miércoles, 10 de agosto de 2011

Impresiones de los disturbios

Emails de empresa informando de los acontecimientos y dando avisos de seguridad; imágenes en la televisión de edificios enteros ardiendo en Londres; amigos avisando en Facebook de que va a haber problemas en tu ciudad mediana a media hora de Londres; amigos de España preguntando qué pasa y familiares interesándose por uno a causa de los disturbios… Son cosas que nunca me habría imaginado que iba a vivir en este país. Aunque diría que no lo tengo idealizado, tenía la idea de que este no es el tipo de cosas que pasan en el Reino Unido. Como yo, muchos se han sorprendido de lo que está pasando y de la pobre imagen que está dando en el exterior, por no mencionar las olimpiadas en menos de un año. Parece que, después de todo, sí que va a ser verdad aquello que decían en la BBC en julio de que la seguridad es aún el mayor reto de los organizadores.

Y es que si bien es cierto que Londres tiene sus barrios conflictivos y que en este país ha habido muchas tensiones raciales, ni tenía la impresión de que hubiera en Londres un equivalente a las afueras de Paris ni pensaba que esas tensiones raciales siguieran ahí. Sobre lo primero, poco puedo decir, quizás lo más útil sea ir a estadísticas de criminalidad en París y en Londres y comparar. Me temo que no me he tomado la molestia. Sobre lo segundo sí puedo decir que en mi día a día no he vivido ninguna tensión racial. Más al contrario, diría que estoy acostumbrado a una diversidad racial y cultural muy amplia sin que ello haya generado tensiones. Mi impresión hasta el momento es que la sociedad británica es muy acogedora y multiétnica. Si percibo, en cambio, que existe un problema de desigualdad social. La misma impresión que me había dado mi mera observación me parece confirmada por los disturbios. Éstos no han sido fruto de un grupo racial o religioso concreto, han sido provocados, de hecho, por una multitud violenta tan diversa como la sociedad británica misma me atrevería a decir. En las imágenes de los sospechosos se ve a gente de todas las razas, desde luego, también a varones y mujeres y, sin duda, casi siempre jóvenes. El común denominador, aparte de la edad, parece ser el estatus socioeconómico.

Y lo más preocupante no es, desde mi punto de vista, que exista estratos de la sociedad más desfavorecidos sino que los niños en esas familias no vayan a tener apenas oportunidades de salir de esos círculos de exclusión. La educación en este país ya era cara, pero después de los recortes y la reforma de las tasas universitarias, la educación superior es ya prohibitiva. Hasta 9.000 £ al año durante tres años es mucho dinero, un montón de deuda que se empezaría a pagar sólo cuando se gana por encima de un determinado sueldo, pero que endeuda a largo plazo a los estudiantes y frena, por tanto, el acceso a la educación. Muchos, sin duda, se lo piensan dos veces y optan por empezar a trabajar o hacer alguna “apprenticeship”, vías que antes o después les frenará sus perspectivas laborales por falta de cualificación.

Lo sorprendente de todo esto, en cambio, no es que los vándalos protesten contra el abuso de poder de la policía o contra los recortes en educación. Los disturbios parecen más una excusa para asaltar comercios que una forma de hacer llegar un mensaje de protesta al gobierno y al resto de la sociedad. El hecho de que algunos se hayan organizado por Blackberry Messenger le hace a uno incluso preguntarse si, de verdad, su situación económica es tan mala. La gratuidad de los actos de violencia vistos en Inglaterra los últimos días deja a los británicos tan atónitos como al resto del mundo. Después de todo, parece sorprendente que tanta gente se organice de forma tan espontánea y aprovechando el desafortunado incidente de Mark Duggan para asaltar y robar comercios.


Walter Oppenheimer, El País, 10 de agosto 2011


Anthony Coyle, El País, 9 de agosto 2011

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