martes, 22 de marzo de 2011

Twitter

Twitter cumplía ayer cinco años y además de los elogíos y las estadísticas vertidas sobre esta red social en los medios de comunicación me gustaría hacer un poco de crítica introspectiva en la red. Para los que no la conozcan, es una red social que permite publicar pequeños mensajes (140 caracteres) que leerán aquellos que te sigan. Así, hay cuentas que tienen más o menos difusión al tiempo que tienen todo tipo de pretensiones: desde publicar noticias de un medio tradicional hasta anunciar ofertas de empleo, enlazar otros contenidos web o verter opiniones o acontecimientos personales (alguna ha llegado a tuitear su parto). Como veis, twitter es de esos fenómenos que crean lenguaje (como google en inglés, que ya ha alcanzado la categoría de verbo).

Sin embargo, la faceta de Twitter de la que quiero hablar es la relativa a los tweets de opinión. En materia de política, Twitter es un hervidero, la máxima expresión de los tiempos que corren: una plataforma en la que verter una opinión rápida, generalmente contundente, polémica, demagógica y, por supuesto, poco o nada fundada y en absoluto explicada. ¿Quién tiene tiempo que perder en leer sesudas argumentaciones o artículos contrastados y rigurosos que atiendan a matices y desgranen un tema con cierto análisis de fondo? Sólo unos pocos: aquellos que luego tuitean la consigna, que es lo que todo el mundo lee. Al final, el usuario de Twitter es un surfero que termina arroyado por una marea de consignas prefabricadas, de lugares comunes y tópicos de barra de bar. Pero, ¿qué más da? ¿Acaso no es de eso de lo que se trata, llevar la práctica del consumismo al uso de la información y, también, a la difusión de la opinión?

Soy consciente de que esta entrada es en buena medida la pataleta de alguien que no puede escribir artículos de menos de un par de páginas que luego nadie lee, pero, ya puestos a hacer de abogados del diablo, Twitter aún aporta algunos elementos a valorar: deja bastante en evidencia quiénes son los amos intelectuales de cualquiera. Con sólo entrar en su cuenta de twitter, la secta a la que pertenece reluce como el sello que marca a las reses. Hoy, los estados de opinión, porque tampoco se puede hablar de criterios, se rigen a modo de anuncio de Kas: ¿y tú de quién eres?

Recuerda: cuando me haga una cuenta de Twitter, mándame un enlace con esta entrada.

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