sábado, 27 de febrero de 2010

El paternalismo del Estado contemporáneo (I)

La telepantalla emitía en aquel instante un prolongado silbido que partía el tímpano y que continuaba en la misma nota treinta segundos. Eran las cero-siete-quince, la hora de levantarse para los oficinistas. Winston se echó abajo de la cama -desnudo porque los miembros del Partido Exterior recibían sólo tres mil cupones para vestimenta durante el año y un pijama necesitaba seiscientos cupones- y se puso un sucio “singlet” y unos “shorts” que estaban sobre una silla. Dentro de tres minutos empezarían las sacudidas físicas. Inmediatamente, le entró el ataque de tos habitual en él en cuanto se despertaba. Vació tanto sus pulmones que, para volver a respirar, tuvo que tenderse de espaldas abriendo y cerrando la boca repetidas veces y en rápida sucesión. Con el esfuerzo de la tos se le hinchaban las venas y sus varices le habían empezado a escocer.
- ¡Grupo de treinta a cuarenta! -ladró una penetrante voz de mujer-. ¡Grupo de treinta a cuarenta! Ocupad vuestros sitios, por favor.
Winston se colocó de un salto a la vista de la telepantalla, en la cual había aparecido ya la imagen de una mujer más bien joven, musculosa y de facciones duras, vestida con una túnica y calzando sandalias de gimnasia.
- ¡Doblad y extended los brazos! -gritó-. ¡Contad a la vez que yo! ¡Uno, dos, tres, cuatro! ¡Uno, dos, tres, cuatro! ¡Vamos, camaradas, un poco de vida en lo que hacéis! ¡Uno, dos, tres, cuatro! ¡Uno, dos, tres, cuatro!...
Orwell, George: 1984 (Nineteen Eighty Four, 1949)*


La libertad ha significado siempre en Europa franquía para ser el que auténticamente somos. Se comprende que aspire a prescindir de ella quien sabe que no tiene auténtico quehacer.
Ortega y Gasset, José: La Rebelión de las Masas (1929)**

I. Introducción.

Cada vez más, estamos acostumbrándonos a la presencia en los medios de comunicación de campañas institucionales que buscan la promoción de determinados valores y estilos de vida. Las administraciones públicas realizan con mayor frecuencia campañas de fomento del deporte, de una dieta saludable, de la lectura... todo ello al tiempo que desincentiva otros hábitos claramente nocivos para la salud: el consumo de alcohol y de tabaco. Esta publicidad institucional, más aún, los eventos que sirven para la promoción de estos hábitos desde el Estado en sus distintas manifestaciones resulta el aspecto más visible, pero no menos baladí de una cuestión de calado mucho más hondo: el paternalismo del Estado contemporáneo.

Este paternalismo no sólo se deja ver en esas campañas institucionales sino que se trasluce por medio de elementos cada vez más presentes en la legislación y que tienden inexorablemente a restringir el ámbito de la propia autonomía individual con el único fin de proteger a los individuos de sus propias conductas y, finalmente, de su propia libertad. Así, cuando se prohíbe a un ciudadano ir sin el cinturón de seguridad puesto o sin el casco; cuando se le prohíbe comprar alcohol a partir de las diez de la noche; cuando se le obliga a pagar más por el alcohol y el tabaco con la intención de que consuma menos estos productos se está quebrando algo más que la posibilidad de correr riesgos innecesarios, de ser un poco temerario o, incluso, de disfrutar de un pequeño placer... Se le está privando, en definitiva, de la posibilidad de elegir, incluso de no elegir, que no es sino una privación de su libertad ¡no para proteger los derechos o las libertades de los demás sino para protegerle a él mismo!, ¡por su propio bien! Finalmente, el Estado no sólo asume el poder meramente coercitivo de la prohibición con tal de protegernos de nosotros mismos sino que se erige en nuestro consejero. Ahora es, a la par que poder público, nutricionista y entrenador personal.

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* Editorial Destino, España, 2008, página 44.
** Espasa Calpe, España, 2007, página 53.

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