar bien con el público. Creo que en buena medida UPyD es lo que es gracias a ella. Ha sabido canalizar bien el hastío hacia la clase dirigente, hacia la política del oportunismo para hablar de una política de principios, comprometida con la regeneración de la democracia y con el progreso. Era y es un buen proyecto liberal y progresista. Sin embargo, como disponían sus propios estatutos fundacionales, ahora es un momento trascendental en el que los militantes tienen en su mano convertir a UPyD en un partido más o en hacer de él una plataforma de expresión de los que ellos llaman huérfanos políticos.
En este sentido, Rosa Díez debe apostar claramente por la defensa de la democracia interna en su partido aun a riesgo de perder ella misma o el equipo coordinador de Madrid su liderazgo y su posición. Antes de las elecciones europeas Rosa Díez se comprometió con la formación de un censo de votantes y la celebración de primarias para elegir a todos los candidatos, censo que estaría abierto a los no afiliados. A partir de octubre habrá que estar atento para verificar que esto se empieza a poner en marcha. Personalmente, después de la renuncia y de las críticas de Mikel Buesa, persona a la que otorgo gran credibilidad, creo que la pelota está en el tejado de Rosa Díez, quien debe demostrar ahora que las acusaciones de autoritarismo vertidas por Buesa no son ciertas. Las primarias pueden ser una buena prueba siempre que no sean un simple lavado de cara. La verdadera voluntad de regeneración democrática deberá verse primero en el propio partido. Si no, todo ese proyecto ilusionante habrá perdido toda la credibilidad. Ha llegado el tiempo en que el partido adopte su forma de funcionamiento definitiva: leninismo o democracia. De ello depende su propia supervivencia.
Nada más lejos de la realidad, lo cierto es que todos los partidos siguen una estructura cuasi-castrense/leninista sobre la base de un líder supremo, infalible e incontestable, llamado presidente, secretario general o coordinador general y de unos aduladores comités/politburós. La toma de decisiones se efectúa arriba. A las bases sólo les queda obedecer. Esto ha sido así sin excepción. Para botón de muestra, las sanciones internas que imponen para mantener la disciplina de voto y otros medidas represivas varias: el chantaje de la formación de las listas, las designaciones a dedo para cargos internos y externos... El partido es un gran aparato de colocación al que hay que estar servilmente sumiso y agradecido por las graciosas concesiones del líder local, regional y nacional. La novedad que aportaban partidos como Ciudadanos o UPyD era su voluntad de cambiar esto.
Desde entonces, he estado expectante con UPyD. Les he dado mi apoyo y he hablado bien de ellos siempre esperando reaccionar a tiempo en cuanto hubiese una deriva indeseable, un indicio de la corrupción del poder que se puede apreciar en otros partidos. Uno de los mayores handicap de UPyD, al tiempo que su gran activo, era y es su líder nacional, Rosa Díez. Es una mujer fuerte, carismática, que sabe comunicar bien con el público. Creo que en buena medida UPyD es lo que es gracias a ella. Ha sabido canalizar bien el hastío hacia la clase dirigente, hacia la política del oportunismo para hablar de una política de principios, comprometida con la regeneración de la democracia y con el progreso. Era y es un buen proyecto liberal y progresista. Sin embargo, como disponían sus propios estatutos fundacionales, ahora es un momento trascendental en el que los militantes tienen en su mano convertir a UPyD en un partido más o en hacer de él una plataforma de expresión de los que ellos llaman huérfanos políticos.
En este sentido, Rosa Díez debe apostar claramente por la defensa de la democracia interna en su partido aun a riesgo de perder ella misma o el equipo coordinador de Madrid su liderazgo y su posición. Antes de las elecciones europeas Rosa Díez se comprometió con la formación de un censo de votantes y la celebración de primarias para elegir a todos los candidatos, censo que estaría abierto a los no afiliados. A partir de octubre habrá que estar atento para verificar que esto se empieza a poner en marcha. Personalmente, después de la renuncia y de las críticas de Mikel Buesa, persona a la que otorgo gran credibilidad, creo que la pelota está en el tejado de Rosa Díez, quien debe demostrar ahora que las acusaciones de autoritarismo vertidas por Buesa no son ciertas. Las primarias pueden ser una buena prueba siempre que no sean un simple lavado de cara. La verdadera voluntad de regeneración democrática deberá verse primero en el propio partido. Si no, todo ese proyecto ilusionante habrá perdido toda la credibilidad. Ha llegado el tiempo en que el partido adopte su forma de funcionamiento definitiva: leninismo o democracia. De ello depende su propia supervivencia.
1 comentario:
La verdad es que sí, yo también he seguido más o menos de cerca a UPyD y últimamente están teniendo los mismos vicios que el resto de partidos.
¿Se puede corregir? Siempre, aunque cuanto antes mejor.
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