lunes, 10 de noviembre de 2008

¿Quién no entiende la crisis?


Una de las personas que más ha contribuido a que comprenda bien las causas de la crisis actual es mi profesor de Derecho Mercantil II, D. Juan Fernández-Armesto, presidente de la CNMV entre los años 1996 y 2000, reputado árbitro internacional, ex-socio del Bufete Uría & Menéndez y un largo etcétera que lo convierten en una de las grandes figuras de ICADE.


Por todo ello, quiero compartir con vosotros una entrevista que le hicieron para el diario La Nueva España y que apareció publicada el 17 de agosto del presente año. En ella esboza a grandes rasgos las causas de la crisis y su vertiente española principalmente. La explicación simplificada que os dejo de la crisis es un compendio general, que incluye parcialmente el contenido de la entrevista, aunque es aconsejable leerla. Los eslabones de la cadena que nos han llevado a esta situación actual se pueden concretar en lo siguiente:


En EEUU, los bancos concedieron préstamos poco seguros, pero con una alta rentabilidad (al tener mucho riesgo se cobran a un alto tipo de interés). Estos préstamos y hipotecas basura han permitido acceder a diversos bienes a muchas personas de bajas rentas y con pocas garantías.

Dichos préstamos son activos para los bancos, que esperan cobrarlos algún día. Estos activos fueron empaquetados y difundidos mediante sofisticados productos financieros, en muchas ocasiones a través de sociedades vinculadas en paraísos fiscales. A esto se añade que la remuneración de los directivos iba ligada a los resultados a muy corto plazo. Así se fomentaba la inversión en este tipo de activos.

Las agencias de rating, encargadas de calificar la calidad de dichos activos (las hipotecas basura en última instancia) les dieron la máxima calificación. Así convirtieron malos activos (con altos riesgos de impago) en activos de buena calidad, lo que no dejaba de ser una ficción. Esto se basaba en análisis históricos, pero hasta entonces todo había ido bien.

Como consecuencia de estas inversiones en malos activos calificados como buenos, los balances de los bancos dejaron de ser fiables. Esto suponía desconocer realmente la solvencia de las entidades de crédito, es decir, su capacidad para hacer frente a sus deudas, también con los otros bancos. Llega un momento en que la situación es insostenible, los riesgos de impago empiezaron a aflorar y la desconfianza entre los propios bancos fue en aumento. Esto provocaba que dejasen de prestarse dinero entre sí. La consecuencia es que su precio sube, hay menos liquidez (menos dinero) y la concesión de préstamos se contrae brutalmente. Sin dinero en el mercado financiero, la economía real no puede financiarse, esto es, obtener recursos monetarios para seguir con su actividad. Esto conlleva un descenso de la actividad económica y desempleo. El consumo también se contrae porque baja la confianza y porque ahora nadie concede créditos para la compra de bienes (por ejemplo, la venta de coches se contrae significativamente). Esto también es causa y consecuencia de que baje la actividad económica. Al haber menos consumo, menos demanda, la producción tiene que disminuir. Esto provoca paro, que a su vez hace bajar el consumo y así sucesivamente.


La situación española es pecualiar porque a los coletazos que nos llegan de la crisis financiera internacional hay que añadir nuestra propia crisis típica del ladrillo como consecuencia de la burbuja inmobiliaria. Pero esto es otra historia. Se trata de una crisis tradicional relativamente fácil de superar. En cualquier caso, sí resalta Fernández-Armesto que la situación de la banca española es envidiable porque las restricciones del Banco de España limitaron considerablemente la inversión en esos activos tóxicos y por las restricciones contables que impuso. Nuestro país es un buen ejemplo de como una buena supervisión es positiva para evitar estas tan temidas crisis de confianza.

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