jueves, 6 de noviembre de 2008

La gravedad de las declaraciones de la reina

En los últimos días, ha saltado la polémica por la biografía de Pilar Urbano, la Reina muy de cerca (yo diría demasiado cerca). Como todos sabemos, la reina comentó temas de actualidad con la autora del libro, que ha reflejado las opiniones regias. Sin embargo, lo más llamativo no es que la reina se haya convertido en una tertuliana más, a pesar de que estuvieramos acostumbrados a otra cosa, sino las reacciones que ha suscitado. En general, la defensa de doña Sofía ha sido una constante. Es más, hay quien se ha convertido en el adalid de la denostadísima libertad de expresión de SM. En fin, no me voy a molestar en explicar que la Reina no es una ciudadana cualquiera y que si quisiera serlo más valdría cambiar la forma de gobierno. La cuestión es que prácticamente todos los medios y todos los partidos, salvo los más radicales, han criticado la toma de partido de la reina. Ello con una honrosa excepción en el Partido Popular: Esteban González Pons (hay que amonestar públicamente a UPyD por su inacción). Nunca había reparado en él. Pensaba que no aportaba nada, pero ha demostrado tener claras ciertas cosas. Ha dicho que la reina debe ser como la bandera: que va a los actos oficiales, pero no hace declaraciones, es neutral (dicho mal y pronto). Ha sido la única declaración sensata que he oido. Y es que a pesar de lo abrupto del argumento de Pons, éste no deja de tener un fondo de verdad. Eso sí, ha dejado en evidencia al Partido Socialista más monárquico acérrimo que he visto en años. Han salido en jauría a por el pobre Esteban.


La cuestión es que la monarquía constitucional ha de basarse en la neutralidad de la familia real porque, de otro modo, se hace requisito democrático indispensable la República de tal modo que los ciudadanos puedan finalmente valorar la labor efectuada por la Jefatura del Estado. Así, si doña Sofía fuese la mujer del Presidente de la República Española yo no volvería a votar a D. Juan Carlos en la reelección (o al candidato de su partido) porque estoy rotundamente en desacuerdo con las declaraciones de su esposa (sobre educación, sobre el matrimonio, etc). Pero como no puedo elegir democráticamente quien ostenta la Jefatura del Estado, más vale que guarden la neutralidad que nos deben para que sí puedan ser reyes de todos los españoles y no sólo de algunos. La cuestión no es tanto del fondo de las palabras de la Reina sino de las propias palabras en sí, en tanto que quebrantan los deberes de la Corona.


Por desgracia, parece que este tipo de cosas no inquietan a nadie. Sin embargo, la gravedad del asunto es más seria de lo que podemos imaginar. Para muchos españoles, doña Sofía ha dejado de ser imparcial para pasar a embarrarse en el lodazal reservado a los políticos. Su imagen para los demócratas es ahora reprochable. Nos queda el consuelo de que el Rey, mucho más listo que todo eso, aún no ha cometido la imprudencia de departir sobre cuestiones del debate político con los periodistas (a menos que sepamos). De otro modo, habrá que proclamar la República. No sería la primera vez que un borbón nos defrauda... Aunque tengo que aclarar que mi confianza en D. Juan Carlos es mucho mayor. Por cierto, Pilar Urbano se va a hacer de oro. Aquí os dejo el enlace por si queréis comprar su libro.

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