En los últimos días he podido observar con asombro como la izquierda europea babeaba contemplando el magnánimo rostro del ya electo presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. Pues bien, todo esto es una gran mentira. Si alguien, por un tremendo error de apreciación, ha podido siquiera imaginar alguna vez en su vida que los demócratas son como los socialdemócratas europeos, le diré que es como tomar por aquivalentes las yardas y los metros.
En este día de tantas alegrías por la victoria demócrata, yo me incluyo, se hace necesario a este lado del atlántico aclarar ciertas cosas. El modelo europeo de Estado del Bienestar se apoya sobre la base de un Estado omnipresente en la sociedad; un régimen tributario confiscatorio; la dependencia de los ciudadanos, y la práctica inexistencia de la propiedad tal y como la conocíamos.
El Estado omnipresente en la sociedad es un elemento clave del sistema, común a toda Europa. Se caracteriza porque el Estado es un agente principal del mercado y porque el Estado vive por los propios ciudadanos. Que sea el principal agente no es nada nuevo. Todos los días estamos rodeados de prestación de servicios públicos, la inmensa mayoría de gestión directa por parte del sector público: autobuses urbanos, interurbanos, metro, cercanías, trenes de larga distancia, infraestructuras, colegios, universidades, sanidad, correos, recogida de basuras, suministro de agua, seguridad... Durante todo el día hacemos uso directo de infinidad de servicios públicos o de servicios dados en régimen de concesión administrativa. Cuando nos duchamos, nos lavamos los dientes, cuando oimos la radio o vemos la televisión, cuando cogemos el transporte público... Por vía directa o indirecta, el Estado está muy presente en nuestras vidas e influye de forma determinante en la actividad económica mediante todas las regulaciones sectoriales, la intervención directa de empresas y la propia actividad administrativa (la potestad sancionadora de la administración es escalofriante). En segundo lugar, el Estado europeo nos dice cómo tenemos que vivir, nos trata como a niños malos, desobedientes o, simplemente, mal educados o desinformados. Para más inri, las campañas del 'Gobierno de España'. Es un modelo paternalista, receloso de la libertad, intervencionista, opresor... Y un lastre para la actividad económica. Los tiempos para crear una empresa en España multiplican con creces los de Estados Unidos. Vivimos en una burocracia, en el gobierno de los funcionarios. Funcionarios ineficientes que nos hacen perder mañanas enteras en papeleos ridículos ¿Por qué? Porque llegará el día en que tengamos que pedir una licencia administrativa para tirarnos un peo y habrá que pagar un canon por contaminar con nuestros gases intestinales. Y habrá inspectores que supervisarán el sector del gas metano intestinal en España, pero serán inspectores autonómicos... Y habrá diecisiete cuerpos de inspección y diecisiete directores generales con sus diecisiete sueldos diez-mileuristas y sus diecisiete tarjetas de crédito y sus diecisiete coches oficiales de lujo ¿Os suena? No me estoy inventando nada.
El régimen tributario es confiscatorio. Sólo me remito al límite que opera sobre los impuestos de la renta y del patrimonio que, conjuntamente, no pueden gravar más del 50% de la renta del contribuyente. ¡El 50%! El Estado puede llevarse hasta LA MITAD de sus 'ganancias'. Gracias a la providencia, no todos los contribuyentes tendrán que pagar tanto, pero los límites generales como estos nos dan una idea bastante acertada de por dónde debemos situarnos. El modelo es caro y hay que pagarlo.
La dependencia de los ciudadanos del sector público se hace patente de forma constante: subvenciones, becas, concesiones, contratos públicos, subsidios por desempleo, la jubilación. No digo que no haya determinados elementos positivos, pero es evidente que tanta trasferencia de renta a las familias por parte del sector público genera una dependencia brutal del ciudadano frente al Estado de tal forma que llegan a tejerse verdaderas redes de clientelismo: sublimación de la corrupción moral y económica del sistema.
El cuarto pilar de este Estado absorvente es la redefinición de la propiedad. El concepto de propiedad decimonónico se halla en nuestro Código Civil (1889). La propiedad es entendida como un derecho real que otorga a su titular el dominio pleno de la cosa. La propia Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789) tiene la propiedad entre uno de los cuatro derechos naturales e imprescriptibles que las asociaciones políticas han de proteger. La propiedad gozará de ese reconocimiento en nuestra Constitución de 1812 y será un elemento constante en el constitucionalismo español del siglo XIX. Sin embargo, actualmente la regulación del Código Civil es prácticamente inaplicable. Su efectividad se ve ampliamente limitada por una descomunal normativa administrativa totalizadora de la realidad económica: el dominio público, los bienes de interés público y utilidad social (susceptibles de expropiación), etc. Tener un solar no sirve para nada con el Código Civil en la mano. Si quieres construir, más vale que la normativa de urbanismo, el Plan General de Ordenación Urbana y el Ayuntamiento de turno tengan a bien alinearse como los astros para que el constructor pueda ejercer su actividad. Eso sin contar con la ingente normativa laboral y de la seguridad social, la normativa de consumo, la normativa bancaria... En fin, ha llegado el punto en el que ser abogado no es garantía para resolver todas esas cuestiones. Ahora hay que ser abogado especializado. La definición más acertada de propiedad sería: derecho de dominio sobre la cosa que la administración, en su infinita sabiduría, concede graciosamente a su titular.
Sin embargo, lo más llamativo es que este Estado del Bienestar, tan poderoso como asfixiante, sólo nos ha conducido a depender del sector público, a perder buena parte de nuestra libertad y a disfrutar de unos servicios públicos ineficientes, insuficientes y malos. La verdadera realidad de nuestro modelo es que es tremendamente caro y que sirve para mantener una clase política burocratizada, sin carisma ni liderazgo y prolífica hasta límites insospechados. Efectivamente, la capacidad de nuestro modelo para crear políticos y funcionarios inútiles es fascinante.
Quiero pensar que en EEUU es el sector privado el que marca los tiempos, que el sistema no está burocratizado, que la sociedad civil existe y que la propiedad aún tiene su sentido. Confío en que ese modelo no esté agotado, en que la crisis sólo genere mejor regulación del sector financiero y que las intervenciones actuales sean meramente coyunturales (algo típicamente anglosajón). Obama quiere mejorar ese modelo, suplir algunas carencias, pero en ningún caso quiere crear un monstruo estatal omnipresente y todopoderoso a la europea. Por eso creo que Obama es mucho más liberal que los liberales europeos (como yo) y que las simpatías que despierta entre conservadores y socialistas europeos no es más que un espejismo. Confío en Obama para salir de la crisis. Yes we can.
1 comentario:
vete a la mierda by miguel
es broma
esta bien
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