Un supermercado durante una expropiación en Venezuela.
El 8 de enero fue decretada en Venezuela una devaluación de su moneda, el bolívar, en un 50 %, esto es, los venezolanos perdieron de la noche a la mañana la mitad de su capacidad adquisitiva. Evidentemente, los agentes del mercado, siguiendo el presupuesto de su racionalidad, no están dispuestos a vender por el mismo precio lo que adquirieron o produjeron con un coste en una moneda que en su momento valía el doble de lo que vale ahora, es decir, que no están dispuestos a vender sus productos por la mitad. Esto provoca una más que lógica subida de los precios que no es más que un reajuste de los precios en el mercado a una alteración artificial y muy brusca del precio de la moneda.
Sin embargo, el exultante socialista Hugo Chávez amenazó,a la par que devaluaba el bolívar, entre otros, a los distribuidores minoristas advirtiéndoles de que si subían los precios los expropiaría por especuladores y ¡lo está haciendo! De hecho, está sacando adelante una ley a marchas forzadas para agilizar mucho más esas expropiaciones, para pagar menos por los bienes expropiados y para eliminar las garantías del expropiado. ¡Toda una joya de la interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos, de las garantías de los derechos de los ciudadanos y, especialmente, de la propiedad privada! Ya van 1.500 comercios, 1.500 comerciantes y sus empleados, víctimas de este abuso de poder, de esta intromisión inadmisible en el libre comercio, en la libertad de empresa. Y no contento con ello, está incorporando las empresas expropiadas a un holding público conocido como Comerso (Corporación de Mercados Socialistas), ¡mercados socialistas! ¡Se permiten la desfachatez de hacer humor barato!
Pero esto no es sino un paso más del camino de degeneración en el que Hugo Chávez ha sumido a su país. Venezuela será cada vez más pobre. Es el claro ejemplo de otra nación engañada, comprometida por el socialismo. Confiados en que el voluntarismo de su presidente paliará los 'efectos perversos' del mercado, irán viendo cada vez más como el dinero huye de ellos como de la peste, como ningún extranjero invierte, como sus propios conciudadanos esconden el dinero, como todo va quedando poco a poco en manos de un ineficiente y monstruoso sector público que, finalmente, se verá incapaz de atender las necesidades más elementales de la población (ya se han visto, por ejemplo, importantes cortes en el suministro eléctrico). La misma historia de siempre. Al menos aún les honra la tenaz oposición de sectores importantes de la sociedad que no se han rendido ni lo harán, espero, sin resistencia.
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